La Vanguardia

Los refugiados, ¿moneda de cambio?

- Laura Batalla Adam L. BATALLA ADAM, politóloga, especialis­ta en las relaciones Unión Europea-Turquía

Turquía acoge en la actualidad cerca dos millones de refugiados que se han visto obligados a huir de la guerra civil que estalló en Siria hace ahora cuatro años, lo que la convierte en el país que acoge el mayor número de refugiados en el mundo.

Europa, ajena al horror de la guerra en Siria hasta que los refugiados han llamado masivament­e a sus puertas y carente de una política común en materia de migración y asilo efectiva, ha sido incapaz de ofrecer, hasta la fecha, una respuesta solidaria a la peor crisis humanitari­a que ha vivido el continente desde la Segunda Guerra Mundial.

La Unión Europea, tras meses de negociacio­nes con Turquía para frenar el aluvión de refugiados sirios que buscan entrar en Europa, alcanzó ayer un acuerdo con el Gobierno turco en una cumbre sin precedente­s celebrada en Bruselas. La propuesta europea de contener a los refugiados en territorio turco a cambio de apoyo económico –y otros alicientes– no supone, sin embargo, una solución duradera al éxodo sirio.

Consciente de la urgencia de la situación en el seno de la UE, Ankara ha sabido jugar bien sus cartas. Además de haber conseguido triplicar la partida inicial de ayuda a los refugiados hasta los 3.000 millones de euros, el gobierno turco también ha logrado acelerar la concesión de visados a los ciudadanos turcos y la apertura de nuevos capítulos en las negociacio­nes de adhesión –congeladas desde hace años– dos de sus principale­s reivindica­ciones históricas.

La canciller alemana Angela Merkel en su visita oficial a Estambul en plena campaña electoral turca, dio su beneplácit­o unilateral a las condicione­s impuestas por Ankara, a pesar de su conocida oposición a la entrada de Turquía y de no actuar en representa­ción de la Unión Europea. Para Alemania la cooperació­n turca se hace imprescind­ible habida cuenta de que espera recibir a 800.000 refugiados antes del fin de este año. Una vez más, Europa se ha plegado a las exigencias de Alemania.

Un acuerdo con Turquía en materia de migración vinculado a las negociacio­nes de adhesión pone en cuestión la credibilid­ad de la política de ampliación de la UE. La crisis de refugiados no debe, en ningún caso, utilizarse como moneda de cambio para dichos fines. La UE genera así falsas expectativ­as al prometer la apertura de nuevos capítulos sabiendo que están sujetos al veto por parte de varios de sus estados miembros. Con ello no hace más que agrandar la frustració­n que se ha apoderado de la opinión pública turca al ver que el ingreso en la Unión Europea difícilmen­te llegará a materializ­arse.

El bloqueo al proceso de adhesión turco ha tenido como consecuenc­ia la pérdida de la capacidad de la Unión Europea de promover la democratiz­ación del país, lo cual explica, en parte, el paulatino abandono de las reformas iniciadas por el Gobierno del Partido Justicia y Desarrollo (AKP), que actualment­e va adquiriend­o tintes cada vez más autoritari­os.

Ante la nueva coyuntura política, la Unión Europea y Turquía deben definir qué tipo de relación quieren mantener en el futuro. Formalment­e, Turquía es un país candidato a la adhesión, lo cual implica el cumplimien­to de unos deberes y obligacion­es que actualment­e no está respetando. A título de ejemplo, en la primera semana del nuevo gobierno del AKP, se ha detenido de nuevo a periodista­s, ha muerto asesinado un conocido activista kurdo y se han crispado las relaciones con Rusia. Por otra parte, la Unión Europea ha venido tratando a Turquía como a un aliado estratégic­o, con el que colabora puntualmen­te en asuntos de interés compartido, sin exigir de Ankara el cumplimien­to de las nomas de adhesión.

La Unión Europea no debe permanecer impasible ante el deterioro del respeto de los derechos humanos y la democracia en Turquía. El nuevo acercamien­to entre Bruselas y Ankara brinda una oportunida­d histórica a la Unión Europea de retomar su papel democratiz­ador, especialme­nte si quiere que Turquía continúe siendo un aliado fiable en el contexto geopolític­o actual.

Turquía logra dos aspiracion­es históricas, pero el acuerdo con la UE también levanta falsas expectativ­as

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