El amigo de los hipsters
Es posible estudiar un fenómeno cuando aún se está produciendo? Mark Greif se plantea ¿Qué fue lo hipster? en un libro que Alpha Decay publicó en 2011. Cabría averiguar si el fenómeno sigue en pie, y si a Mariano Rajoy le suenan Wes Anderson o Slavoj Zizek, el pensador de cabecera de quienes no se toman nada en serio salvo a sí mismos. El PP hace un anuncio hipstérico y en su cuenta de Twitter el presidente aparece junto a un joven barbudo y el mensaje: “Nos vota gente muy diferente”. Sin prejuicios, añade. Como si fueran un colectivo en riesgo de exclusión.
Ahora resulta que el tal barbudo es rociero y fan de las corridas de toros. Según el libro de Greif, los hipsters actuales “son una subcultura generada por el neoliberalismo”, cuyos valores “exaltan la reacción política enmascarada de rebelión bajo una fachada de vicio”. Así, sería un hipster muy español y mucho español. Pero lo mejor para salir de dudas es consultar con un experto.
Calle Torrent de l’Olla. En la puerta de Barber Shop hay uno de esos postes con los colores de la bandera francesa dando vueltas. Dentro, huele a after shave después de la ducha. Levanto la voz sobre el silbido de los secadores para hablar con un cliente de manual: raya a un lado, camisa a cuadros, gafas de pasta. Es un hipster de invierno, porque en verano trabaja en la hostelería y se tiene que afeitar. Como su negocio está en Roses, le interesa más la política de Francia y no sigue la campaña.
Mientras peina a un chico, el peluquero José Antonio comenta que sólo Rajoy podría ir de algo que no es cuando ya está pasando de moda. Le pregunto por la barba de Pablo Iglesias. “¿Quién es ése? ¿El de la coleta? Su estética estaría bien para Venezuela, de donde vienen sus ideas”. A su compañero Rafa –cubano, tatuaje en el antebrazo– le molesta que algunos crean que el desaliño mola: “Son la cara del pueblo, deberían cuidar su imagen”. Querrá un pueblo infantil porque le gusta “el de la cara de niño”. A José Antonio no: “Ése y la otra son Ken y Barbie, muy postizos”. Aunque para postizos, “los tintes de Rajoy y de Parada, ¿tú te fiarías de alguien que se tiñe así?”.
Ningún cliente les ha pedido que lo peinen como a un político, pero sí como a Guti o Cristiano. Dice José Antonio que quizá vote “al de Santa Coloma castellanoparlante de ERC”; él sí sabe llevar barba, la onda en el pelo y tiene estilo. Ignora que Gabriel Rufián se hizo fotos en Twitter con Clipster, un click de Playmobil hipster que pasó con él 24 horas de campaña. ¿Es posible estudiar un fenómeno mientras se está produciendo? Tendríamos que saber por dónde empezar.