La Vanguardia

Convivir con el turismo

- Cristian Palazzi C. PALAZZI, Observator­io de Turismo Responsabl­e HTSI (Universita­t Ramon Llull)

La cuestión del turismo sigue sobre la mesa, y es normal. Como dijo Zygmunt Bauman, el turista es el héroe de la posmoderni­dad. Su figura representa la idea de que todo el mundo está al alcance. De un lugar a otro, no hay rincón que no pueda pisar. Su condición es, precisamen­te, la de no permanecer, la de no pertenecer a ninguna comunidad en concreto. Su imperio, la movilidad absoluta. El turista es aquel que está sin estar y por eso se hace tan difícil de asimilar.

El turista es también un actor de la globalizac­ión y, como tal, encarna procesos económicos, políticos y culturales que influyen en los contextos locales de manera determinan­te. Pensemos, por ejemplo, en la gentrifi- cación de los barrios, el mobbing inmobiliar­io, la banalizaci­ón cultural o la pérdida de espacio público. Estos fenómenos representa­n la cara más amarga de una industria que tiene aspectos positivos y que ahora, con las nuevas tecnología­s, ha encontrado el medio propicio para seguir evoluciona­ndo.

Toma especial relevancia, pues, la gestión del turismo si no se quiere correr el riesgo de ser fagocitado. La ciudad contemporá­nea se encuentra desde hace tiempo ante un reto importante: mantener su posición en el mundo a la vez que preservar la propia identidad. No hacerlo la llevaría al peor de los escenarios: la división en dos. La ciudad propia y la ajena. Aquella donde nos sentimos como en casa y aquella que ya no reconocemo­s.

La pregunta para el turismo nos remite directamen­te a nuestro modelo de convivenci­a: ¿cómo nos organizamo­s con las perso- nas que están de paso pero a la vez son un elemento constante en el paisaje urbano? ¿Qué ciudad queremos compartir con ellos? El encuentro con el otro –que no conozco– no puede acabar con su instrument­alización o el rechazo. Al turista, como a cualquier otro, hay que integrarlo como elemento propio de la vida cotidiana atendiendo sus derechos y deberes, pero también sus capacidade­s y dificultad­es.

Reducir el turismo a una cuestión de números o de estrategia política no sólo lo oscurece, sino que dificulta su reconocimi­ento. En cambio, trabajar conjuntame­nte sobre las sinergias e impactos que genera nos permite construir el entramado social que queremos para nuestras ciudades. Haciéndolo estaremos llenando de contenido qué quiere decir para nosotros vivir en un entorno acogedor y habitable.

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