La fiel infantería de Podemos
Casi 400.000 simpatizantes podían participar hasta ayer en decidir qué tipo de pactos debe hacer el partido
De qué está hecho Podemos? ¿Cómo es el retrato robot del podemista medio? ¿Cuál es el perfil medio de las 393.538 personas que han podido votar en la consulta interna del partido de Pablo Iglesias sobre posibles pactos de gobierno, celebrada entre jueves y sábado y cuyos resultados se conocerán este lunes?
Los datos de edad, sexo, formación, procedencia y distribución geográfica de los socios de Podemos dan como arquetipo a un profesional con título universitario, unos 40 años, urbanita, que ha votado a más de un partido a lo largo de su vida –básicamente al PSOE e IU– y mira de reojo a la clase política tradicional.
Ese total de casi 400.000 personas con derecho a sufragio en Podemos corresponde al conjunto de personas que, entre el momento de la fundación del partido en el año 2014 y el de cierre del censo cuando Pablo Iglesias anunció la consulta el pasado 2 de abril, se inscribieron en la formación sin otro requisito que los de dar sus datos personales y un número de teléfono móvil.
“Desde un principio nos propusimos ir más allá de la figura del afiliado de partido –el que paga cuota y dedica algunas horas a su organización– para que en nuestros procesos de participación entrara gente quizá menos comprometida con el proyecto, pero más representativa de la ciudadanía”, explica el secretario de organización y cofundador de Podemos, Pablo Echenique.
La mayoría de los podemistas vive en núcleos urbanos de más de 50.000 habitantes, y la cuarta parte se concentra en diez ciudades. La franja de edad con más miembros es la que va de los 30 a los 45 años. Y hay más hombres que mujeres, aunque esa tendencia “se está equilibrando”, dicen en la organización.
Echenique no sólo admite la posibilidad de que entre tantos inscritos con tan pocos requisitos se hayan colado votantes y hasta afiliados de otros partidos, más bien él y toda la cúpula de Podemos presumen de ello. Porque tal es la esencia de la “transversalidad” que tienen como ADN del partido: se trata de integrar a gente de todas las extracciones ideológicas con tal de que sean o se identifiquen con los de abajo y busquen combatir la “oligarquía”.
Podemos paga un doble precio por tan abierta participación: el del riesgo de fraudes como los ya vividos en La Rioja y Ferrol, y el de una concurrencia muy variable a las diferentes consultas, en función del impacto y el interés de la cuestión de que se trate. El primer problema lo están intentando minimizar con mejores controles de identidad, y el segundo tratan de paliarlo justo desde esta semana con la introducción del nuevo indicador de los “suscritos activos”: los que votaron en algún proceso a lo largo del últi- mo año. En este momento, 187.667 personas. Este será el dato respecto al cual el partido calculará desde ahora sus índices de abstención.
La operación, con apariencia de trampa contable, la justifica la formación en el intento de presentar “resultados más reales”. En todo caso, y esto es lo esencial, el desfase entre “inscritos” y “activos” dice mucho de la naturaleza y evolución de Podemos, que tras su explosión en las europeas de mayo del 2014 y sobre todo en su asamblea fundacional de octubre de ese año registró una fiebre de inscripciones que luego bajaría ostensiblemente: lo mismo que los índices de participación en las sucesivas votaciones internas, que con el tiempo fueron hundiéndose hasta descender al embarazoso 15,7% –sobre el total de inscritos– alcanzado en las primarias para las generales del 20-D.
La formación de Iglesias quiso abrirse a gente de todo origen ideológico sin exigir cuota: sólo el nombre y un móvil
El partido morado no tendrá este problema, sin embargo, cuando anuncie el resultado de sus dos preguntas a las bases: “¿Quieres un gobierno basado en el pacto RiveraSánchez? ¿Estás de acuerdo con la propuesta del gobierno de cambio que defienden Podemos, En Comú Podem y En Marea (en coalición con el PSOE)?”. La alta participación está garantizada esta vez. Las respuestas se dan por supuesto, y la incógnita está en la magnitud del no al pacto PSOE-C’s.
Las bases de los partidos con los que Podemos se mide oscilan entre los 32.000 afiliados de Ciudadanos y los más de 800.000 que dice tener el PP, pasando por los 189.000 del PSOE. Estas cifras –más de un millón en total– contrastan con la de los apenas 90.000 contribuyentes que, en sus declaraciones tributaria, dicen pagar cuota a algún partido.