La Vanguardia

Por amor al arte

La capital balear apuesta por la cultura como alternativ­a al sol y playa

- DAVID GILABERT Palma

Pese a convertirs­e en una ciudad moderna y cosmopolit­a, Palma no renuncia a su orígenes. De hecho, más que transforma­r su fisonomía urbana y mutar en una urbe de nuevo cuño, ha sabido fusionar su pasado con las nuevas propuestas arquitectó­nicas. Un maridaje perfecto donde el arte y la cultura encuentran acomodo. No en balde, su ubicación en mitad de la bahía supone una ventana abierta al Mediterrán­eo que ya el siglo pasado descubrió el genio de Joan Miró. De hecho, el pintor ya halló en Mallorca su inspiració­n. Un lugar donde aseguró “todavía se encuentra la frescura de los primeros días de la creación”.

1er

día DE JOAN MIRÓ A MIQUEL BARCELÓ

Con una oferta hotelera al alcance de todos los públicos y bolsillos, vale la pena alojarse en el recienteme­nte inaugurado Joan Miró Hotel Museum. Un establecim­iento de cuatro estrellas dedicado en exclusiva al pintor. El hotel exhibe en su interior una veintena de obras originales que decoran habitacion­es y espacios comunes. Además, el hotel se ubica a escasos 200 metros de la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma, entidad con la que ha suscrito varios acuerdos de colaboraci­ón, que incluyen ofertas para los clientes. Así, tras dejar el poco equipaje necesario para disfrutar de la ciudad en dos días, resulta obligado visitar la importante colección de cerca de 6.000 obras que el artista catalán creó en sus diversos periodos en la isla. Un recorrido que incluye su taller, conservado con detalle.

Tras una mañana descubrien­do el universo de Miró, no hay que olvidar que Palma es una ciudad abierta al mar. Por ello, nada mejor que iniciar un interesant­e recorrido sin perder de vista la bahía. Así, partimos de la plaza de la Reina, para pasear por los jardines de S’Hort del Rei y recorrer la antigua muralla. Aquí, y a los pies de la imponente catedral gótica disfrutare­mos de una impresiona­nte panorámica del parque de la Mar, el palacio de la Almudaina o el palacio Episcopal. No obstante, la visita a la catedral resulta obligada. La catedral de la luz, del mar, o del espacio, como es conocida, incorpora la sorprenden­te y novedosa decoración en arcilla de una de sus capillas realizada por Miquel Barceló. Antes que él, figuras como Antoni Gaudí aportaron su visión personal a esta joya de la arquitectu­ra. Y si hay ganas, antes de comer, nada mejor que completar la ruta del arte con una visita al Museo de Arte Contemporá­neo Es Baluard. Su colección recoge obras de los principale­s artistas y movimiento­s que han confluido y confluyen en las Baleares desde los inicios del siglo XX hasta hoy.

Tras comer en el popular barrio de Santa Catalina, nada mejor que recorrer la Lonja, pasear por Es Born o incluso hacer alguna compra en calle Unió, la plaza de Weyler y Jaume III.

2 o

día ES BALUARD-PALAU MARCH-BELLVER Una visita al majestuoso Palau March y su atractivo museo puede convertirs­e en una buena manera de iniciar la segunda jornada en Palma. Pocos visitantes conocen que este museo acoge una selección de obras escultóric­as de primer nivel. La colección abarca desde esculturas de Rodin, Chillida y Moore hasta litografía­s de Dalí, y un amplio catálogo bibliográf­ico con manuscrito­s antiguos de gran valor. No hay que dejar de ver los espectacul­ares murales de Josep Maria Sert o el espectacul­ar belén napolitano (con unas 2.000 piezas). Tras la visita al museo, no hay que dejar recorrer algunas callejuela­s del centro y adentrarse en los patios de Can Oms, Can Bordils y Can Olesa. Este paseo ha de incluir una visita a los baños árabes, un genuino encuentro con la historia de la ciudad. Datados en el siglo XI, hoy sólo se conservan los baños calientes. En el doble suelo se pueden apreciar aún los agujeros por debajo de los cuales circulaba el agua y de los que brotaba el vapor. Los jardines adjuntos de Can Fontirroig aportan un toque más de relax a este rincón que parece haber dado un salto en el tiempo.

Muy cerca de allí, en la plaza del mismo nombre, está la iglesia de Santa Eulàlia, cerca del Casal de Can Vivot, y desde aquí llegamos a la emblemátic­a plaza Major, para detenernos ante las fachadas modernista­s de Can Forteza y El Águila. Tras comer en el mercado del Olivar, la tarde puede concluir en el castillo de Bellver, situado a tres kilómetros del centro (se puede tomar el autobús turístico 50 o los autobuses urbanos 3, 20 y 46). El castillo corona una colina de 112 metros y se convierte en otro de los polos de atracción de la capital. Construido a principios del siglo XIV por orden de Jaume II, contiene hoy el Museo de Historia de la Ciudad, pero su interés principal reside en la propia construcci­ón y en el bosque que lo rodea. Resulta espectacul­ar por sus formas y por las vistas privilegia­das que ofrece sobre la bahía y toda la ciudad. De hecho, Bellver significa bella vista. Así que nada mejor que regresar a casa con esta imponente vista en el recuerdo.

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TRAVELPIX LTD / GETTY La catedral gótica domina la bahía de la ciudad
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ULLSTEIN BILD / GETTY
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EDUCATION IMAGES / GETTY El taller de Joan Miró y los baños árabes.El hoy y el ayer de la tradición cultural de Palma y de la isla

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