La izquierda ‘cheap’
Gracias a la gandulería, nunca he podido ser de izquierdas. He llegado a votar a la izquierda, a leer libros de izquierdas y aún recuerdo la tarde en la que vi Actas de Marusia, una película del chileno Miguel Littin, proclamada como una “obra maestra” que me resultó panfletaria, aburrida y sobrevalorada, opinión que nunca expresé en su día por miedo al qué dirán.
Ser de izquierdas tenía algo de sacerdocio: proselitismo, abnegación, confesiones –públicas–, absoluciones, dogmas, hostias y arrepentimientos. Es decir, un estilo de vida agotador y absorbente. El liberalismo, en cambio, es un traje a medida para los gandules: laissez faire, laissez passer.
–Y usted, ¿qué hubiera hecho de estar en el Saló de Cent tras escuchar lo del coño santificado? –Pipi y caca. ¿Acaso los liberales no tenemos derecho a escandalizar?
Escandalizar es parte de la libertad de expresión. A mí, la lectura del poema Mare Nostra por su autora, Dolors Miquel, premio Ciutat de Barcelona del 2005, me escandalizó lo justo. Yo hubiera disfrutado más si lo hubiera leído con el mismo entusiasmo en mi-
Yo reservaría el Saló de Cent para cagarse en Dios, fumar Winston y jugar a petanca los días lluviosos
sa de doce para ver las caras de la buena gente que veo en las iglesias del 2016, los día de uvas a peras en que voy. Hombre, allí sí que hubiéramos concienciado a los abuelos y las abuelas, que son, sin duda, los más dolidos por el poema.
Escandalizar a expensas del catolicismo en el Saló de Cent es un poco de abusananos porque es escandalizar en casa y con el aplauso garantizado. Uno diría que hay tres movimientos que van sobrados: la nueva izquierda, el feminismo y el soberanismo. ¡A ver quién se atreve a llevarles la contraria! Actúan con el dogmatismo de la jerarquía católica durante el franquismo y pobre del desgraciado que les critique: son los herederos laicos del nacionalcatolicismo aunque sus métodos, faltaría más, sean pacíficos y sus fines aceptables.
Yo, a partir de ahora, dejaría que el Saló de Cent fuese un espacio para cagarse en Dios y la Virgen de Montserrat, fumar Winston, jugar a la petanca los días de lluvia o leer los mejores poemas de Pemán. ¡Hay que acabar con los espacios institucionales en Barcelona!
Me supo mal por el padrenuestro, una oración que ya querrían para sí muchos partidos, religiones, asociaciones de vecinos y la hinchada de la Montañesa, que anima mucho y es canchera. O este feminismo radical, que cada día recuerda más al machismo: donde esté un coño y unos ovarios que se quiten los cojones.
Y en dos días Sant Jordi... Ya espero con curiosidad las nuevas directrices que desde el Ayuntamiento se dará a los desgraciados a los que se les ocurra regalar una rosa y a las burguesas que correspondan con un libro.
Decían en París de la gauche caviar. Anda que esta izquierda cheap...