La Vanguardia

“De aquí no me sacan”

Tras una vida en la calle, Rafael Montserrat, de 50 años, se instala en un piso y emprende una nueva etapa con el apoyo de la Fundació Arrels

- ROSA M. BOSCH

Sabes lo que es ir a dormir y no tener que preocupart­e de que te metan cuatro puñaladas o de que te roben las bambas? ¿Sabes lo que es no tener que ir cada día a buscar agua y leña al quinto pino? ¿Sabes lo que es apretar un botón y tener luz? Esto es vivir tranquilo. ¡De aquí no me sacan ni los bomberos!”. Rafael Montserrat, una persona sin techo durante muchos años, ya tiene casa desde hace poco más de una semana. Llevaba meses esperando un piso que finalmente la Fundació Arrels le ha conseguido en la Trinitat Nova, a tiro de piedra de Collserola.

Cosas del destino: Rafael y sus diez hermanos nacieron en la montaña de Montjuïc, y ahora él ocupa un piso con vistas a Collserola. “De niño, hasta los once años, viví allí con mi familia en una barraca. Luego me escapé e hice de todo. Me enviaron a los Hogares Mundet, luego trabajé cuidando ovejas en Sitges, después de lavaplatos, butanero, electricis­ta, vigilante... Me casé, tuve dos hijos, me separé, otra vez en la calle...”, comentaba Montserrat este viernes en el comedor de su casa. Los últimos meses, desde que Arrels le comunicó que estaba tramitando una vivienda para él, han sido malos. Dejó su chabola de Montjuïc para instalarse en una pensión. Lo echaron por mal comportami­ento. Deambuló por las calles de Ciutat Vella. Regresó a Montjuïc. Otra pensión. Vuelta a la montaña. Seis meses de altibajos, con ganas de abrir una nueva etapa, pero con una carga demasiado pesada a sus espaldas fruto de tanto tiempo en la miseria, de adicciones, enfermedad­es e incertidum­bre. El lastre del pasado, de una infancia difícil y con mucha violencia, según cuenta. Rafael, el mayor de los hermanos –de 11 sólo viven cuatro–, nunca fue a la escuela, tenía que ayudar al padre en sus trapicheos. “Lo mataron en un ajuste de cuentas delante de mis dos hermanos pequeños”, recuerda.

“Esta es mi oportunida­d, la fastidié cuando me echaron de las dos pensiones, pero ahora quiero hacer bien las cosas. Mis planes son vivir el tiempo que me quede lo mejor que pueda, ir arreglando el piso a mi gusto. Estoy siguiendo un tratamient­o de desintoxic­ación del alcohol y me tomo todas las pastillas que me han recetado. Ahora duermo algo mejor, me siento seguro, sin miedo de que me ataquen”, explica mientras señala los adornos que ha ido recuperand­o de los contenedor­es para decorar la vivienda. Un cuadro de Jesucristo, un paisaje japonés, un ramo de flores artificial­es y un atrapasueñ­os. “Yo lo aprovecho todo. Cada mañana bajo a la calle y recojo cosas que la gente tira. Me he arreglado un equipo de música con piezas abandonada­s”. En la habitación contigua a su dormitorio ha montado un pequeño taller donde ensambla toda suerte de aparatos.

Rafael es uno de los beneficiar­ios de Arrels del modelo housing first, consistent­e en facilitar una vivienda permanente a las personas que están en peores condicione­s en la calle. A cambio se les pide que paguen una pequeña parte del alquiler, en proporción a sus ingresos (si los tienen); que acepten recibir una visita semanal de su trabajador social de referencia, y que tengan una buena convivenci­a con los vecinos.

Montserrat ha puesto mucha ilusión en este piso. Si hacía unas semanas era un manojo de nervios, ahora no para de sonreír. Abre orgulloso una nevera llena de alimentos y dice que hoy le preparará la comida a su pareja, que no se encuentra bien. “Mejor o peor, cocino de todo, pero mi plato preferido es el arroz mixto, con carne, pescado, verduras y tinta de calamar”, dice mientras comprueba si la colada se ha secado en el balcón con vistas a Collserola, en las antípodas de su chabola de Montjuïc.

“¿Sabes lo que es ir a dormir y no tener que preocupart­e de que te metan cuatro puñaladas?”

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JORDI PLAY Rafael Montserrat, fotografia­do este viernes en el comedor de su casa de la Trinitat Nova
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La Vanguardia ha seguido la evolución de Rafael Montserrat en su proceso para salir de la calle, desde el pasado octubre, cuando se publicó el reportaje sobre su vida en Montjuïc.

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