Por amor al arte
La capital balear apuesta por la cultura como alternativa al sol y playa
Pese a convertirse en una ciudad moderna y cosmopolita, Palma no renuncia a su orígenes. De hecho, más que transformar su fisonomía urbana y mutar en una urbe de nuevo cuño, ha sabido fusionar su pasado con las nuevas propuestas arquitectónicas. Un maridaje perfecto donde el arte y la cultura encuentran acomodo. No en balde, su ubicación en mitad de la bahía supone una ventana abierta al Mediterráneo que ya el siglo pasado descubrió el genio de Joan Miró. De hecho, el pintor ya halló en Mallorca su inspiración. Un lugar donde aseguró “todavía se encuentra la frescura de los primeros días de la creación”.
1er
día DE JOAN MIRÓ A MIQUEL BARCELÓ
Con una oferta hotelera al alcance de todos los públicos y bolsillos, vale la pena alojarse en el recientemente inaugurado Joan Miró Hotel Museum. Un establecimiento de cuatro estrellas dedicado en exclusiva al pintor. El hotel exhibe en su interior una veintena de obras originales que decoran habitaciones y espacios comunes. Además, el hotel se ubica a escasos 200 metros de la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma, entidad con la que ha suscrito varios acuerdos de colaboración, que incluyen ofertas para los clientes. Así, tras dejar el poco equipaje necesario para disfrutar de la ciudad en dos días, resulta obligado visitar la importante colección de cerca de 6.000 obras que el artista catalán creó en sus diversos periodos en la isla. Un recorrido que incluye su taller, conservado con detalle.
Tras una mañana descubriendo el universo de Miró, no hay que olvidar que Palma es una ciudad abierta al mar. Por ello, nada mejor que iniciar un interesante recorrido sin perder de vista la bahía. Así, partimos de la plaza de la Reina, para pasear por los jardines de S’Hort del Rei y recorrer la antigua muralla. Aquí, y a los pies de la imponente catedral gótica disfrutaremos de una impresionante panorámica del parque de la Mar, el palacio de la Almudaina o el palacio Episcopal. No obstante, la visita a la catedral resulta obligada. La catedral de la luz, del mar, o del espacio, como es conocida, incorpora la sorprendente y novedosa decoración en arcilla de una de sus capillas realizada por Miquel Barceló. Antes que él, figuras como Antoni Gaudí aportaron su visión personal a esta joya de la arquitectura. Y si hay ganas, antes de comer, nada mejor que completar la ruta del arte con una visita al Museo de Arte Contemporáneo Es Baluard. Su colección recoge obras de los principales artistas y movimientos que han confluido y confluyen en las Baleares desde los inicios del siglo XX hasta hoy.
Tras comer en el popular barrio de Santa Catalina, nada mejor que recorrer la Lonja, pasear por Es Born o incluso hacer alguna compra en calle Unió, la plaza de Weyler y Jaume III.
2 o
día ES BALUARD-PALAU MARCH-BELLVER Una visita al majestuoso Palau March y su atractivo museo puede convertirse en una buena manera de iniciar la segunda jornada en Palma. Pocos visitantes conocen que este museo acoge una selección de obras escultóricas de primer nivel. La colección abarca desde esculturas de Rodin, Chillida y Moore hasta litografías de Dalí, y un amplio catálogo bibliográfico con manuscritos antiguos de gran valor. No hay que dejar de ver los espectaculares murales de Josep Maria Sert o el espectacular belén napolitano (con unas 2.000 piezas). Tras la visita al museo, no hay que dejar recorrer algunas callejuelas del centro y adentrarse en los patios de Can Oms, Can Bordils y Can Olesa. Este paseo ha de incluir una visita a los baños árabes, un genuino encuentro con la historia de la ciudad. Datados en el siglo XI, hoy sólo se conservan los baños calientes. En el doble suelo se pueden apreciar aún los agujeros por debajo de los cuales circulaba el agua y de los que brotaba el vapor. Los jardines adjuntos de Can Fontirroig aportan un toque más de relax a este rincón que parece haber dado un salto en el tiempo.
Muy cerca de allí, en la plaza del mismo nombre, está la iglesia de Santa Eulàlia, cerca del Casal de Can Vivot, y desde aquí llegamos a la emblemática plaza Major, para detenernos ante las fachadas modernistas de Can Forteza y El Águila. Tras comer en el mercado del Olivar, la tarde puede concluir en el castillo de Bellver, situado a tres kilómetros del centro (se puede tomar el autobús turístico 50 o los autobuses urbanos 3, 20 y 46). El castillo corona una colina de 112 metros y se convierte en otro de los polos de atracción de la capital. Construido a principios del siglo XIV por orden de Jaume II, contiene hoy el Museo de Historia de la Ciudad, pero su interés principal reside en la propia construcción y en el bosque que lo rodea. Resulta espectacular por sus formas y por las vistas privilegiadas que ofrece sobre la bahía y toda la ciudad. De hecho, Bellver significa bella vista. Así que nada mejor que regresar a casa con esta imponente vista en el recuerdo.