Los sintecho de Ipanema
En el Brasil que hoy decide el ‘impeachment’ de Dilma, cada vez más trabajadores optan por dormir al raso para ahorrar
Es una paradoja, pero quizás la rabia de las clases medias en Río que se manifiestan en Copacabana e Ipanema en favor del impeachment de Dilma Rousseff tiene algo que ver con aquellas estampas de la ciudad en los desenfadados años sesenta. Playas en primer plano, la montaña Pão de Açúcar detrás. Tiempos dulces de la bossa nova de Vinícius de Moraes y Tom Jobim, la
chica de Ipanema.
“Sienten nostalgia por una edad de oro cuando las relaciones sociales eran más fáciles”, señala Sergio Martens, un historiador de la Universidad Católica. Tras una década y media de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), con radicales programas sociales y subidas salariales que elevaron como nunca el poder adquisitivo de los siempre excluidos, la gran masa brasileña se ha colado en la foto pintoresca.
La llegada de las clases populares a playas como Ipanema, huyendo de la contaminación de la Bahía de Guanabara, provocó tal desconcierto en la opulenta Zona Sur que se construyó la enorme piscina de Ramos en la zona obrera al norte de la ciudad para que no vinieran. “Los coxinhas (pijos) no lo soportan. Hay pobres en las universidades y los aeropuertos ya parecen estaciones de autobús”, ironiza Guilherme Boulos del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) en São Paulo.
Para los defensores de la presidenta –cuyo futuro se decidirá hoy en una votación en el Congreso–, la campaña pro impeachment “no tiene mucho que ver con la crisis económica ni la corrupción; es un conflicto de distribución”, ilustra Marcel Miterhof, un economista del banco público BNDES. “El 20% de los brasileños protesta porque no tiene los privilegios de antes”.
Seguramente, tiene parte de razón. Pero en un paseo por la playa de Ipanema a primera hora de la mañana queda claro que los más castigados en esta crisis de desempleo, precios disparados y salarios a la baja son las clases a las que el PT pretende representar.
Tras una fuerte especulación inmobiliaria y subidas del precio de transporte en la ciudad olímpica, cada vez más trabajadores de bajos recursos optan por dormir en la playa o en la calle para ahorrar. Cada cincuenta metros, apaen rece unas cuantas tiendas de campaña montadas al lado de las redes de futvolei y los quioscos de leche de coco. “Cobro 900 reales (225 euros al mes) y con eso no puedo alquilar un piso por aquí”, relata Rogério, afrobrasileño de 27 años que trabaja de basurero municipal. Vive en playa con su mujer, vendedora ambulante en el centro.
Marcelo acaba de desmontar otra tienda cerca del puesto en la playa donde alquilaba las tumbonas. “Yo sí tengo casa, pero en Piabeta, a 30 kilómetros de aquí; tardo tres horas en llegar y me cuesta 20 reales (6,4 euros) al día ; a veces sólo cobro 10”, cuenta. “Anda. Invítanos a un café”, grita un recién levantado mientras se pone el pantalón. La policía hace la vista gorda siempre que los sintecho de Ipanema se vayan antes de que lleguen los turistas.
El precio medio de la vivienda Río se ha disparado el 260% desde el 2008. “La gente ha sido expulsada a zonas muy lejos del centro de las ciudades donde pueden pagar el alquiler”, explica Guilherme Boulos. Un nuevo informe del Comité Río 2016 calcula que 220.000 personas han sido desplazadas directamente por los proyectos olímpicos aunque, de facto, las subidas de alquileres seguramente las han expulsado.
El programa de construcción de viviendas públicas “Mi casa, mi vida” fue suspendido debido a la crisis presupuestaria, pero aún faltan 220.000 viviendas en una ciudad de unos 12 millones de habitantes, según el informe.
Vivir en el centro es imposible para la gran mayoría de los cariocas que se van desplazando a la periferia lejana... Pero el empleo para los pobres –restaurantes, hoteles, servicio doméstico, limpieza y todas las actividades de la economía de la playa– esta en la zona sur. Y el coste del transporte público se ha disparado el 54% en 15 años, dos veces más que la inflación general. El gasto en transporte de la familia media se ha triplicado desde el 2000.
Es más, tras una explosión del uso del coche individual, los atascos en Río son colosales. La prolongación del metro hasta el nuevo parque olímpico en el oeste y los nuevos servicios de autobús rápido BRT, no han arreglado el problema para los millones que viven en la periferia. Hasta las favelas del centro ya son inalcanzables para muchos trabajadores. Vidigal, en una montaña detrás de Ipanema, cuenta ya con una oferta de apartamentos para turistas, algunos alquilados a través de la multinacional de Silicon Valley Airbnb. Pavão-Pavãozinho, otra favela, justo detrás de los apartamentos de lujo de Ipanema, ha sido equipado con un gran ascensor que sube hasta las infraviviendas con sus cloacas abiertas. “Ha ayudado mucho; subir aquella escalera era una locura”, explica un vendedor de hielo que recogía su carro tras bajar en el ascensor para dirigirse a la playa.
Pero para los residentes de la playa, Pavão-Pavãozinho es un sueño de alto standing. “Son 600 reales una habitación con baño en la favela”, aclara Washington, reciclador de botellas de plástico, y latas que duerme con su compañero Robsón en una pequeña tienda. Desde la caída del precio de las materias primas en los mercados internacionales, ambos cobran 200 reales por semana.
Por todo eso, los sintecho de Ipanema no sienten tanta preocupación por la posible destitución de Dilma Rousseff como los organizadores de las contramanifestaciones a favor de la presidenta. “Con Lula estaba todo bien; Dilma lo estropeó todo”, sentencia Marcelo. Ahora bien, un gobierno post impeachment podría ser mucho peor. Porque los elementos de ultraderecha que participan en el movimiento anti-Rousseff son los mismos que bajan borrachos a la playa por la noche a Ipanema. “Son playboys; nos tiran botellas y orinan sobre la tienda”, lamenta Washington.
PRECIOS FUERA DE ÓRBITA El coste de los pisos se ha disparado un 206% en 6 años; el transporte, un 54% desde el 2000
CUANDO LA FAVELA ES UN LUJO En favelas del centro, prohibitivas para muchos, ya hay pisos que se alquilan al turista
PLANES QUE DESCARRILAN “Con Lula iba todo bien; Dilma lo estropeó”, dice Marcelo, que trabaja y duerme en la playa