La gesta del Gran Recapte
La movilización logra 4.000 toneladas de comida para familias sin recursos
El goteo de cartones de leche, latas de conservas y sobres de pasta es constante. Las manos que los dejan en las cajas del Gran Recapte responden a todos los perfiles que se puede encontrar un sábado cualquiera en un supermercado: desde jóvenes hasta gente mayor pasando por familias con hijos. Cada uno, en función de sus posibilidades, pero poniendo su granito de arena. Es un concepto que se repite a lo largo de la mañana en el Carrefour del centro comercial Gran Via 2 de l’Hospitalet, uno más de los 2.500 puntos de recogida repartidos por mercados y súpers de toda Catalunya.
La actividad fue incensante durante el viernes y el sábado en la séptima edición de la campaña solidaria organizada por los bancos de alimentos. ¿El objetivo? Conseguir una aportación extraordinaria y sensibilizar a la población sobre un dato dramático: el 20% de la población vive en riesgo de exclusión social.
Hasta mediados de semana no se conocerá la cifra final, pero ayer todas las sensaciones eran positivas. A las 19 horas de ayer, cuando faltaban entre dos y tres horas para el cierre de los supermercados, ya se habían superado las 4.000 toneladas. Los organizadores prevén que se conseguirá igualar o superar las 4.600 toneladas del 2014. El ambicioso objetivo era llegar a las 5.000.
El granito de arena que ha permitido conseguir esta nueva recaudación era un paquete de arroz o una botella de aceite, unas veces; otras, un carro lleno hasta arriba de productos de todo tipo. “En tiempos difíciles, esto es lo mínimo que podemos aportar”, dicen Susana y Manuel mientras sacan dos bolsas del carro y se las entregan a los voluntarios. Instantes después, Elisabet, de 28 años, deja unos cartones de leche y una bolsa de pasta, arroz y aceite. “Todos tenemos casos en la familia o muy cerca que lo están pasando mal, así que intento colaborar en lo que pueda”, explica. Y así, granito a granito, la caja (la bañera, en el argot del Gran Recapte) se va llenando.
De repente, un hombre entrega un carro repleto. Un rato antes había preguntado qué era lo más necesario. Cuando las voluntarias han visto el carro lleno hasta arriba de productos de alimentación infantil no han podido evitar
EL HÉROE... Un hombre pregunta qué es lo más necesario y regresa cargado de productos infantiles ...Y LAS HEROÍNAS Las voluntarias, al ver el detalle, no pueden evitar emocionarse y se reprimen las lágrimas
emocionarse, al borde del llanto. Acompañado de sus dos hijas y sin ganas de protagonismo, Blas se marcha con una frase: “Mientras podamos ayudar, debemos hacerlo”. Es una frase que dicha de una manera u otra se repite de manera constante. “¿Quién sabe si algún día lo necesitaremos nosotros?”, se pregunta Emilio, tras donar alimentos básicos y turrón.
Las voluntarias tardan en descargar los carros, ya que continuamente van recibiendo más bolsas, como la de Silvia, de 27 años, cargada de garbanzos, macarrones, arroz y galletas. “Nuestra participación es mínima”, remarca, apuntando a las personas con el peto azul del Gran Recapte: “Los que de verdad tienen mérito son ellos”, las 20.000 personas han participado como voluntarias entre el viernes y el sábado en los 2.500 puntos de recogida.
Cuatro de estos trabajadores altruistas son Paqui Torrents, su hija, Ainoa, una amiga y su cuñada, que sonríen al escuchar los halagos. “Vi que buscaban voluntarios, lo puse en Facebook y rápidamente nos apuntamos”, explica Paqui, que estuvo de 10 a 14 horas frente a la línea de cajas del súper. Haciendo balance al final de su jornada, a las cuatro les llama la atención que haya quien iba a comprar sólo para donar al banco de alimentos. Eso, y la va- riedad de personas que les han entregado productos a lo largo de la mañana. “El que menos te lo esperas te sorprende”, resume Paqui como lección de su primera experiencia como voluntaria.
