El escorpión y la rana
Sin investidura ni nuevo Govern en el que poner sus aspiraciones, entre algunos independientes de Junts pel Sí se repite la frase de un Nobel de Economía: “Los optimistas se equivocan más, pero viven mejor”. El asamblearismo radical de la CUP ha derrotado a los expertos en la teoría de juegos del grupo parlamentario de CDC y ERC y la sentencia de Daniel Kahneman, premiado por integrar elementos de la investigación psicológica en la economía y la toma de decisiones en un escenario de incertidumbre, se ha convertido en una especie de oasis mental dos meses después de las elecciones.
Las perspectivas de acuerdo con la CUP son limitadas, y no sobran quienes las reducen ahora a un testimonial 1%, y sólo “por respeto al president”. La encuesta de La Vanguardia revela que un tercio del electorado de Junts pel Sí y casi la mitad del cupero ve unas nuevas elecciones como la mejor manera de resolver la solución de parálisis institucional y un inquietante alto porcentaje de votantes de la candidatura conjunta no se opondría a un relevo presidencial. Así que la negociación ha pasado de ser colaborativa en busca de un win-win para todos los operadores del independentismo a ser lo que se denomina evitativa en estrategia militar. Tan militar como la rotación de interlocutores, limitar los elementos empáticos en la discusión –nada de besos, ni hablar
Mas negocia con sus socios y sin embargo rivales a su lado en la mesa y sus enemigos declarados al otro
del tiempo...– y evitar reuniones vis a vis que quiebren la barrera de defensa de la CUP. Lo nunca visto para los representantes de la Convergència tradicional que se identifican cada vez más con la rana amenazada por el escorpión de una de las fábulas entomológicas de Esopo.
Artur Mas afronta un triple reto desde la presidencia en funciones. En primer lugar, un choque institucional con el Estado sin precedentes, con las finanzas de la Generalitat bajo control sobre criterios políticos, y amenazado judicialmente, por la querella del 9-N y el apercibimiento del Tribunal Constitucional tras suspender la resolución de ruptura del Parlament. En paralelo, la planificación de la muerte y (re)nacimiento de un proyecto político que sea identificado como partido demócrata y olvidado como heredero de la obra política de Jordi Pujol. Una confluencia –no convergencia– de centro progresista soberanista –no independentista– que conduzca a la residualización de CDC. Y, finalmente, el sometimiento a los avatares de una negociación con la CUP tan incierta como insólita por sus procedimientos. Con socios y sin embargo rivales en su lado de la mesa, y enemigos declarados al otro.
La rana de Esopo accedió a cruzar el río subiendo al escorpión a sus espaldas, pero en medio del trayecto el escorpión le clavó su letal aguijón. “¿Por qué lo has hecho?”, preguntó la rana mientras ambos se hundían bajo la superficie. “Es mi naturaleza”, respondió el escorpión. Tan natural como intentar acabar con el enemigo natural de la izquierda anticapitalista, por muy independentista que sea.