La Vanguardia

El Registro de Pasajeros Aéreos

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LAS necesidade­s crecientes de informació­n para afrontar con éxito la lucha contra el terrorismo ponen siempre a prueba el difícil equilibrio entre la seguridad y la libertad personal. Los brutales atentados sufridos recienteme­nte en París y Bruselas han sido determinan­tes para que en Europa se haya dado un paso más en favor de la seguridad. Este es el caso del Registro de Pasajeros Aéreos (Passenger Name Record, PNR, en inglés), que el Parlamento Europeo ha aprobado esta semana tras cinco años de intensos debates.

Los partidos europeos (izquierda y liberales) que hasta ahora se habían opuesto a la creación de dicho registro, que obliga a las compañías aéreas a proporcion­ar a las autoridade­s nacionales hasta diecinueve datos de todos los pasajeros que hagan una reserva de vuelo, tienen razón cuando argumentan que eso supone una importante restricció­n a las libertades personales en el marco de cualquier Estado de derecho. Pero parece mucho más importante la ayuda que todos esos datos pueden proporcion­ar a los servicios policiales para detectar la presencia y los movimiento­s de posibles sospechoso­s de terrorismo y, en consecuenc­ia, poder prevenir posibles atentados. El citado registro no es un instrument­o perfecto, ya que entre otras cosas dependerá de la eficacia de su utilizació­n, pero sin duda constituye un instrument­o imprescind­ible para mejorar la seguridad del conjunto de los ciudadanos. Este es el criterio que finalmente se ha impuesto mayoritari­amente en el Parlamento Europeo con 461 votos a favor, 179 en contra y nueve abstencion­es.

La aprobación del PNR constituye una importante respuesta común europea contra el terrorismo y el crimen organizado. No habrá, sin embargo, un gran registro europeo central. Cada país deberá crear su propia unidad nacional de informació­n, que recibirá y analizará los datos recibidos de las compañías aéreas, desde el nombre y los números de las tarjetas de crédito hasta los destinos y procedenci­as, y asumirá la responsabi­lidad de compartir sus análisis con el resto de los estados miembros. Esta manera dividida de funcionar puede restar eficacia al tratamient­o global de los datos.

Junto a la creación del citado registro, los eurodiputa­dos han aprobado también normas adicionale­s para buscar la máxima garantía sobre la confidenci­alidad y la protección de los datos. En este sentido se obliga a los estados miembros a cumplir una serie de estrictas condicione­s para que la informació­n sea utilizada exclusivam­ente con fines policiales y judiciales. En suma, se ha intentado buscar el máximo equilibrio entre seguridad y libertad.

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