Reaccionar y explicar
OPTIMISMO. Para aquellos que dimos por sentenciada la Liga y que veíamos en el Barça una garantía de triplete, no queda otra que aceptar –alguna vez lo aprenderemos– que el deporte no entiende de lógica, favoritos ni pronósticos. Se impone digerir que el gran objetivo de la temporada –revalidar la Champions– ya no podrá ser, pero el equipo sigue optando a dos títulos que cerrarían un curso espléndido. Luis Enrique solicita optimismo, y sería de justicia que el barcelonismo le siguiera, aunque es probable que el culé de a pie necesite argumentos para creer. Convendría que el técnico explicara las razones por las que cree que su equipo se ha bloqueado repentinamente en el momento crucial de la temporada. Pero no: ni en la rueda de prensa posterior al partido del Calderón, ni tampoco en la de ayer, el técnico esgrimió un solo argumento futbolístico. Ya sabemos que no son máquinas y que mantener el nivel nueve meses no es fácil ni siquiera entrenando con GPS, pero tampoco se puede reducir todo a una cuestión de azar ni de fe. Explicar los porqués del frenazo sería una manera de transmitir optimismo: ya que no lo entendemos desde fuera, por los menos nos tranquilizaría saber que el entrenador sí sabe lo que está pasando.
Faltarían páginas para agradecerle lo que ha hecho por el Barça, lo cual es compatible con preguntarse qué le pasa. Tras varios partidos malos, en el Calderón simplemente no estuvo.
Es sorprendente la cantidad de culés indignados con su actividad en las redes sociales. Lo preocupante del brasileño es que no ha rendido ni siquiera en el tramo decisivo de la temporada. Y que su teórico sustituto, fichado por 22 millones, no ha contado en ningún partido importante.
El Valencia llega virtualmente salvado tras su victoria sobre el Sevilla, aunque acomplejado por el 7-0 de Copa. Pako Ayestarán intenta recuperar la cordura que no encontró Neville. O el Barça reacciona, o se le puede complicar el partido.