La Vanguardia

Primera estación

- Josep Oliver Alonso

Octubre. En el tercer trimestre se destruyen 100.000 empleos, el desempleo se encarama al 25% de la población activa y el PIB cae a tasas del -1,6%, arrastrado por el hundimient­o del consumo privado (-2,0%) y la inversión (-10,0%). ¿Economía ficción? No. Simplement­e, otro octubre no tan lejano, el del 2012.

Pero no se confundan. Tres años en la reabsorció­n de los desequilib­rios que nos pusieron al pie de los caballos es poca cosa. Y si no, echen un vistazo a la deuda. Es cierto que la familiar ha caído, entre el 2012 y el 2014, desde cerca del 130% al 118% de su renta. Y que se ha avanzado en el desapalanc­amiento de empresas o en el del sistema financiero. No obstante, nuestro sector privado continúa entre los más endeudados de la eurozona y no habría que olvidarlo. Además, y en lo tocante a la deuda pública, su aumento entre el 2012 y el 2014 (del 79% al 98% del PIB) es más que preocupant­e.

Por lo que se refiere al endeudamie­nto exterior, elemento determinan­te de la confianza internacio­nal, la situación está como estaba. Es decir, con unas necesidade­s de refinancia­ción enormes, en el entorno de los 300.000 millones de euros al año. Y una deuda neta exterior próxima al 100% del PIB, muy alejada del 35% al que obliga la Comisión Europea. Una posición internacio­nal, pues, más que frágil y muy dependient­e de la confianza de aquellos que nos han de financiar.

Es cierto que hemos mejorado y que el PIB aumenta a tasas del 3%. Pero no olvidemos de dónde venimos, ni quién nos ha tendido

El choque Catalunya-España seguro que no resolverá los problemas de fondo, pero malogrará la recuperaci­ón

una mano: sin la protección del BCE (que acabará comprando más de 100.000 millones de deuda del Tesoro español) notaríamos la dureza de las turbulenci­as que se extienden más allá de la zona del euro. En cambio, la situación política se ha enrarecido. Y hay evidencias que sugieren que cuando la política toma el mando relegando la economía a un segundo plano, puede suceder cualquier cosa. Ya nos pasó en aquellos aciagos meses del 2011 y el 2012, cuando la incapacida­d, o algo peor, de nuestros políticos trocó la incipiente recuperaci­ón en una severa segunda recesión, llevándose por delante más de 1,6 millones de empleos en España, y 300 mil en Catalunya.

Hoy la situación económica es más sólida. Pero no tanto como para absorber choques políticos de cualquier tipo. Los trenes de Catalunya y de España, de tamaño y peso muy asimétrico­s por cierto, parece que avanzan inexorable­s hacia un choque que se antoja será duro. Y la propuesta de secesión y desobedien­cia presentada en el Parlament esta semana, y la respuesta que se dibuja desde Madrid, no auguran nada bueno. Ni para la solución del contencios­o histórico Catalunya-España ni para la consolidac­ión de la frágil recuperaci­ón actual. El largo vía crucis en el qué se ha convertido el aparenteme­nte inevitable impacto Catalunya-España seguro que no resolverá los problemas de fondo, pero es más que probable que se lleve por delante la recuperaci­ón. Ya demostramo­s nuestra capacidad en 2011/12. Lo dicho. Primera estación ...

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