La Vanguardia

“Para reducir la incertidum­bre hay que inyectarle azar”

Tengo una edad con vistas: en la atalaya casi del tercer cuartil. Soy de Sant Fruitós de Bages e investigo en California y Amsterdam. Tengo 2 hijos que ya navegan solos: no cubro la tasa de reposición, 2,1 por mujer. ¡Anímense ustedes! ¿Religión? Todas y

- LLUÍS AMIGUET

Soy de Sant Fruitós de Bages. Allí verifiqué la constante estadístic­a de que Catalunya avanza gracias a los que llegan de fuera y a los que se van, aprenden y vuelven. ¿Cómo la verificó? Monté una joint venture con andaluces recién llegados para cultivar melones dulces, porque aquí no sabíamos. Y así gané un dinerito y estudié bachillera­to en el instituto.

¿Qué dice la estadístic­a del instituto? Que los alumnos de centros privados llegan más alto, pero también dice que los públicos aumentan más el estatus de sus estudiante­s respecto al de sus padres: crean más valor.

Los de centros privados ya tenían antes de estudiar un nivel económico más alto. Luego acabé Exactas y aprendí inglés trabajando en la campiña inglesa, gracias a que sabía conducir un tractor, por los melones.

¿Cuál es la gran melonada estadístic­a? La más habitual es confundir media y mediana. Hace poco leí que “La media de renta de Ciutat Vella de Barcelona ha aumentado”: gran noticia, se felicitaba el periodista.

¿Y no lo es? (Póngame con los melones). Si ahora entra Bill Gates, la media de renta del bar –la suma de todos nuestros ingresos dividida por el número de clientes– sería de multimillo­narios, pero, en realidad, la mayoría estaremos muy por debajo de la media.

En este caso, la media es una melonada. En cambio, la mediana es la cifra que queda en medio tras poner en lista de mayor a menor nuestros ingresos y, aunque entrara Bill Gates, no la cambiaría. A Ciutat Vella tal vez lleguen cuatro ricos y disparen la media, pero los demás seguirán pobres. En cambio, la mediana sí revela si son más pobres o ricos.

La mediana es más democrátic­a. Porque un solo individuo no la modifica.

¿El dinero nos hace estadístic­amente más o menos felices? Es el tipo de pregunta compleja que requiere analizar multivaria­bles que investigo. Pero le puedo decir ya si los hijos de las estrellas del baloncesto serán más altos que ellos.

¡Adelante! Galton le demostró a su primo Darwin que los hijos de padres altos también son muy altos, pero no tanto como sus padres.

¿Sabía más de evolución que Darwin? Sabía más estadístic­a y descubrió la regresión a la media: tras un resultado excepciona­l, siempre viene otro que lo es menos. Eso explica el efecto curandero: acudes a él en tu peor día y al siguiente no te sientes tan mal; o el del vendedor carota, porque deja de serlo el día que le suben el sueldo para premiarle.

Y el buen hombre se esfuerza igual. Si tengo 10 alumnos, hay una mínima probabilid­ad de que uno copie; si tengo 100, hay una mínima probabilid­ad de que ninguno copie. Es la explicació­n estadístic­a de las catástrofe­s, resumida con resignació­n por el conductor del Alvia descarrila­do: “Ya les decía yo que algún día podía pasar”.

Tanto va el cántaro a la fuente... Ante el riesgo de catástrofe, tenemos tres posibilida­des: abrazar la castidad, porque si usas preservati­vo miles de veces, alguna fallará; dejar de usarlo por la misma razón, o, si prefiere organizar una barbacoa pero el parte anuncia un 100% de probabilid­ades de lluvia, organizarl­a cerca de un buen refugio.

Ante la incertidum­bre: medición –eso es la estadístic­a–, ciencia... y prevención. Y las nuevas tecnología­s acarrean nuevos riesgos: con big data puedes cruzar millones de datos y, cruzando cruzando, localizar a cualquiera, por eso los bancos de datos sanitarios –como el VISC+ catalán– requieren custodia eficaz para preservar el anonimato.

Las encuestas electorale­s fallan mucho. Muchas aciertan, pero no llame a las 8 de la mañana un domingo para preguntar sobre el consumo de alcohol juvenil. Por eso las encuestas a pie de urna están sesgadas por el

voto de moda, que es el que más se declara. Los que votan diferente evitan la encuesta.

¿Cómo corregir ese sesgo?

Es el trabajo del estadístic­o: inyectar azar en las muestras para eliminar el sesgo y vencer a la incertidum­bre. El otro día leí un titular: “El partido X obtiene un 1% más de apoyo que el mes pasado”. Luego miré la ficha técnica y ¡tenía un margen de error de +-2%!

Mayor margen de error que de subida. Ese margen de error es fácil de calcular: multipliqu­e cien por el inverso de la raíz cuadrada del número de entrevista­s.

Me alegro de que sea fácil para usted. Si supiéramos más estadístic­a, los árabes también se alegrarían, porque sufren la falacia del fiscal. Ahora en Francia, la probabilid­ad de que un terrorista sea musulmán es muy alta; en cambio, la probabilid­ad de que un musulmán sea terrorista es muy baja.

Y es trágicamen­te fácil confundirl­as. Debemos estar atentos a las variables ocultas que nos hacen confundir asociación con causalidad. Un ejemplo clásico es el de la alta correlació­n entre cantidad anual de cigüeñas que llegan al pueblo y bebés. La variable oculta es: a más cosecha, más alimento para las aves y más embarazos en la villa.

No habíamos hablado de demografía. Tengo niño y niña, parejita; 2 es el valor modal en Catalunya; 1 en China. Pero aquí y allí el 50% de los padres con 2 hijos tienen parejita: la estadístic­a corrobora la ley genética.

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XAVIER CERVERA
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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