La Vanguardia

Tres minutos tarde

- Juan Antonio Casanova

Sergio González dijo en la previa que, para competir en el Calderón, su equipo debía jugar al menos con la misma intensidad que un rival que está donde está gracias a ella y a su gran organizaci­ón defensiva. Pero, para su desgracia, el Espanyol salió a jugar tres minutos tarde. Cuando lo hizo ya estaba perdiendo, y precisamen­te por falta de intensidad. Doble. Fuentes primero, en el corte de Óliver, y Roco luego, en el remate de Griezmann, cometieron el mismo error: esperar el balón en lugar de ir a por él, que es precisamen­te lo que hicieron sus dos adversario­s.

Con un 1-0 antes de los tres minutos a favor de un equipo que sabe resguardar­se mejor que ningún otro, el partido pintaba mal para el Espanyol. A veces era el centro del campo el que parecía incapaz de seguir el ritmo de ida y vuelta, con recuperaci­ones continuas, que imponía el Atlético. Y casi siempre era una traición el exceso de pelotas perdidas tontamente, viejo problema. Si no bajaba atrás Asensio (lejos de su nivel, como todos los jugadores determinan­tes) a buscarlo y era la defensa quien debía sacar el balón jugado en largo –y, lo que es más grave, a veces también en corto– la pérdida estaba asegurada.

A pesar de todo el Espanyol no se vio arrollado y ni siquiera tuvo que sufrir en muchas acciones a balón parado de las que tanto partido saca el Atlético. Aunque es de creer que esa tranquilid­ad –relativa: en el segundo tiempo hubo dos postes y tres buenas paradas de Pau– no habría existido con un empate en el marcador. Eso es opinable. Lo que no tiene vuelta de hoja es que resulta prácticame­nte imposible puntuar si, a pesar de acabar con cinco jugadores netamente ofensivos en el campo, ni rematas ni llegas al área contraria con peligro ni una sola vez.

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