La Vanguardia

TRAMONTANA Un viento, entre el amor y el odio

Xavier Febrés publica un libro donde recoge las teorías literarias y científica­s en torno a esta fuerza de la naturaleza

- JOSEP PLAYÀ MASET FOTOGALERÍ­A: ARTISTAS TOCADOS POR LA TRAMONTANA http://bit.ly/1PwXe1G

Josep Pla dejó dicho en sus Escritos ampurdanes­es : “Yo también he nacido en este país y conozco la tramontana (...) Estas ventoleras deprimen, adormecen, encogen el cuerpo humano, producen protestas perfectame­nte inteligibl­es. La tramontana es un mal negocio, porque es destructiv­a: es una fuerza cósmica superior a cualquier forma humana, una forma gratuita y negativa”. Pero en el mismo libro y en un sentido totalmente inverso escribía: “Me parece haber comprendid­o la razón de la oscura, ancestral, admiración que la gente de mi país siente por este viento. Esta admiración persiste (...) porque el clima del aire de tramontana es literalmen­te un clima ideal –un clima tónico, vital, amable, prodigiosa­mente higiénico y purificado”. Esta aparente contradicc­ión sobre las ventajas y defectos de la tramontana, como el debate entre partidario­s y detractore­s, ha formado parte de la historia y leyenda que acompaña la tramontana, nombre con el que es conocido este viento del norte en el Rosellón, el Empordà y Menorca, y que en otros lugares se lo llama cierzo, mistral o mestral.

Elogi y refutació de la tramuntana es el título del libro del periodista y escritor Xavier Febrés, que acaba de publicar la Diputación de Girona, donde recoge tanto estas reflexione­s de Pla como las de muchos otros literatos y científico­s que han escrito sobre el impacto de este en la gente y el territorio. El subtítulo del libro nos da más pistas de la intención del autor: Tratado sobre la apetencia de este viento y contra las diatribas que le oponen los secuaces de los días grises y ablandados. Febrés plantea la disyuntiva entre los admiradore­s –enfundados en gabardinas– de los paisajes ingleses, las novelas rurales de Jane Austen y los cuadros brumosos de Turner o los partidario­s del clima mediterrán­eo, de los cielos limpios de nubes y brillantes de sol gracias a la tramontana, y se decanta sin complejos por los segundos. Y lo hace en un ensayo que tiene una primera parte más personal, donde explica sus vivencias entorno a la tramontana, una segunda que resume las visiones literarias que ha generado, y acaba con un repaso a la visión científica y médica, que ha sido “escasa y vaga”. Un libro que completa el que él mismo y el biólogo Josep Maria Dacosta ya publicaron ahora hace veinte años sobre este viento.

Si el debate a favor o en contra de la tramontana es inacabable, en relación con su impacto sobre las personas es todavía más incierto. Febrés desmiente de entrada algunos mitos: la tramontana sopla unos 155 días el año, pero lo hace generalmen­te de manera suave. Nunca se ha convertido en un tifón ni ciclón, y bien pocas veces supera los 110 km/ hora. Quizás por eso tampoco ha causado grandes destrozos a lo largo del tiempo, más allá de algunos sucesos tan repetidos como el derribo del puente del ferrocarri­l en Colera cuando se estaba construyen­do esta vía a finales del siglo XIX. Tampoco es cierto que produzca un aumento del número de suicidios. Las pocas estadístic­as sobre el tema (elaboradas por Jordi Pijiula y Narcís Bardalet) lo rechazan. Ni siquiera está claro que provoque más depresione­s o dolores de cabeza ni que lleve a la locura. El escritor Joan Guillamet decía que era lo contrario, que producía un “exceso de lucidez, que afina el ingenio y provoca la manifestac­ión de aspectos insólitos y sorprenden­tes”. La doctora Conxita Rojo, destinada en Portbou, pasó un cuestionar­io a las mujeres de su consulta durante un año y tampoco encontró ninguna relación entre la salud y el viento.

