Macri abre las puertas
Quince años después, Macri recibe a los corresponsales extranjeros en su residencia tras la opacidad informativa del kirchnerismo
El nuevo presidente argentino ha cerrado años de tensión entre la Casa Rosada y la prensa extranjera con su invitación a los corresponsales, un acto habitual en otras jefaturas de Estado que el kirchnerismo había dejado de lado.
El propio Mauricio Macri lo destacó al saludar a los periodistas en la Quinta de Olivos: hacía quince años que un presidente argentino no convocaba exclusivamente a los corresponsales extranjeros acreditados en el país, una práctica habitual –con mayor o menor frecuencia– en cualquier Estado democrático. El último fue Fernando de la Rúa (1999-2001). Se confirma que cuando los corresponsales somos noticia, generalmente es por algún motivo por el que no deberíamos serlo.
La cita tuvo lugar al atardecer del viernes en la residencia presidencial, una inmensa finca situada a 20 kilómetros del centro de Buenos Aires y que indistintamente es usada por los mandatarios argentinos como lugar de trabajo, compartiendo protagonismo con la Casa Rosada, a donde se desplazan en helicóptero para esquivar el tráfico. En este sentido, Macri no es una excepción pese a su política de austeridad para paliar el abultado déficit fiscal dejado por su predecesora, Cristina Fernández. La austeridad sí se demuestra en las cuatro galletitas, el zumo y el agua servidos a los periodistas, siempre tan mal acostumbrados a agasajos suntuosos.
El presidente Néstor Kirchner (2003-2007) no convocó ninguna rueda de prensa. Tampoco consejos de ministros. Fernández sólo concedió una conferencia en sus ocho años de mandato (2007-2015) y fue en el 2008 en Olivos, única vez en que todos los periodistas pudieron acceder a un recinto sobre el que se tejió una mitología urbana oscurantista durante el kirchnerismo, porque apenas trascendió información oficial ni imágenes sobre la vida de los Kirchner en la Quinta.
Puesta en escena minimalista. Tres sillas, una bandera argentina y el acristalado fondo de un salón que deja ver los frondosos jardines por donde los funcionarios se desplazan en carritos de golf o en bicicleta. A ambos lados de Macri, alto nivel para transmitir al mundo la mejor imagen de una Argentina que se abre tras doce años de proteccionismo kirchnerista y enfrentamiento con las principales potencias. A la derecha del presidente, Marcos Peña, su mano derecha y jefe de gabinete, equivalente a primer ministro. A su izquierda, Alfonso Prat-Gay, ministro de Hacienda, enfrascado en atraer inversiones del exterior y reducir la galopante inflación que ya ronda el 40%.
La inflación es uno de los temas estrella del encuentro y la principal preocupación de los argentinos. “Va a bajar drásticamente en el segundo semestre”, promete Macri, convencido de las medidas económicas que está tomando, cuestionadas porque de momento benefician a las empresas y perjudican al bolsillo de los ciudadanos.
Cordial, el presidente no esquiva ningún asunto, sin salirse del libreto. Se preocupa por la crisis brasileña, critica al Gobierno venezolano o se muestra esperanzado con el acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur. Pone cara de hastío sobre los papeles de Panamá, reitera que está todo “en regla” y añade sin ocultar hartazgo: “Es medio absurdo hablar de cosas que pasaron tanto tiempo atrás”.
Y cuando no hay titulares llamativos, en Argentina siempre queda el recurso de hablar de fútbol y más con un expresidente del Boca Juniors. Final de la Champions: ¿Atlético o Real Madrid? “Soy amigo de los dos presidentes (...), pero creo que inclina la balanza la presencia del Cholo Simeone”.
La inflación “va a bajar drásticamente en el segundo semestre”, promete el presidente argentino