Enrique Vila-Matas
Enrique Vila-Matas recibe el premio FIL con una crítica al triunfo de la literatura de la banalidad
ESCRITOR
La Feria Internacional del Libro (FIL), la gran fiesta de la literatura en español, que ayer comenzó en la ciudad mexicana de Guadalajara, galardonó al escritor Enrique Vila-Matas con el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.
México sigue siendo un país que se enorgullece de su tradición de país de acogida de la cultura y ha conseguido que la feria de Guadalajara (Jalisco), y no la de Madrid/ Barcelona, sea la más importante del mundo de habla española, y que su premio FIL, y ya no el Rómulo Gallegos venezolano, sea el equivalente al Cervantes. Ayer lo recogió Enrique Vila-Matas, incorporándose a una lista que incluye, entre otros, a Parra, Arreola, Monterroso, Marsé, Gelman, Fonseca, Goytisolo y, en los últimos años, abierto a las lenguas romances, el gran poeta francés Yves Bonnefoy y al italiano Claudio Magris.
No hubo retórica ni pompa. El crítico Cristopher Domínguez Michael, encargado de la laudatio, convocó en seguida el espíritu irreverente vilamatiano. “Para sobrevivir, el espíritu de la vanguardia debe negarse a sí mismo, confundiéndose con la vida y llevando si acaso una existencia secreta”, como Breton pidió a Octavio Paz. Paz, que había elogiado a Vila-Matas por su literatura de imaginación insólita “en la España democrática, colmada, como es propio de las sociedades tras las dictaduras, de realismo vengador en la literatura y de alegría comercial en la edición”. O repitiendo el comentario de Maurice Nadeau, decano de los críticos literarios del mundo, que “a sus ciento y pico de años se felicitaba de haber empezado su carrera descubriendo a Albert Camus y de terminarla leyendo a Vila-Matas”. El crítico, al contextualizar la situación política de Catalunya, fue claro: “Hoy quisiera ver en Vila–Matas a un símbolo de la universalidad de Barcelona, a una garantía del cosmopolitismo hoy vacilante de aquella ciudad”.
Vila-Matas quiso hablar del futuro y empezó por el pasado. Él nació –1948– con el rock and roll. ¿Cuál fue la primera canción de la nueva música? ¿Qué futuro tendría? Cuando él llegó al mundo, al otro lado del Atlántico, en una emisora de Maryland sonaba It’s too soon to know, de The Orioles. El autor dijo que le gustaba complicarse la vida. “Así he venido trabajando estos años, llevando libros difíciles lo más lejos posible, hasta sus límites; libros que, al publicarlos, se convertían en callejones sin salida”. Al final, siempre sabía abrir una puerta por donde escapar. “Siempre –dijo– he escrito en la necesidad de encontrar escrituras que nos interroguen desde la estricta contemporaneidad, en la necesidad de encontrar estructuras que no se limiten a reproducir modelos que ya estaban obsoletos hace cien años”.
Vila-Matas pensó, durante una época, que la novela del nuevo siglo iría hacia un tipo de prosa compacta “en la que el autor disolvía las fronteras entre los géneros, una prosa a cuerpo descubierto. Yo pensaba que en este siglo se cedería el paso a un tipo de novela ya felizmente instalada en la frontera; una novela en la que sin problemas se mezclarían lo autobiográfico con el ensayo, con la ficción pura, con la realidad traída al texto como tal. Pensaba que iríamos hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo, una literatura mixta, donde los límites se confundirían y la realidad podría bailar en la frontera con la ficción, y el ritmo borraría esa frontera”.
Aludiendo a su amigo Bolaño, que creía ya sepultada la novela que sólo se aguanta en su argumento, y carece de estructura, juego y cruce de voces, Vila-Matas creía que el camino era esa novela capaz de reconciliar arte y vida, obra y espectador, como predecía Octavio Paz: “El arte fundido a la vida es arte socializado, no arte social ni socialista, y aún menos actividad dedicada a la producción de objetos hermosos o simplemente decorativos. Arte fundido a la vida quiere decir poema de Mallarmé o novela de Joyce: el arte más difícil. Un arte que obliga al espectador y al lector a convertirse en un artista y en un poeta”. Pero las cosas se torcieron. “y, entre sombras de Grey, ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los novelistas con tendencia obtusa al ‘desfile cinematográfico de las cosas’... A la caída de la capacidad de atención ha contribuido una industria editorial que está erradicando de la literatura todo aquello que nos quiere hacer creer que es demasiado pesado, o que va demasiado cargado de sentido, o que puede parecer intelectual. Y el panorama, desde el punto de vista literario –si es que ese punto de vista aún existe- es desolador.”
“En un mundo en el que quienes leen son una pavorosa minoría, un escritor ya bastante hace con sobrevivir”, lamentó Vila-Matas. Y se puso serio, al recordar los atentados en París. Una habitación donde convalece “Simon, un joven de 33 años gravemente herido en la columna vertebral por una bala de kaláshnikov en el atentado de Charlie Hebdo. En ese cuarto, este superviviente, nos dice Didi-Huberman, ‘trabaja para vivir’. Su cuerpo lentamente se pone en movimiento y él está intentando levantarse, literalmente elevarse, para volver a ser”. “Desde ese cuarto de hospital francés –dijo Vila-Matas– he pensado en los emigrantes de la guerra de Siria que, después de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van alzando, se van elevando, también para sentir que vuelven a ser. Y al pensar en ellos he oído el eco de las voces de los supervivientes que nos hablan en el documento de Svetlana Alexiévich sobre Chernóbil. El libro no trata tanto de la catástrofe general como del mundo después de esa catástrofe. El libro habla de cómo la gente se adapta a la nueva realidad. Esa realidad que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra el coro trágico. Lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran coro, es el futuro”.
“Vila-Matas es un símbolo de la universalidad de Barcelona”, dice Cristopher Domínguez