Hagas lo que hagas…
La última investigación de ‘Soy noticia’ ha sido el negocio (presumiblemente sucio) de las bragas de usar y vender
El esperpento, si resulta noticiable, suele ser por defecto doblemente esperpéntico. Vistas sus cuatro primeras entregas, parece claro que el nuevo Soy noticia de Cuatro pretende ampliar por la vía de los (des)hechos consumados los márgenes de esa vieja máxima periodística que aseguraba que la noticia es siempre que el hombre muerda al perro, y no al revés.
Aunque a nadie se le escapa que este estrafalario Soy noticia bien podría haberse titulado Soy leyenda tirando a urbana, lo cierto es que la última investigación a pie de disfuncionalidad callejera que nos ha ofrecido el programa que presenta intentando siempre aguantar la risa ese periodista metido a reportero gonzo que es Nacho Medina ha superado con creces nuestras más ojipláticas expectativas. El tema de esta semana no ha sido otro que el del negocio (presumiblemente sucio) de las bragas de usar y vender. Como lo oyen.
Por lo visto, existe en nuestro país una floreciente industria más o menos libre de impuestos alrededor del lúbrico mercadeo de tan íntima prenda femenina. Coleccionistas de bragas usadas los hay de todo tipo y condición, desde los que pujan clandestinamente por ellas como si se tratara de valiosísimos sellos, hasta los que se dedican a revenderlas al mejor postor en el mercado negro tras certificar documentalmente su no demasiado higiénica procedencia. Ni qué decir tiene que las más cotizadas son las que salen al mercado debidamente sudadas, con pelos incrustados, llenas de “pegotones” o con restos de flujo vaginal. Puro fetichismo 2.0 en impúdica clave neoliberal.
Lógicamente, para que exista la posibilidad misma de tan delirante trueque resulta necesa- rio el concurso de, al menos, unas cuantas señoras dispuestas a sacarse unos eurillos extra poniendo a la venta en la red sus aromatizadas puntillas. Intentando emular al más puro estilo low-cost el buen hacer periodístico de la insobornable Glòria Serra al frente del
Equipo de investigación de La Sexta, Nacho Medina tiró literalmente del hilo hasta dar con dos de ellas: la una, Gala Brown, una actriz porno que causa furor en el sector dedicando previo pago sus braguitas y tangas a cualquiera de sus más fervorosos fans; la otra, apodada Miss Mami Fetiche y cotizadísima por lo que parece entre los realmente entendidos, una enmascarada veinteañera con pareja, dos hijos y una licenciatura en Psicología que lleva ya algo más de dos años sin meter su ropa interior en la lavadora por eso de la oferta y la demanda.
Gracias a tan atípicas emprendedoras pudimos saber que unas bragas compradas a tres euros en cualquier mercadillo pueden llegar a alcanzar fácilmente un precio de salida cercano a los 70, que las blancas son por motivos obvios las más buscadas, que las de las embarazadas suelen estar consideradas como auténticas delicatessen, que las de cuello alto y color carne no son aptas para todos los paladares, que las de lycra son realmente difíciles de colocar, y que hay clientes que pueden llegar a gastarse entre 500 y 600 euros al mes para tener al día su inconfesable colección. Como diría aquella, “se las quitan de las manos”.