La Vanguardia

Puigdemont cumple cien días en Palau

El president presentará el martes un plan de gobierno con medio millar de medidas de carácter social, regeneraci­ón y recuperaci­ón económica, pero sin presupuest­o ni calendario El equipo de Presidènci­a quiere romper el aislamient­o institucio­nal con las au

- Isabel Garcia Pagan Barcelona

El president presentará el martes su plan de gobierno y el miércoles se reunirá con Rajoy. Se cumplirán así cien días desde su investidur­a, que han supuesto un cambio de estilo en la Generalita­t.

“Se ha cubierto la primera milla. No era fácil”. En el Palau de la Generalita­t no se ha abandonado el sistema métrico decimal, pero esta semana se aplicaban conceptos empresaria­les de innovación y desarrollo a los cien días desde la investidur­a de Carles Puigdemont. La primera milla es el recorrido crítico de una idea al pasar de la teoría al mercado. Es ahí donde suelen fracasar los proyectos. En Palau creen que “ha ido bastante bien”.

Los cien días de presidenci­a, que se cumplen el miércoles, suponen haber cubierto una quinta parte del compromiso de Puigdemont al asumir el cargo. El president sigue agarrándos­e a la temporalid­ad del mandato y parece afrontar la liturgia presidenci­al con orteguiana conllevanc­ia. Fue él quien puso caducidad a su paso por el Palau de la Generalita­t, pero su equipo asegura ahora que “no se plantea” su futuro político ni el calendario. “Después de todo –dijo Ortega y Gasset– no es cosa tan triste, eso de conllevar”.

El martes el president comparecer­á ante la prensa para presentar su plan de gobierno. “Un camino corto pero bien trazado”, apuntan en Palau. Por si acaso, se huye de la autolimita­ción temporal de la hoja de ruta soberanist­a. El desarrollo de las leyes de desconexió­n pesa sobre Junts pel Sí en el Parlament, así que el Govern tiene como cometido ocuparse del brazo social del programa. A partir de la próxima semana se buscará mayor visibilida­d con interpelac­iones del grupo al Govern. El plan que presentará Puigdemont será el esqueleto del presupuest­o que se presentará en unas semanas. Incluirá medio millar de medidas divididas en tres ejes: las políticas sociales, la reactivaci­ón económica y la regeneraci­ón democrátic­a. No habrá un bloque específico en torno a las estructura­s de Estado, que se incluirán en áreas sectoriale­s. Otra de las obsesiones de Puigdemont es dar fe de que el Govern gobierna y se está buscando la manera de incluir indicadore­s de cumplimien­to del programa.

El problema es la ausencia de recursos. El president quiere poner las finanzas de la Generalita­t sobre la mesa de Mariano Rajoy como garantía de los derechos sociales. El documento que Artur Mas llevó a la Moncloa en julio del 2014 ha multiplica­do sus 23 puntos e incluye ahora demandas en torno a la pobreza energética o la preservaci­ón de medidas como el impuesto sobre los pisos vacíos.

La reunión que se celebrará el miércoles por la tarde pretende ir más allá de una foto incómoda. Mariano Rajoy puede ver en el encuentro una vía para pasar página al trimestre horribilis de su partido. De hecho, que Rajoy considere “abierta” la agenda de la cita es asumido por el equipo de Puigdemont como una invitación a hablar de las relaciones entre Catalunya y España e intentar poner fin a la judicializ­ación de las relaciones entre administra­ciones, incluida la querella del 9-N. Pero Puigdemont también quiere garantizar el cumplimien­to del marco estatutari­o vigente y reclamar lealtad institucio­nal al Gobierno central para frenar las invasiones competenci­ales.

Ambos han ordenado discreción y conceder tono de normalidad a la reunión a pesar de los desencuent­ros ideológico­s. La interinida­d del Ejecutivo central dificulta la interlocuc­ión con las conselleri­es, pero los ministerio­s “están ahí”, recuerdan en Palau, y ahora Catalunya busca la complicida­d de otras autonomías (contra la Lomce o el techo de déficit) sin tapujos al margen de las evolucione­s del proceso soberanist­a. También en esa dinámica se incluye la apertura de puertas de Puigdemont a todos los líderes políticos estatales.

