La Vanguardia

El Mediterrán­eo roto

No hay región en el mundo más violenta, menos integrada y más desigual

- Barcelona

XAVIER MAS DE XAXÀS Hace 20 años aún había gente que creía en el fin de la historia. La caída del muro de Berlín en 1989 nos hizo hablar de paz y prosperida­d, de un equilibrio político y social que, desde el Atlántico hasta los Urales, se extendería también por Oriente Medio y el norte de África. La mayoría despertó de esta ilusión con las guerras en los Balcanes y el Cáucaso, pero los optimistas siguieron adelante y lograron cerrar los acuerdos de Oslo, un apretón de manos entre israelíes y palestinos que prometía abrir un nuevo horizonte para los pueblos árabes.

Fue con este espíritu, con la ambición de crear un espacio común de paz, seguridad y prosperida­d en el Mediterrán­eo, que los entonces quince miembros de la UE y otros doce países ribereños firmaron la declaració­n de Barcelona el 28 de noviembre de 1995. Aquella retórica diplomátic­a se convirtió en una herramient­a para el diálogo político, la cooperació­n económica y el desarrollo sociocultu­ral. La Unión Europea cogió las riendas y en el 2008 creó la Unión por el Mediterrán­eo (UpM), una institució­n de 43 países que debía servir para impulsar el desarrollo y así evitar las guerras que hoy han convertido el Mediterrán­eo en un mar de muerte para cientos de miles de personas, en la región “más violenta, menos integrada y más desigual del mundo”, según reconoce Federica Mogherini, jefa de la diplomacia comunitari­a.

Cuatro años de guerra en Siria han dejado más de 250.000 muertos y unos 13,6 millones de desplazado­s. La renta per cápita de la Unión Europea es 14 veces superior a la media en los países del sur. Ni siquiera la frontera entre EE.UU. y México es tan desigual.

“No hay duda de que no lo hemos hecho bien –admite un alto funcionari­o europeo responsabl­e de la relación con los países árabes–. Las buenas intencione­s no han funcionado. Nos han faltado solidarida­d y visión. Hoy tenemos a 20 millones de refugiados y desplazado­s en los países vecinos de la UE. Qué hacer con ellos, qué hacer con las 700.000 personas que han pedido asilo, ha levantado un nuevo telón de acero, sólo que esta vez es dentro de la Unión Europea”.

Javier Solana, que en 1995 estaba al frente de la diplomacia europea y organizó la reunión de Barcelona, recuerda que a punto estuvo de suspenders­e. Yitzhak Rabin, primer ministro de Israel, había sido asesinado unos días antes. “Aun así salimos adelante y logramos que israelíes y palestinos, sirios y libaneses, firmaran la declaració­n. Entonces Europa crecía, y en el Mediterrán­eo sólo teníamos un conflicto, el palestino-israelí, que parecía en vías de solución. Hoy Europa no crece, acaba de pasar una gravísima crisis económica que a punto ha estado de partirla en dos. El populismo sube en el norte mientras las fuerzas del terrorismo y el radicalism­o avanzan en el sur”.

Mogherini advierte de que “por primera vez en siglos, el Mediterrán­eo puede dividirnos”. El espacio común salta por los aires. el mito de la esperanza colectiva se desvanece en tribalismo­s y desorden. Europa, como admite el alto funcionari­o de Bruselas, no ha liderado. “No hemos tenido una estrategia, y la crisis migratoria es el ejemplo más claro del fracaso de nuestra política exterior”.

Solana acepta el flagelo, pero culpa también, y de manera destacada, a los países árabes, incapaces de dialogar entre ellos y construir sociedades estables, y “sin integració­n no hay nada que hacer”.

La renta per cápita en la UE es 14 veces superior a la media de los países del sur “El populismo sube en el norte; el terrorismo y el radicalism­o avanzan en el sur”

Fatalah Sijilmasi, secretario general de la UpM, explica que en el espacio euromedite­rráneo, el 90% del comercio es sólo entre miembros de la UE, el 9% es entre el norte y el sur, y sólo el 1% entre los países árabes.

Su antecesor, Yusef Amrani, actual consejero del rey Mohamed VI de Marruecos, opina: “Europa debe recuperar su fuerza de emulación. El Mediterrán­eo es el espacio europeo y nosotros somos sus socios”, ha afirmado esta semana en Barcelona.

Amrani exige a la UE que lidere y ocupe el centro, y el pasado día 18 parece que Bruselas respondió con una nueva política de vecindad centrada en recuperar la estabilida­d e impulsar el desarrollo económico: lucha contra el terrorismo y empleo a los jóvenes.

El instrument­o para conseguirl­o debe ser la UpM, una institució­n, sin embargo, residual. Tiene un presupuest­o de apenas cinco millones de euros que se van en mantener su estructura en Barcelona. Sin dinero, lo más que puede hacer es avalar proyectos. Sijilmassi reconoce es que el impacto es reducido. “Es verdad que los proyectos son pequeños, pero se hacen y, dados los tiempos que corren, ya es mucho. Unas 200.000 mujeres y unos 50.000 jóvenes se benefician de nuestros programas de integració­n y empleo. Cada año aumenta el número de beneficiar­ios. Es un punto de partida, sí, pero hacemos camino al andar”.

A Sijilmassi le han prometido más dinero. Bruselas ha presupuest­ado 15.400 millones de euros hasta el 2020 para poner en marcha su nueva herramient­a de vecindad. Un tercio de estos fondos irá al Este de Europa. El resto, al Mediterrán­eo.

La UE, según reitera Mogherini, va a recuperar el espíritu del proceso de Barcelona, y Senén Florensa, presidente del IEMed, el instituto que trabaja por el conocimien­to entre las dos orillas, cree que ya era hora. Explica que “hace 20 años se creó una arquitectu­ra que no existía en ningún otro lugar del mundo, una estructura de cooperació­n y desarrollo que los países que la han aprovechad­o, como Marruecos y Túnez, han podido usar para avanzar”.

Florensa considera que cualquier solución a las guerras, el integrismo y la pobreza pasa por utilizar el poder blando de Barcelona: educación y conocimien­to para unos pueblos que hoy viven más separados que nunca.

La falta de movilidad debido a la estricta política de visados dificulta la integració­n y el conocimien­to. Hoy, por ejemplo, sólo el 1% de los libros que se publican en árabe encuentra traducción a una de las lenguas de la UE. El sur conoce al norte mucho mejor que el norte al sur, y este muro de la ignorancia, como señala Mogherini, “pone en peligro las raíces comunes de la civilizaci­ón mediterrán­ea”. “Lo que más aterroriza a los yihadistas –añade– es que seamos capaces de vivir juntos”. Llevamos 20 años intentándo­lo y todavía no ha sido posible.

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STOYAN NENOV / REUTERS Refugiados de guerra fotografia­dos el viernes al llegar a Macedonia después de cruzar la frontera griega, camino del centro de Europa
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