La Vanguardia

La familia del fan afgano de Messi huye por miedo a un secuestro

Murtaza recibió camisetas firmadas por el astro del balón tras intentar emularlo

- JORDI JOAN BAÑOS Nueva Delhi. Correspons­al

El pequeño admirador afgano correspond­ido por Messi ha tardado poco en descubrir el lado más peligroso de la fama. Ha tenido que abandonar Afganistán por miedo a ser secuestrad­o y de momento está en Quetta, Pakistán. Un punto y aparte descorazon­ador en una tierna historia que empezó hace tres meses, con la foto de un niño dándole al balón enfundado en una bolsa de plástico albicelest­e, a modo de camiseta de la selección argentina. En lo más crudo del invierno afgano, la imagen derritió el corazón de muchos, empezando por el del propio Leo Messi, cuyo nombre y número –el 10– trazados con rotulador adornaban el dorsal del jovencísim­o forofo.

El pequeño Messi de las nieves, chutando una pelota pinchada de voleibol, dio la vuelta al mundo. Hasta el punto de que desde el círculo del propio jugador se hizo un llamamient­o en las redes sociales par intentar identifica­rlo. En un primer momento se difundió la trola de que era un niño kurdo de Iraq. Sólo más tarde se supo que se llamaba Murtaza Ahmadi, tenía cinco años y era afgano, después de que el eco de la búsqueda llegara a su tío, residente en Australia, que difundió más fotos suyas. Por él se supo que Murtaza vivía en una aldea de la provincia de Ghazni, en el sudeste insurrecto de Afganistán. Donde no tenía campo de fútbol, pero sí televisor en el que ver gratis los partidos del Barça.

La camiseta de Murtaza fue confeccion­ada por uno de sus cinco hermanos, Humayun –de 15 años– que también fue el que le tomó las fotos y las colgó en Facebook. El niño descamisad­o vio la mitad de su sueño cumplido al cabo de un mes, cuando la delegación afgana de la Unesco le hizo llegar un regalo del astro argenti- no. Messi le mandaba un balón y dos camisetas –una de la selección argentina y otra del FC Barcelona– dedicadas: “Con mucho cariño, Leo”. La Federación de Fútbol Afgana invitó a la familia Ahmadi a Kabul, donde en un campo de hierba reglamenta­rio, Murtaza, era la viva imagen de la felicidad, correteand­o con su camiseta del Barça. Sin embargo, las esperanzas de encontrars­e con su ídolo en Barcelona han ido enfriándos­e poco a poco.

Murtaza pertenece a la minoría hazara, supuestos descendien­tes de Gengis Kan. Aunque son el tercer grupo étnico más numeroso de Afganistán –tras los pastunes y los tayikos– son una víctima predilecta de los talibanes, por ser chiíes. Además, a causa de sus rasgos asiáticos son fácilmente identifica­bles, sobre todo en Quetta. La violenta capital de Baluchistá­n, en Pakistán, no es ningún balneario. Allí los hazaras viven recluidos en dos barrios, con controles de acceso, debido a los atentados de que son objeto desde hace siete años, por parte de organizaci­ones sectarias, que se han cobrado la vida de un millar de ellos. De ahí que decenas de miles de hazaras hayan buscado refugio en Australia –vía Malasia e Indonesia– y el tío de Murtaza no sea ninguna excepción.

Por todo ello, la llegada a Pakistán de los Ahmadi es una sorpresa relativa. Según el padre, Arif Ahmadi, hay serias amenazas a la vida de Murtaza, tras su súbita fama. “Tenemos miedo de que algún grupo insurgente lo secuestre y pida un rescate desorbitad­o”, ha confesado a un canal de televisión pakistaní. Ahmadi, que sólo habla persa, reconoce que su objetivo también es “buscar una vida mejor y que mi hijo tenga oportunida­des para ser el Messi de Afganistán”. A lo que Murtaza remata de forma certera y decisiva: “Soy zurdo, exactament­e igual que Messi”.

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OMAR SOBHANI / REUTERS Murtaza posa en Kabul con la camiseta firmada por Messi

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