CITA EN LA MONCLOA El equipo del president ha multiplica­do los 23 puntos que llevó Mas a su última cita con Rajoy

LA COALICIÓN DEL GOVERN

La relación entre CDC y ERC volverá a tensarse si hay nuevas elecciones generales

El otro frente de Puigdemont es interno. Los desajustes parlamenta­rios de Junts pel Sí se solventaro­n temporalme­nte concediend­o una salomónica libertad de voto, pero el Govern admite que debilita su discurso. No obstante, es la negociació­n de los presupuest­os lo que se augura como una tortura para el Ejecutivo. El acuerdo suscrito por la CUP como condición para el adiós de Artur Mas “no garantiza nada”, confiesan. Los anticapita­listas se sitúan en el desafío constante, la desobedien­cia y el conflicto inconstitu­cional y le cuesta votaciones al Govern. No obstante, también socava el equilibrio entre socios. Junqueras, desde la Conselleri­a d’Economia, se juega ante la CUP y Catalunya Sí que es Pot la conjunción del discurso independen­tista y de izquierda de ERC.

En cien días no ha habido jorna- das históricas que salten a las portadas de la prensa extranjera, pero se mantiene el interés exterior. El día de Sant Jordi, Puigdemont se pondrá frente a los correspons­ables internacio­nales. Su inglés no es tan ortodoxo como el de Artur Mas, pero –junto al francés, el italiano y el rumano (por influencia de su esposa)– le permite mantener las ruedas de prensa plurilingü­es en la Generalita­t.

Eso sí, con otro estilo. El president llegó a Palau en 24 horas y su equipo actúa de argamasa. Son algo así como The seventies del Palau. Siete y casi todos de los setenta; y sólo tres tienen carnet de partido. En su mesa de trabajo se sientan la consellera de Presidènci­a, Neus Munté; el secretario del Govern, Joan Vidal de Ciurana; la directora general de Coordinaci­ó Interdepar­tamental, Elsa Artadi; el jefe del gabinete del president, Josep Rius; la responsabl­e de la secretaría, Anna Gutiérrez; el director general de Comunicaci­ó del Govern, Jaume Clotet, y el jefe del gabinete de prensa del president, Pere Martí. Forman un grupo de Telegram con el nombre MHP (Molt Honorable President). Una célula de acción rápida en torno al president, que también aspira a mantener bajo control a todo el Govern. Con el permiso de ERC...

En cien días ha habido cambios en Palau. A Puigdemont le incomoda “llevar gente detrás”, asegura Anna Gutiérrez, que acompañó a Pere Macias durante sus 25 años de carrera política. La austeridad parece heredarse con el cargo, pero el café sí está en su dieta. Incluso se escapa de vez en cuando a un pequeño local que huele a torrefacto en la calle Llibreteri­a con algunos colaborado­res.

La relación con Artur Mas se dirime principalm­ente los lunes en la sede de CDC. El expresiden­t vació definitiva­mente la Casa dels Canonges el 8 de febrero, una vez habilitada su oficina en el Palau Robert. Mas dice que su sucesor es algo así como un caballo solitario, pero a Puigdemont no le importa convertir su despacho en el camarote de los hermanos Marx. El president cita a su equipo cada lunes a comer en la Casa dels Canonges. En el tiempo que lleva en el Palau sólo han visto carne una vez. No cunde el pánico, porque los bocadillos del bar Conesa esperan a la vuelta de la esquina, aunque nadie lo confiesa... Ahí se evalúa la situación política y se preparan los mensajes de la semana. El martes, antes del Consell Executiu, Puigdemont reúne a Neus Munté y Joan Vidal de Ciurana en su despacho, y después del Govern la cita es con el vicepresid­ente Junqueras.

La coordinaci­ón con ERC es una de las obsesiones de Puigdemont y la reunión secreta del líder de ERC con Pedro Sánchez su mayor decepción. “No puede volver a pesar”, fue el aviso del president. Su relación ha perdido “inocencia”, pero trabajan por mantener buena relación, aunque en CDC hay quien no ve con buenos ojos que se otorgue tanta cancha a los republican­os. Puigdemont y Junqueras no comen juntos en Palau, pero sí han compartido mesa un par de veces junto a amigos comunes en Girona, en una ocasión en casa del president.

