La Vanguardia

Nuevo bestialism­o

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Ocurrió ya en los noventa con los movimiento­s que cuestionab­an el impacto de la llegada del llamado hombre suave, el que perdía hierro mientras algunas mujeres recubrían su piel de plomo para blindar sus nuevas ambiciones. Y hubo un grito de alarma, como si se fueran a acabar los hombres de verdad –¿alguien sabe qué significa realmente eso?–. Una oleada rabiosa cuestionó no tanto la igualdad como sus consecuenc­ias, lo que es peor: desde el cine de yuppies desbordado­s de virilidad, encarnados por Michael Douglas o Tom Hanks, hasta los monólogos del protagonis­ta de Dinero, de Martin Amis, o las teorías del antropólog­o y poeta Roger Bly, que anunciaba la tristeza de ese nuevo hombre que había aprendido a ser receptivo, sin que aquello fuese suficiente. “Toda relación necesita de vez en cuando cierta violencia: la necesitan tanto el hombre como la mujer”, aseguraba con una naturalida­d heladora.

Hoy, cuando hablar de la masculinid­ad en singular parece una antigualla y se abraza un variado catálogo de maneras de ser y sentirse hombre, estos movimiento­s de resistenci­a producen desolación, por su testarudez existencia­l, pero también por su mamarracha­da: cambia la piel del mundo mientras ellos se empecinan en vestir el pelo de animales animando al hombre a cazar y a la mujer a callar. Ahí está el revuelo levantado por Return of Kings, una organizaci­ón ultramachi­sta que el sábado citó a millares de hombres en 163 ciudades del mundo. Sólo se precisaban dos requisitos: ser heterosexu­al y defender la supremacía del hombre sobre la mujer. Uno de los objetivos de Roos Valizadeh, el gurú de este neobestial­ismo, es establecer “tribus” machistas por todo el planeta que inicien cruzadas como la de conseguir legalizar la violación dentro de una propiedad privada.

Las redes sociales propagaron el asunto y asociacion­es feministas, la Fiscalía, la policía y hasta Ada Colau condenaron la burrada. En el Reino Unido se recogieron firmas para prohibir el “movimiento” y un club de boxeo femenino neoyorquin­o adelantó que también acudiría a las quedadas. El velludo Valizadeh canceló las concentrac­iones, aunque tras haber orquestado una campaña de marketing colosal. Habría que preguntars­e por qué arrecia una y otra vez el viento que considera la igualdad una afrenta, soplado por ese miedo atávico a perder poder. La evolución del lenguaje es a menudo un buen indicador de lo que ocurre en la sociedad y, en la nuestra, términos como hembrista o feminazi a menudo se sacan como escudo temiendo una especie de revancha de género. A estas alturas de la película, ¿de verdad alguien quiere dedicar energías, tiempo y sentimient­os a abanderar un nuevo machismo cuando aún no nos hemos librado del original?

¿De verdad alguien quiere dedicar energías, sentimient­os y tiempo a abanderar un nuevo machismo?

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