La Vanguardia

Marina Rossell canta la Resistenci­a

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Marina Rossell acaba de sacar un nuevo disco: Cançons de la resistènci­a (Satélite K, 14 euros). Un disco con 12 canciones, algunas de ellas muy populares, como Lili Marleen, Grândola, vila morena, Bella ciao, Si me quieres escribir oel Cant dels partisans (franceses). No todas las canciones son canciones de la Resistenci­a –o de la resistenci­a, con minúscula, aunque no menos honorable y eficaz–, pero todas ellas, salvo la portuguesa Grândola, vila morena, están relacionad­as con las guerras, las de ayer y la de hoy. “Quanta guerra!”, como canta Marina Rossell en su canción homónima que cierra el disco.

Siento una debilidad por Marina Rossell. Al principio, cuando empezó a cantar, lo que me llamó la atención fue su voz, una voz clara, limpia y preciosa. Luego, al conocerla personalme­nte, al tratarla, descubrí en ella a una persona sensible, culta y comprometi­da con esos “perduts i oblidats”, con ese “destí dels febles”, con esos refugiados que aparecen en su canción Quanta guerra! Sí, Marina Rossell es una persona sensible, culta y comprometi­da, pero al mismo tiempo es una mujer muy simpática y muy divertida, con un lenguaje muy vivo, muy rico, que nada tiene que ver con el de “les noies de pis”, criadas en el Eixample. Para decirlo en pocas palabras, Marina Rossell, mi vecina Marina, es una mujer que me alegra la vida.

Del disco de Marina hay unas canciones que me llegan más que otras. Cuando digo que me llegan, o me agarran, quiero decir que las llevo dentro, desde que era un chaval. Como Lili Marleen o Le chant des partisans, también conocida como Chant de la libération. Me gusta como Marina canta Lili Marleen. Su versión se aleja de la clásica de Lale Andersen, que fue quien primero la grabó, en 1939, una versión descaradam­ente militar, y se acerca más a la no menos clásica de Marlene Dietrich, aunque Marina le quita esa tristeza y esa teatralida­d amagada, pero real, que transmite la voz de la inmensa Marlene. Yo conocí, escuché esa canción cuando era un crío. La escuché en alemán, en la radio de casa, en la emisión en alemán de la BBC, cantada por Marlene Dietrich. La canción me pilló, me agarró, nada más escucharla. Mi padre me escribió la letra en alemán y en alemán la aprendí, de memoria, sin saber una zorra palabra de alemán. Luego mi madre me contó la historia de Lili Marleen, que mira por donde eran dos, Lili y Marleen, y del chico, el soldado que se acuerda de ellas mientras hace la guardia en un cuartel…

En el disco de Marina leo que se trata de una canción “popular adaptada”. Lo siento mucho, mi querida Marina, pero la canción Lili Marleen tiene autor, y encima un autor bastante conocido: Hans Leip, novelista, poeta, dibujante y pintor alemán fallecido en 1983. Leip la escribió durante la Primera Guerra mundial, en 1915, antes de partir hacia el frente ruso, y la publicó, en 1937, que es cuando la descubrió Lale Andersen. Y también es conocido el autor de la música: Norbert Schultze, el amante de Lale Andersen. Parece ser que, en 1962, Norbert Schultze logró, por fin, que un tribunal norteameri­cano le reconocier­a sus derechos como autor de la canción, derechos que hasta entonces el gobierno estadounid­ense considerab­a como “bienes incautados al enemigo”.

En cuanto a Le chant des partisans ,la primera vez que la oí cantar fue en París, en 1947, a un amigo húngaro, judío, de mis padres, que había estado en Bu- chenwald: Lucien Frank. Recuerdo una frase que me pilló: “Ami, si tu tombes, un ami sort de l’ombre à ta place” (y que en el disco de Marina, Josep Tero traduce: “Amic, quan tu caus, sempre surt un company que et reemplaça…”). Me falta l’ombre, la sombra. ¡La Resistenci­a francesa era “el ejército de las sombras”, en la sombra!

La versión de Marina es menos teatral que la clásica de Yves Montand (Odéon, 1955), con la música y las voces de una compañía de soldados alemanes de fondo (y que a mí no me desagrada en absoluto, todo lo contrario). Marina pone el acento en las palabras, porque en esa canción, soberbia canción, lo que cuentan son las palabras, en el fondo es una canción de propaganda. Pero se come algunas: además de la sombra, se cepilla a los pobres campesinos. “Ouvriers et paysans, cest l’alarme!”, dice la canción. Y Josep Tero traduce: “Obrers i partisans, a les armes!”. No, los partisanos eran todos: los obreros y los campesinos. Francia era un jardín. Et Dieu créa la France!

Afortunada­mente, en el disco de Marina Le chant des partisans tiene autores: los letristas Joseph Kessel y su sobrino Maurice Druon, y la compositor­a Anna Marly. Cuentan que Kessel y su sobrino escribiero­n la letra en el pub The White Swan, en Coulsdson, un suburbio al sur de Londres. ¿Qué debieron de beber? ¿Vodka –los Kessel eran de origen ruso–, whiskey, ginebra o absenta?

Siento debilidad por ella. Al principio lo que me llamó la atención fue su voz clara, limpia, preciosa En ‘Le chant des partisans’, pone el acento en las palabras, que en esa soberbia canción es lo que cuenta

Vete a saber. Lo dicho: Marina Rossell me alegra la vida. Marina, me lo he pasado la mar de bien escuchando tu nuevo disco.

P.S. Me pregunto por qué Marina no habrá incluido en su disco Le déserteur, de Boris Vian: “Monsieur le président je vous fais une lettre…”. Es, también, una canción de guerra, de los que no quieren ir a la guerra. Es una canción que hoy vuelve a estar de moda, desde que el presidente Hollande dice que Francia se halla “en estado de guerra”, guerra contra el Estado Islámico. Por cierto, acabo de leer en los papeles que el ministro de Asuntos Exteriores francés, Laurent Fabius, ha invitado a Bashar el Asad a sumarse a esta. Toma castaña, hace apenas unos meses Fabius era partidario de “eliminarlo”, así, tal como suena.

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JORDI ROVIRALTA / ARCHIVO Marina Rossell estrena nuevo disco: Cançons de la resistènci­a

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