Cela en papel diario
‘Obra fundamental’ rescata al joven Camilo José Cela articulista en la recopilación ‘La forja de un escritor’, que reúne textos de los años 1943 a 1952
De entre “un millar de artículos”, en aserto de Camilo José Cela, y unos seiscientos, en constancia contable del decano de la facultad de Filología de Barcelona, Adolfo Sotelo, salen el medio centenar que la colección Cuadernos de Obra Fundamental de la Fundación Banco de Santander publica en el volumen La forja de un escritor. Antologado y prologado por Sotelo, el volumen recoge, en el centenario de su nacimiento –que se cumple el próximo 11 de mayo–, el trabajo periodístico del premio Nobel en el periodo comprendido entre 1943 y 1952, unos años en los que colabora de forma pródiga con los diarios Arriba y La Vanguardia. Y con esta selección de textos casi olvidados se pretende ampliar el retrato de “un escritor total”, en palabras de Sotelo, cuya imagen postrera ha padecido una cierta simplificación, merced, en buena medida, a los excesos, excentricidades y dimensión pública del personaje que el propio escritor construyó en torno a sí mismo.
Francisco Javier Expósito, responsable del área literaria de la Fundación Banco de Santander, explicaba durante la presentación del volumen el cariz intimista y observador de estos artículos, que revelan “un lirismo quebrado, cautivador con sus emociones”, en una colección de “textos luminososos” en los que descansa “la esencia de la prosa de Cela”. Sotelo, por su parte, sostiene que en estos artículos ya pueden apreciarse “los dos pilares sobre los que descansa la obra de Cela”, sostenes que comparte, a juicio del antólogo, con Flaubert, Baroja y Faulkner: La memoria y la mirada. Y en tal sentido, apelaba a uno de los artículos recogidos en el volumen y titulado Elogio del mirón, publicado originalmente por este diario. “¿Qué raro mundo cruza por la cabeza del hombre que, con las manos en los bolsillos, mira cómo el charlatán de plazuela vende relojes a duro? (...)El mi- rón, por lo menos el mirón puro, el hombre que estrena unos ojos y un pasmo nuevos cada mañana, no mira por curiosidad, como las gentes piensan, sino simplemente por el delicado placer de mirar así sin más ni más, de mirar siempre y pase lo que pase. El mirón –que no es el observador. ni el espectador y ni siquiera el contemplador– es el hombre con alma de árbol que necesita ver la vida de los otros hombres para poder escuchar, casi como sin querer, el tímido latido de su propio corazón”.
Y la memoria, “fuente de dolor”, segundo pilar que citaba Sotelo, que vemos simpáticamente convertida en sarcasmo al narrar, en El tercer pateo, su fracaso como guionista cinematográfico. “Yo hubiera querido ser ese señor de derechas a quien nunca jamás patearon. ¡Qué delicia ser un señor conspicuo, algo burro, serio y ordenancista! (...) ¡Qué honor para mis descendientes si tuviera algún premio: a la aplicación, a la buena conducta, a la mejor novela, a la abnegación y al espíritu de sacrificio, a lo que fuera! Pero... Uno se conoce que no está hecho de apacible madera”, escribía a los treinta y tantos en irónico lamento el luego ganador del Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Nobel, el Planeta, el Sant Jordi, el Mariano de Cavia, el Ramón de Carranza, el Nacional de Narrativa...
La selección concluye allí donde el periodismo dejó de ser la fuente primordial de sustento para el joven escritor. Publicada en Buenos Aires La colmena, en 1951, para 1952 Cela ya es un escritor consolidado y un personaje clave en el ecosistema intelectual y literario del franquismo.
“Yo hubiera querido ser ese señor de derechas a quien nunca jamás patearon”, escribió el luego Nobel