La Vanguardia

Nada es para siempre

- Quim Monzó

Fascinado por la primera temporada de The Knick, días atrás cometí el error de explicarle a un conocido que ya voy por la mitad y que me parece una serie espectacul­ar. Me miró con cara de menospreci­o y dijo:

–¡Pero si es del año pasado! Ahora ya van por la segunda temporada.

Me quedé parado. ¿Qué pasa? ¿Que ya no podemos ver series si no acaban de salir del horno? ¿Nadie puede ver –o volver a ver– Los Soprano porque se acabó de emitir en el 2007? ¿Nadie puede ver The Wire, A dos metros bajo tierra o Weeds porque no son de esta temporada? ¿Cuánto tiempo le falta a Mad men para pasar a formar parte de la categoría de series que ya no puedes poner en el lector de CD porque, si lo haces, no estás a la ultimísima? Antes del verano me pasó un caso parecido, cuando le comenté a Jordi Basté las bondades de una serie cuyo último capítulo se emitió hace tres años y alguien le confirmó que era buenísima, pero “un poquito antigua”. Pero esto de The Knick es más serio, porque ya no son tres años los que la hacen antigua, sino unos simples meses.

Cuando era joven miraba películas

“¿La primera temporada de ‘The Knick’? ¡Pero si es del año pasado! Ahora ya van por la segunda temporada”

sin preocuparm­e del año en el que las habían hecho. Podía ver La quimera del oro y North by Northwest y La dolce vita sin que importase si las habían acabado de estrenar o no. Bien había leído libros publicados décadas atrás, de Mark Twain, Jules Verne, Franz Kafka o Fiodor Dostoyevsk­i, y el hecho de que me pareciesen admirables no impedía que encontrase igualmente admirables novelas y relatos de autores contemporá­neos.

En algunos países sensatos, en los medios de comunicaci­ón, además de espacios donde hablan de libros recién publicados, hay otros donde personas conocidas hablan de libros que han leído a lo largo de la vida y explican –de manera extensa y no en dos líneas– por qué los consideran excepciona­les. Aquí no. Incluso en bachillera­to arrinconan la asignatura de Filosofía. Debe de ser porque aparecen señores que no visten a la última moda, con túnicas, pelucones que ya no se llevan y chaquetas que no son las que los diseñadore­s consideran imprescind­ibles para esta temporada de invierno 2015-2016. Según los adoradores de la apariencia, si eres hombre y no vas con barba de doce centímetro­s de largo y el pelo recogido en un moño, no molas. (Por cierto, hace días que tengo que ir al barbero, pero nunca encuentro el momento de pedirle cita porque últimament­e va con barba de doce centímetro­s y el pelo recogido en un moño, y cada vez que lo veo me estremezco).

Pronto, los libros, las películas y las series de tele vendrán con la indicación de su fecha de caducidad, tras la cual si los lees o las miras te considerar­án un tronado. Espero que, como mínimo, pongan esas indicacion­es en un sitio menos escondido y con un cuerpo de letra mayor que las que ponen en las botellas de refrescos y los botes de comida de los súpers, que cuestan de encontrar y, cuando finalmente lo consigues, te dejas la vista.

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