Entre los voluntarios contactados por este diario también se encuentran una treintena de jóvenes de entre 16 y 18 años, alumnos del colegio Tecla Sala de l’Hospitalet. Muchos de ellos ya lo hicieron el año pasado y no se lo pensaron dos veces cuando les preguntaron si querían repetir. La profesora que les motiva a hacerlo, María José Ochoa, destaca que los adolescentes se encuentran “en la franja de edad ideal para hacerles descubrir el voluntariado, ya que les ayuda a sentirse útiles y a subir la autoestima”.
Mientras la profesora lo explica, Andrés, de 17 años, informa de la campaña a las personas que entran al supermercado. Es su primera vez y se muestra encantado. Más sueltas se ve a Julia, Esther y Aura. Todas ellas repiten y ya tienen aprendida la lección: “Productos de primera necesidad y con caducidad larga”, indican a una compradora que se interesa por la campaña. “Recibimos respuestas de todo tipo, pero en general la gente pone buena cara y ayuda”. Además de pasar la mañana del sábado en el supermercado, durante la semana dieron charlas a los alumnos más pequeños para animarles a participar.
Josep Ferrández y Lola García coordinan a los voluntarios que hay en el centro comercial. La colocación de los productos en las bañeras es “un arte”, dice Lola. El objetivo es facilitar el trabajo de clasificación posterior. “En el centro, la leche; en las esquinas, lo que pesa”.
Todo lo recogido durante el día de ayer irá llegando a lo largo de la semana a tres naves que ocupan un total de 7.200 metros cuadrados en el Parc Logístic de la Zona Franca. Ahí se agrupan todas los alimentos recogidos en los mercados y supermercados de Barcelona y el Baix Llobregat. De las 4.600 toneladas, la mitad llega a este almacén. Por el resto del territorio catalán hay otros espacios más pequeños para facilitar la recogida y el transporte.
Aunque el grueso de los camiones llegará a partir del lunes, ayer era el día grande, el de mayor ilusión, cuando se comenzaron a recibir las primeras cajas. Desde primera hora el movimiento era frenético. El director de orquesta es Oriol Dolader, jefe de logística del Gran Recapte, que controla el buen funcionamiento moviéndose de un lado a otro de la nave continuamente. “Parece fácil al verlo todo en marcha, pero no lo es”, exclama bajo unos altavoces con música para ayudar a que el ritmo no pare entre los voluntarios que clasifican alimentos.
El funcionamiento está establecido de una manera muy clara. Los camiones van dejando las cajas en la entrada de la nave. De media, cada una de ellas pesa unos 430 kilos. De ahí se trasladan al área de clasificación, donde una legión de voluntarios –unos 230 por turno– se sitúan en tres cintas transportadoras de ocho metros de longitud.
Allí, los cartones de leche se retiran y se recolocan en función de su fecha de caducidad. Lo mismo se hace con los envases de vidrio. El resto se va separando a medida que pasa por la cinta y se coloca en su correspondiente caja. Cada voluntario coge el producto que le corresponde: aceite, paquetes de galletas, cereales, alimentación infantil… La clasificación consta de 24 categorías, y cada voluntario tiene claro su cometido.
El trabajo finaliza con el etiquetado de esta cajas, más pequeñas que las bañeras. Cada una pesa entre 10 y 15 kilos, en función del producto que contienen, y se trasladan a otra nave. El trabajo no finalizará ni hoy ni mañana. Las tareas de clasificación se alargarán hasta Navidad aproximadamente. Para Oriol Dolader, el reto es “clasificar todo en 20 días”, luego quedará almacenado y se le irá dando salida hasta febrero. Con lo obtenido calculan que podrán ayudar a unas 260.000 personas sin recursos en los próximos tres meses.
VOLUNTARIOS... Más de 20.000 voluntarios han trabajado en los 2.500 puntos de recogida
...DE TODAS LAS EDADES Entre quienes trabajaban de forma altruista, estudiantes del colegio Tecla Sala TODO UN ARTE La colocación de los productos en las cajas, las ‘bañeras’, es un arte, dice una coordinadora
A TODO RITMO La música de los altavoces en la zona de clasificación incita a no bajar la guardia