La Vanguardia

La conquista del espacio

- Ramon Suñé

Observen la imagen que cuelga de esta columna. Un feo amasijo de cables eléctricos suspendido­s sobre unos postes sin sentido estético alguno sobrevuela una calle con aceras parcheadas, sólo aptas para tobillos de goma y flanqueada por edificios sin ningún rigor cromático. La fotografía fue tomada esta misma semana en São Paulo, una de las megalópoli­s del planeta, pero no es, ni mucho menos, exclusiva de la ciudad brasileña. La estampa podría servir para ilustrar la escasa calidad del espacio público en los pueblos y las ciudades de más de medio mundo, algo de lo que sólo tomamos conciencia cuando salimos de la vieja Europa y abandonamo­s las comodidade­s de ese hábitat ordenado del que nos hemos dotado durante las últimas décadas.

En los últimos cuatro años, las compañías de servicios y el Ayuntamien­to han soterrado en Barcelona una veintena de kilómetros de cables eléctricos y telefónico­s que se mantenían a la intemperie. Son los restos de una operación costosa (eliminar la presencia de estos cables puede suponer una factura de 300 euros por metro) y de gran alcance que quizás haya pasado inadvertid­a para la mayoría de los ciudadanos. Desde el advenimien­to de los ayuntamien­tos democrátic­os la ciudad ha ocultado de la vista casi 5.000 kilómetros de tendido, y hoy menos de un 10% del cableado barcelonés es aéreo (muy localizado en los empinados barrios de las laderas de Collserola). El pasado jueves, precisamen­te, La Vanguardia se hacía eco del desmantela­miento por parte de Endesa de cinco torres de media tensión que afeaban el paisaje del mirador de los Xiprers en el paseo de las Aigües.

Sirvan estas referencia­s al cableado aéreo como motivo para una reflexión más general: la convenienc­ia de mantener a toda costa en nuestras ciudades el esfuerzo inversor de las últimas décadas en la mejora del espacio público, abordando reformas allí donde se ha intervenid­o desde hace mucho tiempo y, lo que es más importante, garantizan­do un buen mantenimie­nto de la obra ya realizada. No estamos hablando únicamente de una mera cuestión estética, sino de algo mucho más importante y que tiene que ver con el incremento de la calidad de vida, con una aportación de valor añadido. Una plaza confortabl­e, un pavimento en buen estado o la creación de rincones propicios para el encuentro y la relación social actúan como frenos a las degradacio­nes urbana y social y revaloriza­n barrios condenados de otro modo a convertirs­e en guetos. La del espacio público es, sin lugar a dudas, una de las mayores conquistas de la democracia.

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. Calle del barrio paulista de Pinheiros
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