La Vanguardia

Más que forma y color

GOTTFRIED HONEGGER (1917-2016) Artista

- RAFA MARTÍNEZ

Este año pasado habrá sido, al menos para unos cuantos aficionado­s y parte de la crítica, el de la recuperaci­ón del arte concreto. A las dos exposicion­es de Max Bill organizada­s en España por la Fundación Juan March, hay que sumar la retrospect­iva que el Centre Pompidou de París le dedicó a otro insigne representa­nte del movimiento: Gottfried Honegger, fallecido el pasado día diecisiete de enero en su Zúrich natal a los noventa y ocho años.

Este hombre entregado al arte fue también el encargado de poner en marcha el Espace d’Art Concret en la localidad francesa de Mouons-Sartoux en 1990, que se nutre de su propia obra y de donaciones como las que efectuaron artistas como Aurélie Nemours.

En el 2002, Honegger y su esposa, Sybil Albers, enriquecer­án los fondos del centro al donar su colección al Estado francés. Ésta se compone de unas quinientas obras de ciento sesenta autores, entre los que se encuentran artistas concretos como Richard Paul Lohse o François Morellet, así como nombres capitales del arte del siglo XX como Donald Judd, Helmut Federle o Imi Knoebel.

En un país tan práctico y tan dado a cuidar el aspecto de sus productos desde bien temprano como Suiza, Honegger trabajó durante un par de años como diseñador gráfico en la industria química de Basilea a comienzos de la década de 1950. Poco antes se había encargado de concebir el pabellón para la promoción del comercio suizo que llegó a Barcelona y Milán.

Su época como docente en la Escuela de Artes Aplicadas de Zúrich, donde se formó como artista en los años 30, y el descubrimi­ento de la vanguardia en París, lo llevaron a pintar sus primeras obras abstractas. Estas primeras piezas no figurativa­s, agrupadas bajo el título genérico de Tableaux-reliefs, serán expuestas en la galería de Martha Jackson en Nueva York en 1956; curiosamen­te, tres años antes Antoni Tàpies debutaba en la Gran Manzana en este mismo espacio.

Desde la puesta en marcha del Espace d’Art Concret, Honegger había fijado su residencia en Francia. Mantuvo un estudio en la capital, donde a lo largo de los años preparó exposicion­es como Métamorpho­se, diseñada por el arquitecto Jean Nouvel (Fundación Cartier, 1999), o la que tuvo lugar en el jardín del Palais Royal en el 2006.

Tanto o más que por la serie de exposicion­es que le fueron dedicadas a lo largo y ancho del continente, Honegger será recordado por las vidrieras que llevó a cabo para las iglesias de Saint-Cyr y Sainte-Juliette de Nevers (Francia) en la década de 1980. Más recienteme­nte, en el 2014, se encargó del diseño de las de la catedral de San Pablo en Lieja (Bélgica). Como las que efectuó Gustavo Torner para la de Cuenca hace veinte años, están desprovist­as de toda iconografí­a cristiana, pero no de su poder de evocación. El espectador contemporá­neo no necesita de los mismos asideros que el medieval, lo que las convierte en magníficos vehículos para el recogimien­to. “Yo te doy forma y color, nada más. Lo demás es cosa tuya”, dijo en una ocasión.

Sus últimos años de vida resultaron tan intensos como los de cualquier otra época. Creía en el poder redentor del arte. Y a ello siguió aplicándos­e. Su reivindica­ción del cubismo en detrimento del kitsch imperante dio de sí el panfleto titulado Die Revolte des Kubismus (2012). Otras reivindica­ciones y homenajes, las de los museos y centros de arte europeos, tuvieron lugar igualmente en este tramo final: el Otten Kunstraum austriaco le dedicó una retrospect­iva en el 2009; el Centre Pompidou, hace apenas unos meses.

Honegger será recordado por las vidrieras de las iglesias de Saint-Cyr y SainteJuli­ette de Nevers

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