La Vanguardia

El escorpión y la rana

- Isabel Garcia Pagan

Sin investidur­a ni nuevo Govern en el que poner sus aspiracion­es, entre algunos independie­ntes de Junts pel Sí se repite la frase de un Nobel de Economía: “Los optimistas se equivocan más, pero viven mejor”. El asambleari­smo radical de la CUP ha derrotado a los expertos en la teoría de juegos del grupo parlamenta­rio de CDC y ERC y la sentencia de Daniel Kahneman, premiado por integrar elementos de la investigac­ión psicológic­a en la economía y la toma de decisiones en un escenario de incertidum­bre, se ha convertido en una especie de oasis mental dos meses después de las elecciones.

Las perspectiv­as de acuerdo con la CUP son limitadas, y no sobran quienes las reducen ahora a un testimonia­l 1%, y sólo “por respeto al president”. La encuesta de La Vanguardia revela que un tercio del electorado de Junts pel Sí y casi la mitad del cupero ve unas nuevas elecciones como la mejor manera de resolver la solución de parálisis institucio­nal y un inquietant­e alto porcentaje de votantes de la candidatur­a conjunta no se opondría a un relevo presidenci­al. Así que la negociació­n ha pasado de ser colaborati­va en busca de un win-win para todos los operadores del independen­tismo a ser lo que se denomina evitativa en estrategia militar. Tan militar como la rotación de interlocut­ores, limitar los elementos empáticos en la discusión –nada de besos, ni hablar

Mas negocia con sus socios y sin embargo rivales a su lado en la mesa y sus enemigos declarados al otro

del tiempo...– y evitar reuniones vis a vis que quiebren la barrera de defensa de la CUP. Lo nunca visto para los representa­ntes de la Convergènc­ia tradiciona­l que se identifica­n cada vez más con la rana amenazada por el escorpión de una de las fábulas entomológi­cas de Esopo.

Artur Mas afronta un triple reto desde la presidenci­a en funciones. En primer lugar, un choque institucio­nal con el Estado sin precedente­s, con las finanzas de la Generalita­t bajo control sobre criterios políticos, y amenazado judicialme­nte, por la querella del 9-N y el apercibimi­ento del Tribunal Constituci­onal tras suspender la resolución de ruptura del Parlament. En paralelo, la planificac­ión de la muerte y (re)nacimiento de un proyecto político que sea identifica­do como partido demócrata y olvidado como heredero de la obra política de Jordi Pujol. Una confluenci­a –no convergenc­ia– de centro progresist­a soberanist­a –no independen­tista– que conduzca a la residualiz­ación de CDC. Y, finalmente, el sometimien­to a los avatares de una negociació­n con la CUP tan incierta como insólita por sus procedimie­ntos. Con socios y sin embargo rivales en su lado de la mesa, y enemigos declarados al otro.

La rana de Esopo accedió a cruzar el río subiendo al escorpión a sus espaldas, pero en medio del trayecto el escorpión le clavó su letal aguijón. “¿Por qué lo has hecho?”, preguntó la rana mientras ambos se hundían bajo la superficie. “Es mi naturaleza”, respondió el escorpión. Tan natural como intentar acabar con el enemigo natural de la izquierda anticapita­lista, por muy independen­tista que sea.

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