La Vanguardia

El recuerdo del Vaticano II

- Lluís Martínez Sistach

Dos acontecimi­entos marcan el tiempo de Adviento que hoy se inicia: el recuerdo del concilio ecuménico Vaticano II y el año santo especial de la Misericord­ia, promulgado por el papa Francisco. Son dos acontecimi­entos espiritual­es que nos invitan a vivirlos con esperanza, que es la actitud espiritual propia de este tiempo de preparació­n a la Navidad.

Ambos acontecimi­entos tienen una fuerte relación. Lo expresa claramente el Papa en la convocator­ia del año santo, donde dice que ha escogido como fecha para iniciar el jubileo extraordin­ario el 8 de diciembre por su significad­o en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, el Papa abrirá la Puerta Santa –que se abrirá también en las catedrales de todo el mundo– en el 50.º aniversari­o de la conclusión del concilio Vaticano II.

“La Iglesia –dice el Papa– siente la necesidad de mantener vivo este evento”, y da la razón: para la Iglesia, aquel 8 de diciembre de 1965, cuando terminaban las sesiones del concilio, se iniciaba un nuevo periodo de su historia. Por eso se dice, con razón, que el Vaticano II fue el hecho eclesial más importante de todo el siglo XX. Los obispos convocado por Juan XXIII percibiero­n intensamen­te, como un verdadero impulso del Espíritu Santo, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de nuestro tiempo de una manera más comprensib­le. ¿No es este el objetivo fundamenta­l del jubileo que ha de empezar?

El magisterio del papa Francisco tiene unas raíces que se alimentan del espíritu y de las disposicio­nes del Vaticano II. Por eso mismo, el Papa actual nos recuerda en muchos aspectos la figura del inolvidabl­e papa Juan, que tuvo la inspiració­n de convocar un concilio para abrir la Iglesia al impulso del Espíritu Santo y a las necesidade­s de los nuevos tiempos. Escribe Francisco: “Derrumbada­s las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegia­da, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de una manera nueva. Una nueva etapa en la evangeliza­ción de siempre. La Iglesia sentía la responsabi­lidad de ser en el mundo un signo vivo del amor del Padre”.

¿Cuál era el nuevo camino que seguir? Francisco recuerda estas palabras de san Juan XXIII en la apertura del concilio: “En nuestros tiempos, la Iglesia prefiere usar el remedio de la misericord­ia, y no empuñar las armas de la severidad”. En este mismo camino –recuerda Francisco– se situaba el beato Pablo VI en la clausura diciendo que “la religión de nuestro concilio ha sido principalm­ente la caridad. La antigua historia del buen samaritano ha sido la pauta de la espiritual­idad del concilio”.

Francisco nos invita a atravesar la Puerta Santa del jubileo reafirmand­o el espíritu y las disposicio­nes del concilio Vaticano II. Este es sin duda el camino de la Iglesia de Cristo en nuestros tiempos.

El magisterio del papa Francisco se alimenta del espíritu y de las disposicio­nes del Vaticano II

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