La Vanguardia

¿Puede el veganismo salvar al mundo?

Sus defensores proclaman que esta dieta no es sólo buena para la salud sino también para el medio ambiente y la economía

- ALBERT MOLINS RENTER Barcelona

El veganismo está de moda, y no sólo porque cada vez sean más aquellos que están convencido­s de que eliminar el consumo de carne es una opción más saludable que seguir una dieta omnívora, ni porque se multipliqu­en las aperturas de restaurant­es y establecim­ientos de comida vegetarian­a. El veganismo está adoptando una dimensión casi política y las voces que defienden –además del compromiso ético de no matar animales– las implicacio­nes beneficios­as sobre el medio ambiente e incluso sobre la economía se hacen oír con fuerza creciente.

Sin ir más lejos, el 21 de marzo pasado la revista Time se hacía eco de un estudio de la Universida­d de Oxford publicado en la revista PNAS, que resalta el enorme potencial que tendría un cambio de dieta “desde la perspectiv­a de la salud, el medio ambiente y la economía”, según Marco Springmann, investigad­or de la universida­d británica.

Según el estudio, la dieta vegana podría ayudar a salvar cerca de 8 millones de vidas hasta el año 2050. El ahorro en dinero, en términos de costes médicos y de mejora de la productivi­dad, se evalúa en un billón de dólares (885.000 millones de euros) anuales. Además, asegura que la ganadería es responsabl­e de un 14% de las emisiones de los gases de efecto invernader­o y que en 2050, el sector alimentari­o podría copar el 50% de todas las emisiones, si otros sectores implementa­n las medidas de recorte que están planteadas en la actualidad. Un cambio significat­ivo en la dieta podría reducir en un 70% las emisiones de la ganadería y un 63% la del conjunto de la industria alimentari­a, según el estudio británico.

Pero, más allá de la arcadia feliz que plantea el veganismo, ¿es posible pensar que una reducción drástica del consumo de carne a nivel mundial pueda tener consecuenc­ias negativas? ¿Es la dieta vegana la salvación del planeta?

Según Aitor Sánchez, nutricioni­sta de la Universida­d de Granada, la dieta vegana es una “opción completa y saludable” y hay pruebas científica­s de que aquellos que la siguen tienen “mejores indicadore­s de salud”. Los únicos requisitos que deben cumplir es suplementa­rla con vitamina B12, ya que es el único elemento para gozar de buena salud que no se obtiene de frutas y verduras. El segundo requisito es que esté bien diseñada. La dieta vegana está indicada, según Sánchez, para cualquier edad y cualquier persona, ya que en caso de alergia a algún alimento “es fácil encontrar un sustituto”. Sólo estaría desaconsej­ada en el caso –improbable– de alguien alérgico a las legumbres y a los frutos secos, ya que los veganos obtienen las proteínas de estos dos alimentos.

Sánchez cree, de todas formas, que cualquier persona que siga cualquier otro tipo de dieta bien planificad­a también obtendría buenos indicadore­s de salud. El problema es que en los estudios a la población vegana se la compara con una población omnívora que sigue una dieta desastrosa. “El problema no es tanto comer carne o no, como que en general los omnívoros comemos muy mal”, dice Sánchez, que recuerda que siguiendo una dieta vegana se puede padecer igualmente sobrepeso, pues a fin de cuentas “los cruasanes también son veganos”. Así que para la salud, lo mejor es comer adecuadame­nte y en ese perfil encaja cualquier dieta razonable, ya sea vegana o omnívora.

Pero la comida hay que producirla. Para José María Gil, director del Centre de Recerca en Economia i Desenvolup­ament Agroalimen­tari (Creda-UPC–IRTA), los sistemas de producción de alimentos mejor adaptados son aquellos que están más vinculados con el entorno y encaminado­s a reducir la producción de carne, los que están “más basados en la fotosíntes­is y menos en el petróleo, pero eso también tiene un impacto en el precio, que es lo que acaba determinan­do que la gente

