Amores del más allá
César & Cleopatra
Autor: Emilio Hernández Dirección: Magüi Mira Lugar y fecha: Teatre Romea (14/IV/2016)
Dos mil años después de haberse conocido, Julio César, el que acabó cosido a cuchilladas, y Cleopatra, la reina de Egipto, por quien aquel y otros ilustres romanos perdieron la chaveta, han vuelto del más allá. El más allá, como es sabido, está lleno de nieblas, como las que rodean a los ángeles en algunos Pastorets del país, de manera que las nubes desde las que emerge la pareja anuncian una lluvia de ingenuidades.
César & Cleopatra, el texto de Emilio Hernández, en efecto, no se priva de jugar con los anacronismos obvios derivados de la idea central de la comedia y, así, los dos personajes históricos beben whisky, consultan sus tabletas y cuando el romano le recuerda cómo se llama, la egipcia le responde “Ay César, César... tienes nombre de ensalada”. Y el público se ríe de buena gana.
También lo hará en cada reproche amable que se lancen los dos personajes. Se podría decir que César & Cleopatra disfruta de una gracia inmanente a causa de la imposible situación planteada. La comedia ofrece disputas inocentes, la primera de las cuales gira en torno a la capacidad amatoria del romano, que por lo que parece fue inagotable y por lo que replica la dama del Nilo, supeditada siempre a intereses políticos y militares. A pesar de la trivialidad de los diálogos, estos no dejan de reflejar un esfuerzo documental del autor, quien se ha servido de la historia para llenar la comedia de nombres propios que, me temo, se los llevará la ventolera de frivolidad que barre la representación hasta el final. Pensar que la comedia puede cumplir una función didáctica más allá de lo que mostraron las pasteleras producciones de Hollywood sería un error.
Mientras Emilio Gutiérrez Caba resuelve bastante bien su compromiso cesáreo con un cierto cinismo, la Cleopatra Ángela Molina, que honra toda una saga artística, cantando un aria de Händel, se limita a un papel de estilizado figurín juvenil, y a querer ser, quizás, una revelación teatral, la cual no pasaría de unos términos puramente plásticos. La dirección de Magüi Mira se muestra impotente a la hora de mejorar la calidad interpretativa de la buena actriz cinematográfica. Una impotencia directriz que se convierte en un fracaso clamoroso a la hora de dirigir los encuentros entre los personajes “eternos” y los “reales” –un discreto César (Ernesto Arias) y una eficiente Cleopatra (Carolina Yuste)– en un espacio escénico abierto de par en par, inútil.