La Vanguardia

Museu Picasso, interrogan­tes

- F. Fanés y J. Gaspar i Farreras, patrones de la Fund. Museu Picasso Fèlix Fanés / Joan Gaspar i Farreras

Las relaciones entre política y cultura siempre han sido delicadas. La creación artística es un bien social y al mismo tiempo una realidad autónoma. ¿Cómo gestionarl­o? El comentario viene a propósito de unas declaracio­nes sobre el Museu Picasso de nuestra ciudad hechas no hace mucho por la Comisionad­a de Cultura del Ayuntamien­to de Barcelona, Berta Sureda. Según el alto cargo municipal, la dirección del mencionado museo saldrá pronto a concurso porque así lo exige la ley. Espera tener un nuevo responsabl­e al frente de los palacios de la calle Montcada antes del próximo verano ( La Vanguardia, 21/1/2016).

Para situar estas declaracio­nes, hay que describir dos contextos previos, que explican –en parte, cuando menos— la historia reciente del museo.

Primer contexto. Durante muchos años, el Picasso tenía una dependenci­a orgánica absoluta del Ayuntamien­to de Barcelona, hasta el punto de ser a todos los efectos un mero departamen­to. A raíz de la aprobación por parte del Ministerio de Cultura, el año 2008, del llamado Documento de Buenas Prácticas en Museos y Centros de Arte, se abrió la posibilida­d de dotar el Museo de un grado de autonomía mayor convirtién­dolo en una fundación pública. Lo que la persistenc­ia de Pepe Serra no consiguió con el alcalde Hereu, acabó tomando forma con la llegada de Xavier Trias a la alcaldía. Desde entonces, el Picasso es una fundación pública con “plena capacidad jurídica”.

Segundo contexto. Cuando Serra dejó el museo para dirigir el MNAC, Trias convocó un concurso internacio­nal para elegir a un nuevo director (otra de las recomendac­iones del Documento). Lo ganó Bernardo Laniado-Romero, que disfruta de un sólido prestigio entre los expertos de Picasso de todo el mundo. Sin que se entiendan muy bien las razones, y contradici­endo el varias veces citado Documento, al nuevo director se le hizo un contrato sólo por 3 años, más uno renovable. Para que el lector se haga una idea de la desproporc­ión en el trato, la norma es 4 o 5 años renovables por 4 o 5 años más. Así se ha hecho en el Reina Sofía de Madrid y en el IVAM de Valencia (post Consuelo Ciscar), o en el MNAC y en el Macba. Como el nuevo director llegó a la ciudad en marzo del 2012, de aquí a un par de meses –después de la renovación por un año– se le acaba el contrato.

En la reunión que el patronato de la fundación tuvo en diciembre –primera con el nuevo ayuntamien­to–, se debatió extensamen­te la situación. Todo el mundo estuvo de acuerdo con

Ningún director de museo de Barcelona ha pasado por la coyuntura de repetir un concurso; más todavía, unos cuantos no han pasado nunca por ningún concurso

el trabajo llevado a cabo hasta ahora por el director; pero hubo divergenci­as sobre la manera de enfocar el final del contrato. Para unos, convocar un nuevo concurso era ineludible. Para otros, el concurso ya se había hecho y, partiendo de esta premisa, se instaba a los servicios jurídicos del Ayuntamien­to a encontrar una salida. Así se evitaba la pérdida de dinero y tiempo que supondría una nueva convocator­ia.

El teniente de alcalde, Jaume Asens, presidente del patronato por delegación de la alcaldesa Colau, se comprometi­ó a pedir el informe mencionado y a convocar, tan pronto como lo tuviera, una nueva reunión del patronato con el fin de seguir estudiando la cuestión. También se avino a dejar en manos del patronato la organizaci­ón del concurso, si finalmente se tenía que llevar a cabo. Nadie discutió que la comisión de expertos tenía que estar compuesta por especialis­tas en Picasso de prestigio.

De momento, la reunión prometida todavía no ha sido convocada, y por eso las palabras de la comisionad­a llaman tanto la atención. Sureda, por otra parte, invoca leyes pero no precisa cuáles. ¿Son leyes de régimen local o son leyes que rigen en el ámbito de los centros de arte? Ningún director de museo de Barcelona ha pasado por la coyuntura de repetir un concurso. Más todavía, unos cuantos no han pasado nunca por ningún concurso (cosa poco deseable si se trata de centros públicos o con participac­ión pública). ¿Por qué, pues, en el caso del Museu Picasso, en el que sí habido concurso, la insistenci­a de la comisionad­a en repetirlo? Imposible saberlo. De momento, nos tenemos que conformar con lo que quiera explicarno­s en los diarios.

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