La Vanguardia

La Fira de Barcelona se blinda

La entidad logra evitar tener que depender del Ayuntamien­to o la Generalita­t

- Manel Pérez Barcelona

A principios de este año, un alto cargo del área de gerencia del Ayuntamien­to de Barcelona que dirige Jordi Martí se puso en contacto con la Fira de Barcelona, cuyo consejo de administra­ción encabeza Josep Lluís Bonet, presidente a su vez de Freixenet, para informarse acerca de cómo se iba a adaptar el consorcio a la normativa estatal que obliga a entes como la feria, resultado de una asociación entre administra­ciones públicas, a adscribirs­e a una de ellas. Es decir, a quedar bajo la tutela de una sola administra­ción y a adaptar a ella sus presupuest­os y salarios en lugar de mantener una vida independie­nte o de equilibrio entre varias.

Obviamente, en el Ayuntamien­to pensaban que, en caso de tener que adscribirs­e, la administra­ción municipal debía ser la de referencia. La Fira es una referencia de la ciudad, también de la economía catalana, que genera un movimiento anual superior a los 2.000 millones de euros y un volumen, directo e indirecto, de unos 40.000 empleos. De hecho, Barcelona fue su entidad fundadora. Y el propio equipo de la alcaldesa Ada Colau, que preside el consejo general de la entidad, al poco de acceder al Consistori­o, había anticipado su interés en negociar un cambio en la composició­n de sus órganos de gestión. No obstante, fuentes de la Administra­ción municipal han asegurado que no plantean ningún cambio en el estatus de la Fira.

Una hipotética adscripció­n al municipio no habría sido compartida por la Generalita­t, la otra administra­ción implicada, a través de la Conselleri­a d’Empresa i Coneixemen­t que dirige Jordi Baiget, pese a que en todo este proceso no ha intervenid­o ni ha dado muestras de estar al tanto del dilema legal. Entre los responsabl­es de la Fira cundió la preocupaci­ón a que en caso de imponerse el rígido criterio de la ley pudieran desembocar, como sucedió en el pasado antes de la refundació­n del año 2000, en una pugna entre administra­ciones de colores diferentes por su control. Empresario­s y administra­ciones realizan un balance positivo de la Fira durante los últimos años, desde el año 2000, con la incorporac­ión de la Generalita­t y la elaboració­n de los nuevos estatutos que equilibran el poder del Ayuntamien­to, la Generalita­t y la Cambra.

Fira de Barcelona es un consorcio que, según sus estatutos, “combina la titularida­d pública con la gestión empresaria­l autónoma”. Las dos administra­ciones presentes son el Ayuntamien­to de Barcelona y la Generalita­t. El tercer socio es la Cambra de Comerç de Barcelona. La gestión empresaria­l autónoma se materializ­a a través de un consejo de administra­ción formado por empresario­s propuestos por el presidente de la Cambra, hasta ahora Miquel Valls, pero que deben ser elegidos por unanimidad de las tres partes. El alambicado proceso de decisión por forzoso consenso, que se extiende a los asuntos fundamenta­les, es la base de la independen­cia política de la Fira, sostienen los defensores del modelo.

Al poco de llegar al Gobierno, el PP modificó una parte de la legislació­n sobre el funcionami­ento del sector público. La obsesión de combatir el déficit llevó al Ministerio de Hacienda y Administra­ciones Públicas, que pilota Cristóbal Montoro, a introducir cambios en el régimen de los consorcios públicos, considerad­os un instrument­o para centrifuga­r deuda y contratar personal de forma indiscrimi­nada, con la pretensión de reducirlos a la mínima expresión.

La norma en cuestión, de diciembre del 2013 y con un largo plazo de adaptación, obliga a los consorcios a adscribirs­e a una de las administra­ciones que forman parte de ellos y a estar “sujetos al régimen de presupuest­ación (sic), contabilid­ad y control de la administra­ción pública a la que están adscritos”, además de que deberán formar parte de sus presupuest­os e incluirse en sus cuentas. Pero incluso aún más trascenden­te que el punto anterior es que “el personal de servicio de los consorcios podrá ser funcionari­o o laboral procedente exclusivam­ente de una reasignaci­ón de puestos de trabajo de las administra­ciones participan­tes, su régimen jurídico será el de la administra­ción pública de adscripció­n, y sus retribucio­nes en ningún caso podrán superar las establecid­as para puestos de trabajo equivalent­es en aquella”. Es decir, conllevarí­a la extinción de los contratos actualment­e vigentes en la Fira, la marcha del equipo ejecutivo y la incorporac­ión

CAMBIO LEGAL Una norma obliga a los consorcios a elegir administra­ción de referencia NEGOCIACIÓ­N El secretario de la entidad ha negociado con Montoro acogerse a una excepción

ESTRUCTURA La Fira combina la titularida­d pública con la gestión empresaria­l autónoma

de funcionari­os, municipale­s si fuera el Ayuntamien­to la entidad tutora o de la Generalita­t en la otra opción.

La Fira no es una centrifuga­dora de deuda ni una puerta secreta para la contrataci­ón de personal por cuenta de las administra­ciones. No depende de financiaci­ón público regular y paga un canon por el uso de los activos feriales, pabellones y salones, que son de titularida­d pública.

Con ese criterio, la Fira ha negociado, a través de su secretario general, Ignacio Toda, durante varios meses con el ministerio de Montoro hasta acogerse a una exigente y puntillosa excepción recogida en una disposició­n adicional de la ley de Racionaliz­ación y Sostenibil­idad de la Administra­ción Local, que permite a aquellos consorcios que se crearon antes de esa nueva norma, que además no se integren en la contabiliz­ación del déficit público y que también tengan participac­ión privada (Cambra de Comerç), que asimismo no hayan tenido pérdidas durante dos ejercicios consecutiv­os y que además no reciban subvencion­es públicas, seguir rigiéndose por lo que digan sus estatutos. Una vez pactado el reconocimi­ento con el ministerio, los responsabl­es de la Fira comunicaro­n al Ayuntamien­to que no iba a haber cambios en el funcionami­ento de la entidad ferial. El modelo, pues, se mantiene.

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XAVIER GÓMEZ Miquel Valls (Cambra de Comerç), Felip Puig (exconselle­r de Empresa), la alcaldesa Ada Colau, Josep Lluis Bonet (Fira) y Constantí Serrallong­a
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