Del fútbol hacia la presidencia
Mauricio Macri ganó como dirigente cuatro de las seis Copas Libertadores del Boca Juniors. El próximo mandatario de Argentina fue también el presidente más exitoso de la historia del club porteño, obteniendo 17 títulos, once internacionales, entre 1995 y el 2007, y llevó a cabo la ampliación y modernización de la Bombonera.
Doce años al frente del equipo con más aficionados del país supuso para Macri conseguir una popularidad que le permitió desde el 2002 dar el salto a la política que le llevaría en el 2007 a la alcaldía de Buenos Aires y ahora a la presidencia.
La popularidad que genera el deporte, y el fútbol en particular, hace que jugadores y dirigentes aprovechen el tirón para postularse a unas elecciones. En Argentina la relación entre deporte y política es constante. No hay entrevista o reportaje donde, entre los datos básicos de un personaje, no se consigne también su equipo de fútbol.
De hecho, el rival a quien Macri derrotó en la segunda vuelta del domingo pasado, el kirchnerista Daniel Scioli, fue piloto profesional de motonáutica y ahora dirige el equipo de fútbol sala Villa La Ñata Sporting Club. Y el candidato que quedó en tercer lugar en los comicios, Sergio Massa, fue máximo dirigente del Tigre, de la primera división.
Por otra parte, el sindicalista argentino más poderoso, Hugo Moyano, líder de la Central General de Trabajadores y del Sindicato de Camioneros, es presidente del Independiente de Avellaneda. Otro caso emblemático es el del expiloto de fórmula 1 Carlos Alberto Reutemann, que actualmente es senador, tras ser dos veces gobernador de la provincia de Santa Fe.
Algunos de los colaboradores más estrechos de Macri provienen de su época como presidente boquense, y en las filas de su partido, Propuesta Republicana (Pro), figuran el exfutbolista y diputado Carlos Mac Allister, al que acaba de designar viceministro de Deportes, o el exárbitro internacional Héctor Baldassi, que también ocupa un escaño en el Congreso.
En el mundo, la lista de políticos vinculados al fútbol o al deporte en todos sus niveles es interminable. Si nos ceñimos al deporte rey, en España los nombres que primero vienen a la cabeza son los de los fallecidos Jesús Gil o José María Ruiz Mateos. Ambos fueron polémicos y tuvieron problemas con la justicia. Gil pasó de la presidencia del Atlético de Madrid a ser alcalde de Marbella, y Ruiz Mateos compró el Rayo Vallecano en 1991, poco después de ser elegido eurodiputado por un partido que llevaba su nombre.
En el caso de Florentino Pérez primero vino la política y después el fútbol. El presidente del Real Madrid fue durante la transición concejal en el Ayuntamiento de Madrid por la UCD y ocupó cargos en este partido antes de presentarse sin éxito a las elecciones generales de 1986 como candidato del Partido Reformista Democrático, en la conocida como operación Roca.
En Catalunya el caso más emblemático de los últimos tiempos es el de Joan Laporta, quien, tras dejar la presidencia del Barça en el 2010, fue diputado al Parlament durante una corta legislatura por Solidaritat Catalana per la Independència, y luego regidor en el ayuntamiento de Barcelona hasta este mismo año por Democràcia Catalana. Por cierto, Laporta es amigo de Macri porque ambos eran dirigentes de sus clubs al mismo tiempo y además estuvo presente en su cena de despedida en la Bombonera en el 2007.
No obstante, el dirigente que ha conseguido que su apellido sea sinónimo de política y fútbol es el exprimer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que en 1986 compró el Milan y hoy sigue siendo su presidente. Tan polémico como Berlusconi es el empresario francés Bernard Tapie, que al comprar Adidas y el Olimpyque de Marsella en los años ochenta inició una carrera política que le llevó a diputado y ministro durante la presidencia de François Miterrand.
Tapie dirigió al club en la época más gloriosa de su historia, consiguiendo su única Champions en 1993. Sin embargo, ese mismo año se descubrió que el mandatario compraba partidos de liga francesa y el Olympique fue castigado a descender a la segunda división.
Volviendo al continente americano, las relaciones entre fútbol y política al más alto nivel son mucho más frecuentes que en Europa. El expresidente de Chile, Sebastián Piñera, fue propietario del Colo-Colo, aunque vendió sus acciones al llegar al poder. También el expresidente de Ecuador, Abalá Bucaram, fue presidente del Barcelona de Guayaquil.
El actual presidente de Paraguay. Horacio Cartes, presidió el Libertad de Asunción y fichó al Tata Martino como entrenador. Cartes es amigo del expresidente blaugrana, Sandro Rosell, e incluso le puso en contacto con Martino cuando el Barça fichó al técnico rosarino.
Sin embargo, el caso más extraño es el de Evo Morales, tan aficionado al fútbol que juega varias veces a las semana a sus 56 años. Aunque parezca mentira, el presidente de Bolivia fichó el año pasado como jugador por el Sport Boys, un club de primera división de Santa Cruz de la Siera, aunque no se tiene constancia de que aún haya disputado ningún partido.
Otros casos de jugadores políticos son, en Brasil, el exbarcelonista Romário que es senador, mientras que el exdeportivista Bebeto es diputado en el estado de Río de Janeiro. Entre los africanos destaca George Weah, que se postuló sin éxito a la presidencia de Liberia.
PRECEDENTES
Silvio Berlusconi, Jesús Gil, José María Ruiz Mateos, Joan Laporta, Bernard Tapie...