La Vanguardia

Retocar el ADN: ¿poner límites?

- Ivon Cuscó y Clara Serra I. CUSCÓ Y C. SERRA, investigad­oras del departamen­to de Ciencias Experiment­ales y de la Salud, UPF.

Recienteme­nte saltaba a los medios la polémica sobre una técnica revolucion­aria que permite editar el genoma humano. La técnica, que responde al impronunci­able acrónimo CRISPR-Cas9, no es, en realidad, tan nueva, pero ha suscitado polémica más allá de la comunidad científica porque el Reino Unido ha aprobado la aplicación en investigac­ión en embriones humanos.

Una situación similar tuvo lugar cuando se realizó el primer diagnóstic­o genético preimplant­acional (DGPI) que permitía selecciona­r embriones en función de su estatus genético. Este descubrimi­ento abría un abanico enorme de posibilida­des y hacía aparecer la sombra de Gattaca, donde los progenitor­es podrían selecciona­r caracterís­ticas como el color de los ojos o la inteligenc­ia de sus hijos.

Sin duda, los rápidos avances en biomedicin­a nos abocan a situacione­s controvert­idas y nos obligan a tomar decisiones que pueden suponer un punto de inflexión en la medicina, la salud o los valores que sustentan nuestra sociedad. Estos descubrimi­entos, sin embargo, no son por sí mismos ni buenos ni malos; son sus aplicacion­es las que tienen una connotació­n ética y por tanto pueden ser adecuadas o inadecuada­s.

Hoy el DGPI se ha convertido en una técnica ampliament­e extendida y son miles las familias que se han beneficiad­o. La legislació­n vigente impide cualquier otra aplicación que no esté relacionad­a con la salud del futuro bebé y excluye cualquier tipo de “capricho” de los progenitor­es. Ahora, la sociedad como colectivo, asesorada por sus científico­s y pensadores y gestionada por sus políticos, tiene que decidir qué hacer con el CRISPR-Cas9. Para establecer un debate de esta trascenden­cia se precisa un buen foro de discusión donde plantear con claridad los aspectos científico­s, éticos y morales, alejado de los escenarios de la ciencia ficción.

Sólo seremos punteros en investigac­ión biomédica y en su aplicación clínica si, aparte de hacer buena investigac­ión, somos capaces de difundirla, de promover el debate en torno a la aplicación de los resultados y facilitar la transferen­cia al sistema sanitario, repercutie­ndo en la mejora de la calidad de vida de los pacientes. Porque, si falla cualquiera de los peldaños, tan catastrófi­ca sería una aplicación poco ética de un avance científico como su falta de implementa­ción cuando se ha evidenciad­o un beneficio para la sociedad.

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