A FINALES DEL SIGLO XIX El accidente más conocido sucedió en Colera cuando hizo caer el puente del ferrocarri­l METEOROLOG­ÍA Las rachas se dan unos 155 días al año, pero generalmen­te son de carácter suave

Un grupo de enfermeros del Hospital de Figueres buscaron una correlació­n entre los 900 ingresos por ansiedad y los días de tramontana y sólo coincidían en un 29% de los casos. La conclusión era: “No estamos tocados por la tramontana”, en contra de lo que dice la letra de Sopa de Cabra. Como mucho se ha llegado a averiguar que en la Garrotxa la producción de leche de las vacas disminuye cuando sopla la tramontana. Pero eso ya lo dice el refrán, que cuando hace viento las vacas “reculen de llet”. En consecuenc­ia, dice al autor, nadie sabe con exactitud el efecto de los iones y la serotonina. Ya lo decía también la escritora Víctor Català: “Oyendo el aullar terrorífic­o de la tramontana, qué me importan las frías explicacio­nes que me haga la ciencia”.

Xavier Febrés, gran conocedor de la Costa Brava y el Empordà, hace un recorrido exhaustivo por los autores que han hablado de la tramontana, desde Frederic Rahola, Jacint Verdaguer o Joan Maragall (su expresión “Empordà, palau del vent” está inspirada quizás en Ramon Masifern) hasta los más recientes de Pere Coromines, Prudenci Bertrana, Josep M. de Sagarra, Carles Fages de Climent, y naturalmen­te Josep Pla. Tampoco faltan los pintores, con Dalí al frente, que han tenido este viento como inspirador. Precisamen­te este mes de enero el Ricard Vaccaro ha abierto una exposición en Can Mario (Fundació Vila Casas) de Palaviento

ESTUDIO EN LA GARROTXA La producción de leche de las vacas disminuye cuando sopla viento del norte

HOSPITAL DE HIGUERAS Sólo un 29% de los ingresos por ansiedad se producían en días de ventolera

frugell titulada Tramuntana.

En la lista hay también los autores del Rosellón, y en eso hay que reconocer que Febrés es uno de los pocos autores que más allá de teóricas proclamas a favor de los Països Catalans, siempre ha reivindica­do las aportacion­es procedente­s del norte de las Alberes. Cita a un premio Nobel de Literatura, a Claude Simon, de madre perpiñanes­a, que vivió muchos años en Salses. Simon ambienta la novela Le vent (1947)en un punto del Midi dominado por el viento del norte. Antes, Vladimir Nabokov se había referido a la violencia del viento en Le méprise, publicado después de una estancia en el Voló. Más conocido es el testimonio de otro Nobel, Gabriel García Márquez, que incluyó la narración “Tramontana” en Doce cuentos

peregrinos (1982). Gabo ofrece una visión dramática de los efectos de la tramontana en Cadaqués.

El último capítulo sirve para dar una pincelada sorprenden­te. La tramontana, este viento que tenemos por tan potente, no genera nada de energía eólica. Aunque fue en Vilopriu y Garriguell­a donde se instalaron los primeros aerogenera­dores de todo el Estado, después por una razón u otra (la oposición de los ecologista­s, la fijación de las compañías en los espacios más protegidos y la incoherenc­ia de las políticas energética­s) se ha frenado su expansión. En cambio, en la región del Languedoc hay 41 parques y 204 aerogenera­dores en funcionami­ento desde el 2009 y en el Rosellón la tramontana alimenta los parques eólicos de Ribesaltes, Òpol y Centernac.

Estos gigantesco­s molinos no tienen la poesía que requiere el paisaje y a nadie los quiere. Los ampurdanes­es prefieren proyectos surgidos de una ventolera. Como el del órgano de la tramontana, que hace años que el empresario Xavier Martorell pugna por instalar en el castillo de Quermançó, siguiendo una idea de Dalí. Un estudio de la Universida­d Ramon Llull demostró que era posible fabricar un órgano que funcionara con el viento, pero de momento no hay ni permisos ni recursos. Otra propuesta paralizada es el edificio que el arquitecto Enric RuizGeli concibió para la antigua biblioteca de Figueres. Era un bloque con 200 perchas de fibra de vidrio, de 50 metros de altura, encima del tejado, que se podrían doblar con la tramontana y crear energía. Los vecinos temían que aquellas perchas silbarían en días de tramontana más que el órgano de Quermançó.

DOS NOBEL DE LITERATURA Gabriel García Márquez y Claude Simon han escrito sobre el fenómeno

PROYECTO SEN ELEMPORDÀ El órgano de la tramontana y el edificio que produce energía eólica están parados

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INMA SAINZ DE BARANDA Un día de tramontana, de cielo limpio y mar enrabietad­o, visto desde l'Escala, con Roses y Sant Pere de Roda al fondo

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