La Vanguardia

El sentimient­o del tiempo

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El viernes yo daba una clase de literatura a mis alumnos y, hablando de Francesc Vicent Garcia, hice una referencia a Góngora. Recordé que aún no tenía el libro de José María Micó, especialis­ta en la poesía del cordobés, y, de repente, sentí la necesidad de leerlo. En cuanto salí del instituto me fui derecho a la librería y adquirí Para entender a Góngora (Acantilado), de cuya lectura disfruto en este momento.

En el prólogo, doy con un nombre que me resulta remotament­e familiar: el de una italiana especialis­ta en el autor culterano. Nombre y apellido coinciden, de hecho, con los de una chica que yo conocí en Montpellie­r en 1985, en un viaje de estudios con mis compañeros de tercero de BUP. No, no puede tratarse de la misma persona, me digo: el apellido, tan caracte- rísticamen­te italiano, unido a un nombre no menos italiano, de ilustre prosapia literaria... la combinació­n de ambos debe de ser compartida por unos cuantos centenares de mujeres, en Italia y en el ancho mundo. Sin embargo, recuerdo que la muchacha que yo había tratado ese julio de 1985 era filóloga hispánica, lo que me hace sospechar.

Ya en casa, empiezo a rastrear en cajones, y en seguida acuden a mi mano un par de cartas suyas. Debía de contar (debe de contar) unos diez años más que yo. Son cartas con una bella caligrafía, que revelan –yo debía de mandarle también unas pocas– una incipiente complicida­d literaria. En aquellos años empezaba a leer poesía (en una de las letras, me referiría a Ungaretti, puesto que ella responde a una pregunta mía sobre el poeta hermético). Me viene a la cabeza que, años atrás, evocando ese viaje provenzal, intenté localizar a la furtiva amiga en Facebook, sin éxito. Por lo menos había diez o doce mujeres con el mismo nombre, pero ninguna de ellas correspond­ía a la que yo estaba buscando.

Sin embargo, el viernes me topo con su nombre en el libro de Micó –¡qué hermoso y raro es que alguien regrese a tu vida no porque has indagado expresamen­te sobre ella on line, sino porque, por azar, se te apareció en una página impresa!–, y entonces doy con su fotografía en Google. Ahora sí, en efecto, es ella: especialis­ta en Góngora. Tiene el pelo gris: pasaron tres décadas (yo apenas tengo pelo). ¡Cuántas cosas debe de haber hecho en todos estos años! Se cierra el círculo: antes mentaba a Ungaretti, autor de Sentimient­o del tiempo...

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