La Vanguardia

Dispensa de legalidad

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Leo el artículo “La oposición exige más flexibilid­ad para el Zurich” (Vivir, 1/V/2016) respecto a un plan para regular las terrazas de los establecim­ientos existentes sobre las aceras. En principio, parece oportuna y necesaria tal regulación, pero es sorprenden­te que sea la oposición la que promueva una “aplicación más flexible de la ordenanza de terrazas”.

Es sorprenden­te porque fue el equipo dirigido por Trias (entonces alcalde) quien redactó y aprobó tal ordenanza, por lo que su actuación en el momento actual y juzgando la actuación de otro equipo de gobierno resulta, cuando menos, paradójica. Y lo es más aún porque este equipo de Trias debería tener sus asesores, los cuales le deben de haber advertido que no es admisible la dispensa de legalidad. Si se considera que la ordenanza no es adecuada, lo que procede es anularla y tramitar una nueva. Pero admitir la flexibilid­ad (o dispensa) supone una quiebra de la seguridad jurídica, un posible agravio para terceros y, en todo caso, induce a la aparición de conseguido­res intermedia­rios que logren, a través de esa interpreta­ción flexible, lo que las normas y ordenanzas no autorizan. Salvo, claro está, que esté prevista utilizarla como sistema de recaudació­n indirecta.

Una demostraci­ón más de que se legisla sin ton ni son y que, como recordó en su día un viejo profesor: “En España no es necesaria la derogación expresa, pues ya se sabe que las leyes se publican para no ser cumplidas”. ENRIQUE CRUZATE Suscriptor Barcelona

Fa un temps, el gos era necessari per a l’home: havia de vigilar el ramat, la casa pairal i fer companyia al pagès. Actualment, el gos s’ha fet l’amo de les nostres vides, fins al punt de fer-se molest a causa de l’incivisme dels seus amos, cada cop més tolerables amb les seves malifetes.

Estic d’acord amb el senyor Josep M. Argilés (“Els lladrucs dels gossos”, 30/IV/2016) pel que fa a les molèsties d’aquests animals pels lladrucs insuportab­les que hem d’aguantar. Malgrat que hi ha una ordenança que prohibeix que els animals estiguin sols a casa durant hores, o que els deixin a les terrasses o balcons, pocs compleixen la llei. I quan vius en un barri on hi ha cases unifamilia­rs, on la majoria té gos, imagineu el mal de cap que això provoca.

Així que jo també demano que els gossos no hipotequin la nostra qualitat de vida. Tenim tot el dret a viure tranquils. PILAR SALÓ GÓMEZ Barcelona

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