El poder de la ignorancia
NICOLAS Boileau escribió que la ignorancia siempre está dispuesta a admirarse. A menudo la ignorancia es el resultado, no tanto de lo que desconocemos, sino de la arrogancia con que defendemos lo que no sabemos. En los debates dialécticos, con tal de intentar quedar bien, comprobamos que buscamos ser audaces y demasiadas veces demostramos ser necios, cuando lo que realmente nos convierte en personas inteligentes es no hablar de lo que no hemos sido instruidos. Nadie nos pide que lo sepamos todo, sino que no nos aventuremos en lo que ignoramos. Josep Pla tituló su primer libro Coses vistes, que era una manera de explicarle al lector que sólo escribía de lo que había conocido en directo, que no hablaba de oídas, que no se adentraba en lo que no sabía. El escritor ampurdanés no quería descubrir el mundo a nadie, pero sí que el mundo se reconociera en su pequeño universo. La inteligencia radica en controlar los entornos, en gestionar las emociones y no presumir de lo que no nos alcanza. Su juego literario consistía en rebajar las ideas sublimes con palabras vulgares y elevar las cosas humildes con frases trascendentes.
Una de las sentencias más desconcertantes de la campaña la ha pronunciado Gabriel Rufián, el candidato de ERC, que en 8tv proclamó que “la Constitución fue de fascistas”. Para añadir: “No lo digo yo, lo dice la historia contemporánea”. Con ello restaba relevancia al hecho de que los catalanes la hubieran aprobado masivamente en referéndum. Pero, además, llamar fascistas a gentes como Miquel Roca, Jordi Solé Tura, Miguel Herrero de Miñón, Gregorio Peces Barba y compañía resultó una temeridad. Un insulto no sólo a ellos, sino a un país que recuperó sus libertades. Pero no se trató de mala fe, sino de ignorancia. Como se celebra el 700 aniversario de la muerte de Ramon Llull, haría bien Rufián en recordar la frase del sabio mallorquín: “Como es más lo que ignoras que lo que sabes, no hables mucho”.