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El acuerdo entre los países productores de petróleo para congelar la producción y detener la caída del precio del barril; y la reunión entre el Síndic de Greuges y los principales actores concernidos en los recientes casos de abusos a menores descubiertos en algunas escuelas religiosas.
EL mercado del petróleo ha acogido sin entusiasmo el acuerdo entre Arabia Saudí y Rusia –los dos primeros exportadores del mundo– para limitar su bombeo de crudo en sus elevados niveles actuales. Esto se explica porque se necesita mucho más que una mera congelación del suministro para revertir la actual situación de precios bajos, que están un 74% por debajo de los que había hace un año y medio.
Al acuerdo de ayer entre esos dos países, firmado también por Qatar y Venezuela, se deberían sumar ahora el resto de los productores, ya sean de la OPEP o no. Esa es al menos la intención de los firmantes. Pero, pese a todo, el intento parece del todo insuficiente para intentar controlar un mercado en el que hay una superabundancia de oferta. En este sentido, el acuerdo parece reflejar más bien la imposibilidad de pactar una auténtica reducción de la producción, que es lo único que podría tener un impacto positivo en los precios.
El más que probable rechazo a aceptar una congelación de la producción de países como Iraq o Irán, que habían expresado su voluntad de aumentarla, resta todavía mucha más fuerza al intento de estabilizar el mercado que han liderado Arabia Saudí y Rusia. Irán, enemigo abierto de Riad, acaba de volver al mercado petrolero desde principios de año y necesita aumentar su cuota de ventas y sus ingresos.
En cualquier caso, hay que admitir que el acuerdo anunciado ayer es un primer paso de cuatro actores petroleros fundamentales al que podrían seguir nuevos intentos de ir más lejos en los próximos meses. No hay duda de que si se lograse un incremento de los precios, sería un beneficio directo para todos los productores. El ministro saudí del Petróleo, en este sentido, ha afirmado que se trata del inicio de un proceso y que en el futuro podrían tomarse otras medidas, ya que el exceso de producción se estima en más de dos millones de barriles diarios de crudo.
Si la estrategia puesta en marcha tuviera éxito, supondría al mismo tiempo, sin embargo, un fracaso de Arabia Saudí en la guerra de precios que ha mantenido para hundir a los productores de petróleo de esquisto de Estados Unidos, que a través de las técnicas de fracking se han convertido en los nuevos actores y árbitros del mercado petrolero mundial. Una reacción alcista de los precios ayudaría mucho a este sector industrial, fuertemente endeudado con la banca, así como al conjunto del sector petrolero mundial.
Paradójicamente, por primera vez en la historia de la escena económica internacional, el mundo parece necesitar una subida moderada de los precios del petróleo. De una parte, ello contribuiría a paliar la pérdida de ingresos que sufren actualmente los países productores y buena parte de los emergentes, lo que restauraría un mayor nivel de comercio internacional. De otra, un mayor precio del petróleo contrarrestaría la tendencia deflacionista que afecta principalmente a Europa y Japón y, de esta manera, la evolución de los precios tendería a normalizarse en el entorno del objetivo del 2% que han fijado sus respectivos bancos centrales como nivel óptimo para la buena marcha de sus economías. De ahí que las bolsas de valores sean tan sensibles en la actualidad a la evolución del coste del barril de crudo. De momento, desde ayer, algo ha empezado a moverse en el mercado petrolero. Habrá que esperar, sin embargo, nuevos acontecimientos.