Elsa Peretti, premiada por sus diseños de joyas
Joyeros, orfebres y gemólogos catalanes reconocen su obra
Elsa Peretti reside prácticamente todo el año en Sant Martí Vell, su refugio del Gironès lindando con el Baix Empordà, porque dice que “bajar” a Barcelona le pone enferma, “me duele todo”. En el campo es feliz, dedicada a sus dos actuales pasiones, “caminar y dejar de fumar”, asegura tras soltar una carcajada. Al otro lado del teléfono su voz es firme, su tono desordenado y su alegría inmensa. Le acaban
Este premio es muy importante para mí porque significa “el fin de mi historia con las joyas”
de conceder el trofeo 2015 del Col·legi de Joiers, d’Orfebres, de Rellotgers i Gemmòlegs de Catalunya y se siente inmensamente feliz, “lo que me siento es honradísima”, y recalca la ese alargándola tanto como su estado de ánimo. Dice que tiene otro premio “por ahí”, que no recuerda, pero que este es muy importante porque significa “el fin de mi historia con las joyas” . No se lo tomamos muy en serio a esta italiana –nacida en Florencia, española de adopción y agradecido corazón catalán (“¡lo que me han aguantado los catalanes!”)–, porque asegura atravesar un mal momento personal, que no aclara, pero dice que supera, al menos frente a nosotros asegurando varias veces que lo que quiere es “vivir”. Diserta, emocionada y atropelladamente, sobre la presencia de la joya en la vida de los humanos, sobre el sentimiento fetichista, su perdurabilidad. Admirada en todo el mundo a través de sus diseños orgánicos que vende en exclusiva en Tiffany & Co., se siente orgullosa de compartir el premio con el equipo de producción, que siempre “han tenido una paciencia tremenda conmigo, porque no es lo mismo hacer un diseño que producirlo en serie para venderlo a miles”. Y sobre esa cifra se manejan algunas de sus icónicas producciones, ese corazón desmayado, como dilatado por el calor, que cuelga en el cuello de miles de mujeres, en cualquiera de sus variantes, en todo el mundo.
Rebelde desde la cuna, siempre quiso trabajar y ganarse la vida “para no tener que volver siempre a casa de mamá”. Triunfadora en la moda, Peretti insiste en que está feliz por un recorrido del que se siente orgullosa. “Lo hice todo con mi dinero, hubiera podido conseguirlo de muchas maneras, incluso gestioné un préstamo, pero al final hice mis primeras produccio- nes con lo que yo ganaba como modelo”. Fue una estrella de las pasarelas y la publicidad, en un momento en que Nueva York “era libre, como todos, como yo” y ella pudo expresar su vena artística, primero con la botella del perfume de Halston, que fue también su primera incursión comercial de éxito. Ahora Nueva York es un recuerdo que le puede aturdir. Sant Martí Vell no es la Quinta Avenida, aunque ella ya ha comprado prácticamente todo el pueblo . Ha unido las casas para instaurar la Elsa Peretti Foundation, un centro cultural, una obsesión que materializó también en Barcelona en el Teatre Akadèmia. Y sigue empeñada en descansar, aunque quiere vivir, sentimientos antónimos donde los haya, mientras busca qué ponerse para la entrega del premio el lunes a las 20.30 en el Palau de la Música Catalana: “Eso sí es un problema”, y suelta una atronadora carcajada y al fondo ladra, insistentemente, un perro. Deben de ser los únicos sonidos que escucha Peretti en su pueblo. Y por donde puede pasear, pensar, vivir, tratar de adelgazarse y dejar de fumar. Y a buen seguro, seguir creando, que aunque dice sentirse vieja a sus 75 años, el vigor sigue mandando en sus intenciones. Y en sus imperativas palabras.