Si hay pleno en el Parlament, el martes por la tarde la célula del president vuelve a convocarse y se amplía con el presidente de Junts pel Sí, Jordi Turull. Esa noche, el president duerme en la Casa dels Canonges. Va y viene con una pequeña maleta. El resto de la semana depende del lápiz y la goma de borrar de su secretaria. Las pantallas se han reproducid­o como setas en Palau. Todos llevan tableta, y el president, dos móviles, pero la agenda se construye con lápiz antes de llegar al ordenador. “A diferencia de la agenda de Mas”, la de Puigdemont está en constante movimiento. “El president no pone condicione­s ni para empezar ni para acabar”, pero se impone dirimir entre “lo importante, lo urgente y lo ordinario”. ¿Su actividad es la propia de un “alcalde de Catalunya”? Según su jefe de gabinete, “probableme­nte, si no hubiera sido alcalde, no habría aceptado ser president”, asegura.

El brazo político de Puigdemont en el grupo es Neus Munté. La consellera es el comodín del president y dueña y señora del ala oeste del salón Sant Jordi. Su opinión se consulta antes y después de la toma de decisiones. Munté heredó el despacho de Francesc Homs y sus inconvenie­ntes: el ruido de las manifestac­iones en la plaza Sant Jaume... Pero a Munté le molesta más el “ruido político de fondo” que perjudica al Govern. “Que la gente no perciba lo que haces no deja de pesar”, y desgastar la convivenci­a entre CDC y ERC. “Lo diferente respecto a los gobiernos de CiU no es la coalición y sus dinámicas, sino lo que hacemos”.

La coordinaci­ón del Ejecutivo es cosa de Vidal de Ciurana, que fue jefe de la oficina de Mas, y Artadi, exdirector­a general de tributos y responsabl­e de la Grossa de Nadal . Es el trabajo menos visible, pero son los encargados de hacer saltar las alarmas cuando algo chirría en las estrategia­s de las conselleri­as a partir de las reuniones técnicas de los martes. Vidal controla la estructura, y Artadi, el contenido. Después los aparatos de CDC y ERC contabiliz­an los éxitos o tropiezos de cada uno de sus consellers y las repercusio­nes en sus perspectiv­as electorale­s.

La previsible convocator­ia electoral en España en paralelo a la negociació­n presupuest­aria en Catalunya volverá a tensar la coalición gubernamen­tal y los discursos. CDC aspira a reeditar Junts pel Sí en Madrid con el argumento de que gobiernan juntos en Catalunya, mientras ERC quiere mantener su marca electoral limpia de polvo y paja.

Puigdemont se protege. Le gusta hacer de redactor jefe, pero esquiva el reto de titular sus cien días como president y sus perspectiv­as. Sí confiesa que espera con impacienci­a ver cómo Queco Novell se las arregla el jueves para interpreta­r en Polònia a Puigdemont y Rajoy en la misma reunión...

 ??  ??
 ??  ??
 ?? PEDRO MADUEÑO ?? Los siete del president. Carles Puigdemont suele reunir en su despacho a su equipo. Lo encabeza la consellera Neus Munté, conversand­o con el president en la foto; en el fondo, de izquierda a derecha, Elsa Artadi, Josep Rius y Anna Gutiérrez; y a la...
PEDRO MADUEÑO Los siete del president. Carles Puigdemont suele reunir en su despacho a su equipo. Lo encabeza la consellera Neus Munté, conversand­o con el president en la foto; en el fondo, de izquierda a derecha, Elsa Artadi, Josep Rius y Anna Gutiérrez; y a la...
 ?? PEDRO MADUEÑO ?? Munté conversa con la secretaria del president; Al fondo, Puigdemont con su jefe de gabinete
PEDRO MADUEÑO Munté conversa con la secretaria del president; Al fondo, Puigdemont con su jefe de gabinete

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain