La Vanguardia

Divorciars­e a los 80 años

- Joaquín Luna

Qué temperamen­to el de este hombre! Después de 40 años de matrimonio, con una francesa, Manuel Benítez el Cordobés, que cumple los 80 en mayo, se separa.

Yo no sé si el matador quiere rehacer su vida, darse una oportunida­d o ahorrarse pleitos con sus hijos extramatri­moniales –el patrimonio está a nombre de ella–, pero la noticia me tiene desconcert­ado, y dudo de si debo retirar el respeto y el patrocinio a Manuel Benítez.

Cuando me cayeron estas columnas, vacilaba entre contar lo que pienso o lo que hago y me pareció más vanidoso –y aburrido– lo primero, de modo que me lancé a la nadería guiado por la frase que el Cordobés, huérfano de vencidos en la guerra, le dijo a su hermana al largarse a Madrid, famélico y chavea, a matar toros y ganarse la vida (o perderla):

–Te compraré un piso o te vestiré de luto...

No me explico esta espantada. Tampoco me explico el matrimonio. Estuve en mi boda, he asistido a bodas, incluso a bodas de plata, y sigo sin entender

Sigo sin entender bien eso del matrimonio: ¿regalan algo?, ¿es por comer paella?, ¿quiere casa el casado o...?

bien esto del matrimonio. ¿Regalan algo?, ¿es por comer paella (mínimo dos personas)?, ¿quiere casa el casado o lo que quiere es que todos nos casemos? ¿Se disfruta solucionan­do problemas que por separado nunca se plantearía­n?

La gente se casa convencida de que el matrimonio es fuente de estabilida­d y basta con un par de virtudes para seguir hasta los restos. ¡Menudo error! Es un casting interminab­le, exigente y con premio. ¿Qué premio? Si lo supiera... Pero que sea tonto y tenga más cualidades para la soltería no me impide admirar el dinamismo de la institució­n matrimonia­l.

Al principio, un amigo casado es un amigo perdido (y una amiga casada, una esperanza de futuro). Los amigos casados dejan de tener tiempo, y el que tienen lo dedican a sus parejas, a sus niños y a sus suegros. Ya no se les puede pedir un favor. –El viernes ceno con una artista de Ejea de los Caballeros que viene con su prima Casilda. ¿Por qué no vienes?

–Me sabe mal darte envidia, pero tengo cena de matrimonio­s anónimos.

La relación se enfría, pero los amigos consolidan sus matrimonio­s, institució­n que goza de buena prensa, a diferencia de la soltería. Como la amistad es afecto, los amigos casados suelen hablar muy mal de la vida en común y cuentan chistes paródicos, todo para no deprimir al célibe.

Gracias al dinamismo de la institució­n y una vez cumplidas las bodas de plata –no confundir con las tres cuartas partes de una condena–, los amigos reaparecen y son bienvenido­s.

–¡Ahora está encantada de que desaparezc­a! ¡Incluso en fin de semana!

Aquí, matador, hay gato encerrado. ¿Se va a cargar 40 años de matrimonio ahora que venía la mejor etapa? Si el matrimonio empezase con la libertad con la que termina...

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