Auge euroescéptico
Las encuestas dan un 52% a la permanencia y un 48% a la salida de la UE
David Cameron se considera –no sin razón– un político con suerte. Y al igual que ha ganado dos elecciones (la última con mayoría absoluta) y el referéndum sobre la independencia de Escocia, piensa que va a ser capaz de convencer a sus compatriotas de que lo mejor para el Reino Unido es seguir en Europa, aunque las concesiones que arranque de Merkel y compañía sean a la hora de la verdad más simbólicas que otra cosa.
Sí, Cameron confía en su suerte, pero tampoco quiere abusar de ella por si las moscas. Y como sabe que los euroescépticos no van a estar contentos en ninguna circunstancia, y además teme que la ola de inmigración a Europa siga aumentando y alcance un nuevo pico en el verano próximo, ha decidido celebrar la consulta sobre la permanencia o la salida de la UE en junio o julio del 2016, antes de que el resentimiento contra los extranjeros se traduzca en una actitud negativa hacia todo lo que significa Europa. El plan consiste en anunciar la fecha definitiva después de la cumbre de febrero en que se concretará la “nueva relación” entre Londres y Bruselas.
Las negociaciones con los colegas de la Unión Europea nunca han sido el fuerte de Cameron, en el fondo un mal imitador de Thatcher cuando la Dama de Hierro se ponía firme, blandía su bolso y decía “no, no, no”. Cuando él dice “no, de ninguna manera”, la canciller alemana, Angela Merkel, permanece impasible sabiendo que es ella quien tiene la sartén por el mango. Y los líderes húngaros, polacos, checos, búlgaros y rumanos le mantienen el pulso y le leen la cartilla cuando habla de restringir los derechos de los inmigrantes y la libertad de movimiento de los trabajadores.
Cameron se metió en la boca del lobo al convocar el referéndum para intentar (en vano) mantener a raya al ala euroescéptica de su propio partido, y más todavía cuando puso como condición para defender la permanencia que los ciudadanos de otros países de la Unión Europea no pudieran solicitar créditos fiscales y otros beneficios sociales hasta después de llevar cuatro años en el país. Los europeos del Este le han dicho que bajo ninguna circunstancia van a aceptar semejante discriminación, y Merkel les ha dado la razón.
De manera que el primer ministro británico, que se había marcado
Varios ministros británicos piden luz verde para hacer campaña a favor del portazo a Europa
el farol de decir que no tenía plan B en su negociación con Bruselas, va ya por el plan C, el plan D e incluso el plan Z en busca de un compromiso que le permita salvar la cara, ya sea un “freno de emergencia” a la entrada temporal de emigrantes en el país si demuestra que sus servicios sociales no pueden asumir a tantos forasteros, o la aplicación de la misma restricción de los cuatro años para cobrar subsidios a los jóvenes británicos, con lo cual más de trescientos mil se quedarían de la noche a la mañana sin los subsidios que ahora perciben. El potencial para una revolución social.
Una revuelta social no es, sin embargo, la primera de las preocupaciones de Cameron. Una revuelta de los euroescépticos sí lo es, ya que un centenar y medio de diputados conservadores en la Cámara de los Comunes y casi la mitad del Gabinete pueden considerarse –con matices– dentro de esa categoría. El premier no ha concluido sus negociaciones con la UE para redefinir el marco de la relación del Reino Unido con el complicado
club, pero ya han surgido las primeras voces que dicen que el proceso es un fiasco y “así no vamos a ninguna parte”.
La primera voz en este frente ha sido obra del exministro de Defensa Liam Fox, que ya ha calificado de insatisfactorio el compromiso que presumiblemente obtendrá Cameron, y ha pedido la salida de Europa como mejor respuesta a la actual crisis migratoria y de seguridad en el continente. Siguiendo su ejemplo, varios ministros y secretarios de Estado del Gobierno (Iain Duncan Smith de Trabajo y Pensiones; Michael Gove, de Educación; Theresa May, de Interior; Theresa Villires, de Asuntos de Irlanda del Norte; Chris Grayling; Oliver Letwin; John Whittingdale, Priti Patel…) han expresado públicamente su descontento con el curso de los acontecimientos. Algunos, en privado, han exigido libertad de voto cuando llegue la hora de la verdad, y permiso para hacer campaña por el no.
Aunque tradicionalmente los británicos se han manifestado a favor de seguir en Europa por un margen de dos a uno, todas las últimas encuestas apuntan a un acercamiento de posiciones casi hasta el fifty fifty, con los partidarios de la permanencia en un 52% y los de la salida en el 48%. Cameron ha hecho tanta bandera de las restricciones a la inmigración que las concesiones que ha negociado en el resto de demandas (quedar fuera del objetivo de una integración política cada vez mayor, privilegios de la City, menos burocracia, garantías de que los países que no estén en el euro no serán discriminados) saben a poco.
Con las posiciones tan igualadas en el punto de partida, la posición que adopte el Gobierno puede ser decisiva. Los euroescépticos esperaban que Cameron se mantuviera neutral, pero el líder conservador ha dejado claro a su regreso de la última reunión negociadora en Bruselas que “las cosas van por el buen camino”, se va a dar por satisfecho con las pocas o muchas concesiones que obtenga, hará una chapuza en el tema de los subsidios para los inmigrantes, y campaña por la permanencia para “salvar empleos y la influencia política de Gran Bretaña”. Incluso está preparando un folleto para enviar a todos los hogares en la primavera con los argumentos a favor del sí, como hizo el laborista Harold Wilson antes de la consulta de 1975.
Hay cosas que aún no se saben, como los términos exactos del compromiso, la fecha de la consulta y el nivel de división dentro de los tories. Lo que en cambio es seguro es que Cameron necesitará que su buena estrella no le abandone. Confía en su suerte.