La Vanguardia

“La educación es la llave de la independen­cia y la tolerancia”

Tengo 79 años. Nací en Bayona y vivo en Barcelona. Estoy separado y tengo pareja, dos hijos y tres nietos. Cuarta generación de abogados. Falta muchísima formación. En España como en Francia el exceso de normativa nos paraliza. Contemplan­do el universo si

- IMA SANCHÍS Julio Sorjús, fiduciario de la fundación rotaria de Rotary Internatio­nal

Desde fuera, el Rotary parece un club muy elitista. Cierto, es un club de élite del servicio, pero no de la riqueza o los bienes. Intercambi­an favores. Empezó con ese fin, con el de la ayuda mutua, pero al cabo de tres años se dieron cuenta de que debían hacer servicio comunitari­o. Dar de sí antes de pensar en sí, ese es el espíritu rotario.

Usted recorre el mundo. Por eso sé que todos somos iguales: mismos sentimient­os e ideales. Acabo de llegar de Nueva Delhi, donde con un club de rotarios estamos creando el primer banco de sangre del país, una escuela de 2.500 alumnos donde 800 de ellos no pagan, otra que da formación de modistas y otra de camareros para jóvenes de la calle.

¿Y cómo se financia? Con el dinero de los socios y patrocinad­ores.

Servir ¿para que le quieran más? Yo creo que es una obligación, pero en mi caso es vocación. Empecé la carrera de rotario...

¿Carrera? Empiezas de rotario de a pie, luego te eligen como presidente de un club, director de zona...

¿Qué le ha construido? Quizá, una de las cosas que más me han marcado

sea el divorcio de mis padres en los años 50.

En esa época debieron de señalarle. A mi padre le llegaron a apedrear por llevar pantalón corto en Vilanova i la Geltrú y a mi madre la amonestó la Guardia Civil por llevar traje de baño completo pero sin faldita.

¿Qué dice? Yo lo viví. En cuanto a mí, debido a su divorcio, estuvieron a punto de expulsarme de la escuela y perdí a todos los amigos. Tenía 12 años.

Un apestado. Fue duro pero enriqueced­or, son situacione­s que te ayudan a formarte. Mi madre, francesa, inquieta, libre..., quería trabajar, pero mi padre dijo: “La mujer en casa con la pata quebrada”, y ella se fue. Los cinco hermanos nos quedamos con mi padre, la más pequeña tenía meses.

¿Y cómo le sentó? Mal, pero lo entendí. La veía dos o tres veces al año. La cosa viene de lejos: mi bisabuelo materno se fue andando a Suiza con 14 años. Acabó fundando el estado de Idaho en EE.UU. Tenía la costumbre de enviarse postales a sí mismo.

Qué bonita costumbre. Yo la he adoptado. Desde que nacieron mis nietas, cada semana les envío una postal.

¿Ha salido usted a su madre? Sí, la independen­cia y ver mundo es fundamenta­l para mí. Me afectó mucho la muerte de mi hermano a los 23 años a consecuenc­ia de un Hodgkin. Pensé que no valía la pena seguir encerrado preparando oposicione­s. Pero ha ejercido de abogado. Fui penalista hasta que defendí a un hombre que había matado a hachazos a su mujer porque Dios se lo había pedido. Le pregunté qué haría si Dios le decía que matara a su abogado y, en vista de la respuesta, abandoné lo penal y me pasé a lo civil. He llevado muchos divorcio. Tenía experienci­a. El destino es curioso.

¿Usted se ha divorciado? Fui el abogado de mi mujer en nuestro divorcio. Tenemos una relación estupenda, gracias a ella, a la experienci­a que viví con mis padres y a la educación, que te amplía la visión de las cosas. Los hijos se quedaron conmigo.

¿Qué ha comprendid­o? En las parejas hay una falta absoluta de comunicaci­ón, ese es el problema.

¿Cómo llevó la época de Franco? Tenía claro que no debía meterme en política. Vinieron a por mi padre para darle el paseíllo. Se salvó de milagro: no estaba en casa. Mi madre lo llevó al consulado francés y lo sacaron escoltado por la Marina en un destructor. Debería usted escribir sus memorias. La de mis bisabuelos es la buena. Cuando él murió, ella celebró un tedeum en lugar de un funeral, quiso dar gracias a Dios por haberse librado de él. Luego se volvió sola a América.

Fuertes y peculiares, estas mujeres. En su testamento mi bisabuelo dejó todo su dinero para crear una escuela en Sant Climent Sescebes, su pueblo natal. Detallaba que no debía haber ninguna diferencia por razón de sexo, raza o religión. Quería servir a su comunidad.

Parece que los hombres de su familia a quienes no sirven es a sus señoras. Mi bisabuela llevaba pistola y fumaba puros. Tenía un carácter infernal, como el de mi madre, que aunque no quieras se hereda. ¿Y usted ha heredado el amor al viaje? Siempre he creído en la internacio­nalidad. A mí me gusta el mundo, y recorriénd­olo he aprendido que se puede vivir con muy poco, pero no sin educación. Sin ella no hay libertad. Y es la manera de cambiar el mundo.

Que cada país pueda crear oportunida­des. En una aldea cerca de Bamako vi a toda la tribu viendo la tele conectada a la batería de un coche. Ahí está el efecto llamada. Esta gente piensa que venir a Europa es su salvación. Otros nos rechazan con atentados. Financiamo­s un máster en resolucion­es de conflictos en siete universida­des del mundo. La educación nos otorga la llave de nuestra independen­cia y de la tolerancia.

Usted recibió golpes a edad muy temprana, ¿qué ha entendido? Lo más duro fue la muerte de mi hermano, tan bueno, tan capaz... Tenía tantas posibilida­des...

Todavía le emociona su recuerdo.

Tenemos un tiempo, aprovechém­oslo.

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LLIBERT TEIXIDÓ
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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