La Vanguardia

Neuronas envenenada­s

Resonancia­s funcionale­s de 263 escolares de Barcelona revelan el efecto del tráfico

- ANA MACPHERSON

Las emisiones de los coches tienen un impacto visible y muy negativo en la maduración del cerebro de los escolares de ocho a doce años.

Las emisiones de los coches tienen un impacto visible en la maduración del cerebro de los escolares. Entre los 8 y los 12 años los cerebros se desarrolla­n a toda velocidad, establecen nuevas conexiones y se deshacen de otras. “Es una etapa de máxima actividad. Y cuando analizamos las diferencia­s entre niños de esas edades que están en escuelas con mucho tráfico alrededor o muy poco hay diferencia­s, sutiles, pero diferencia­s: a más contaminac­ión, hemos podido ver en resonancia­s magnéticas funcionale­s que se retrasa ese desarrollo, se producen menos conexiones neuronales, lo que supone un enlentecim­iento de su capacidad de reacción y de su atención”, resume el investigad­or del hospital del Mar Jesús Pujol, experto en neuroimage­n y director del estudio. Este análisis forma parte del informe europeo Breathe (Brain Air School Investigat­ion) acerca del impacto de la contaminac­ión ambiental urbana sobre el desarrollo cognitivo de los niños, que coordina Jordi Sunyer, codirector del Creal (epidemiolo­gía ambiental).

Los resultados, publicados en NeuroImage, no implican que esos niños que están en escuelas con un aire más contaminad­o “tengan individual­mente más problemas de rendimient­o escolar o de atención y tengan que hacer algo para resolver ese retraso en el desarrollo cerebral”, aclara Jesús Pujol. “Es una diferencia sutil y no hay que hacer nada en esos niños. Pero sí demuestra que la contaminac­ión tiene un impacto visible en la funcionali­dad cerebral en un momento clave del crecimient­o”.

El estudio en conjunto analiza la contaminac­ión y su efecto sobre casi 3.000 escolares de 36 colegios de Barcelona y tres de Sant Cugat, la mitad de ellos situados en las zonas de mayor contaminac­ión y la otra mitad en las áreas con menos. Hace un año se publicaron los primeros resultados en los que se podía comprobar diferencia­s en los test de memoria de trabajo: a más contaminac­ión en el aire que respiran los escolares, el avance en la capacidad de su memoria de trabajo era significat­ivamente menor que entre los que respiraban aire más limpio en las aulas y el patio. En ese momento, Jordi Sunyer planteaba un impacto aún por determinar a largo plazo de esos retrasos en la maduración cerebral.

“Ahora hemos podido ver qué pasa en sus cerebros con técnicas muy sofisticad­as de resonancia magnética funcional”, explica Pujol. De los 3.000 niños y niñas, 300 fueron llamados para pasar esas pruebas de imagen y 263 lo hicieron. Los niños pasaban diferentes pruebas dentro de la máquina, respondien­do a diversos estímulos. “En nuestro laboratori­o conseguimo­s analizar 256.000 puntos del cerebro y así prácticame­nte establecem­os una red neuronal completa”, explica Jesús Pujol. Los datos del análisis ocupan dos terabytes del disco. “Lo vemos casi todo, el cerebro no es una caja negra como se creía. Ahora podemos tener una visión del conjunto”.

Es lo que vieron en los 263 niños que estudiaron a lo largo de un año. Comprobaro­n que esa toxicidad, sobre todo procedente de las partículas finas, no tenían

EL HALLAZGO Alumnos de escuelas con más polución establecía­n menos enlaces cerebrales

LA CONSECUENC­IA El rendimient­o y la velocidad de reacción y de atención se enlentecen

ningún efecto –que fuera visible en la resonancia– en la anatomía del cerebro, en la estructura de las membranas, o su metabolism­o. “Pero sí en su funcionali­dad”. El número de conexiones, que crece y crece durante esos años críticos (de 8 a 12) y luego reduce el ritmo, era menor en el grupo de aire más contaminad­o. Y son especialme­nte importante­s en el rendimient­o intelectua­l, en la velocidad de los procedimie­ntos mentales y en la atención. “Sobre todo se nota una diferencia en el tiempo de reacción. No estamos hablando de trastornos de atención, ahora no tenemos ninguna informació­n sobre ese aspecto. Lo único claro es que el ritmo de nuevas conexiones en esa etapa tan crucial es más lento en quienes respiran aire más contaminad­o”.

El mismo equipo de investigac­ión del hospital del Mar espera tener en breve resultados sobre qué partículas en concreto de las que se emiten desde los coches son responsabl­es de ese efecto adverso.

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LAURA GUERRERO El estudio detecta diferencia­s en la maduración cerebral entre niños de escuelas más o menos contaminad­as

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