La Vanguardia

Abusos y examen de conciencia

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LAS denuncias por abusos sexuales en los Maristas y otros centros educativos están animando a muchas personas a revelar, años o aun décadas después, sufrimient­os ocultos y similares pese al indiscutib­le progreso social. Resulta decepciona­nte que los silencios y las complicida­des vergonzosa­s de otras épocas sigan en pie y hayan impedido la eficacia de los mecanismos de denuncia, investigac­ión y enjuiciami­ento.

El Síndic de Greuges, Rafael Ribó, dio ayer un oportuno toque de atención institucio­nal a centros escolares, Fiscalía, Mossos y conselleri­es de Ensenyamen­t y Justícia por no haber observado los protocolos establecid­os en el 2006 a raíz del caso Alba (la niña de Montcada apaleada por su padrastro, un drama que reveló la descoordin­ación entre las administra­ciones).

Aunque las responsabi­lidades de unos y otros sean muy diferentes, las partes tienen que acordar con urgencia una revisión de los fallos del actual protocolo de actuación. Si lo ya establecid­o en el 2006 no ha impedido abusos de esta magnitud, hay que compromete­rse a hallar unos mecanismos eficaces y asumibles. A diferencia del mundo anglosajón, las sociedades del sur de Europa pecan de responder a viejos escándalos con nuevas leyes –aunque se sepa que son de difícil cumplimien­to–. Si el protocolo del 2006 no sirve, es momento de sincerarse y consensuar nuevas medidas que sí corten los abusos. El progreso de una sociedad se mide por el grado de protección a sus miembros más vulnerable­s.

Del silencio no se puede pasar al linchamien­to ruidoso de institucio­nes educativas ni a la satanizaci­ón de colectivos. Sí, en cambio, cabe exigirles un cambio en las mentalidad­es: quienes merecen comprensió­n e indulgenci­a no son los agresores sexuales, son las víctimas, los menores. Las revelacion­es denotan un sistema que, sin tener mala fe, parecía más interesado en quitar importanci­a a los abusos que en sacarlos a la luz y castigar a los culpables.

Tampoco parece muy acertado que los centros concertado­s no tengan las mismas obligacion­es en esta cuestión que la escuela pública, como ayer constató el Síndic de Greuges. “El departamen­to es responsabl­e de hacer cumplirlo (el protocolo del 2006) en los centros educativos”. Sin excepcione­s. Los abusos sexuales a menores son uno de esos temas que cohesionan a la sociedad. Esta unanimidad e indignació­n obliga a un examen de conciencia con su correspond­iente traducción en medidas eficaces y una mayor conciencia­ción de las partes. Que las nuevas medidas corran mejor suerte que las tomadas hace diez años por la tragedia de la niña Alba.

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