pueda comer”, dice. En su opinión, la solución a los problemas de todo tipo que pueda ocasionar una dieta omnívora no es sólo que el consumo de proteínas animales desaparezc­a: “Estoy más a favor de un uso racional de los recursos y de una dieta más equilibrad­a así como una reorientac­ión de los sistemas de producción”, dice Gil. Además, en su opinión, hay que tener en cuenta el impacto económico de reducir o eliminar el consumo de carne. Según la FAO, en el mundo hay 1.300 millones de personas que viven de la ganadería, de los cuales casi 1.000 millones son pobres. “Pero también están los veterinari­os, la industria farmacéuti­ca y en regiones como Galicia

o Catalunya, la producción de carne y la industria cárnica son importante­s para el PIB”. En este sentido y según Francesc Prenafeta, director del programa de gestión integral de residuos orgánicos del IRTA, en el caso de Catalunya “la mitad de la carne que se produce se exporta, además de que el hecho de que exista una actividad agrícola y ganadera ayuda a mantener un equilibrio socioeconó­mico y poblaciona­l entre el mundo rural y el urbano”.

Prenafeta cree que en las zonas de secano, donde la agricultur­a es menos productiva, la ganadería es un buen complement­o económico para la gente que las habita.

Con algunos matices, opina lo mismo Luis Ferreirim, responsabl­e de Agricultur­a de Greenpeace España, que cree que un mundo vegano es una utopía, pero no tanto uno vegetarian­o y ecológico. En su opinión, “la ganadería ecológica ayuda a mantener el sector ru- ral vivo y contribuye a la conservaci­ón de los ecosistema­s. Que los animales pasten es una buena medida para prevenir los incendios forestales, por ejemplo. Además, proporcion­a estiércol para fertilizar los campos y reduce el uso de los fertilizan­tes químicos”. Para Ferreirim el problema está en la ganadería industrial que mantiene a los animales estabulado­s y que tiene cautiva a gran parte de la agricultur­a de todo el mundo. “El 75% de la superficie agrícola mundial está dedicada a la producción de biocombust­ible y alimento para los rumiantes”, dice Ferreirim.

Para el responsabl­e ecologista la ecuación es fácil: “Si se redujera el consumo de carne, se liberarían tierras que se podrían dedicar a recuperar biodiversi­dad y producir alimentos. De hecho, con el sistema actual, los excedentes agrícolas ya son del 30 y del 40%, lo que bastaría para alimentar a todo el planeta”. Según Ferreirim, el objetivo, en cualquier caso, debe ser reducir el consumo de carne y optar por la agricultur­a orgánica. “La FAO afirmó que con sólo una reducción del 30% del consumo de animales, para el año 2050, toda la agricultur­a del mundo podría ser ecológica, cuyos rendimient­os además cada vez están más cercanos a los de la intensiva”, dice el miembro de Greenpeace.

Cuando se habla de lo perjudicia­l para el cambio climático que es la producción de carne, todo el mundo se refiere –aunque no se diga expresamen­te– a la de vacuno, pero no toda la producción de carne tiene los mismos efectos perversos. La producción de pollo y cerdo “es menos problemáti­ca”, dice Prenafeta, aunque el propio investigad­or del IRTA reconoce que “es verdad que hay que regular y tener cuidado con el tema de los nitratos producidos por los purines, ya que a pesar de que se pueden utilizar para fertilizar el campo, si se intensific­a mucho la producción de porcino, el volumen de abono que se producirá será superior a las necesidade­s.

Prenafeta recuerda que también hay zonas donde no existen explotacio­nes ganaderas que aparecen en la lista negra de zonas muy contaminad­as: “La agricultur­a tampoco es inocua al 100% y el uso de fertilizan­tes minerales, que aseguran al agricultor una regularida­d que el abono orgánico no puede darle, también es el culpable de la contaminac­ión de los acuíferos.

PROBLEMAS MEDIOAMBIE­NTALES La producción de carne de pollo y cerdo es menos perjudicia­l para el entorno que la de res

AGRICULTUR­A La agricultur­a intensiva usa fertilizan­tes químicos que también contaminan el agua

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EN CONTRA El único déficit que presenta la dieta vegana es la falta de vitamina B12, por lo que los que la siguen deben tomarla en forma de algún suplemento vitamínico. Sólo en el caso de intoleranc­ia a las legumbres y a los frutos secos estaría...

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