La Vanguardia

Júlia, el deseo de Casas

El Cercle del Liceu indaga en la musa modernista

- TERESA SESÉ LAS REVELACION­ES VEA UN DOCUMENTAL SOBRE JÚLIA PERAIRE EN http://bit.ly/277LIQl

La leyenda quiere que en la Barcelona de 1905, Ramon Casas conozca en la terraza de la Maison Dorée a Júlia Peraire, una hermosa vendedora callejera de lotería que se convertirí­a en su musa y sería el gran amor de su vida. Ella tenía 17 años y él 39. El pintor la retrató una y mil veces, y no se separaron hasta la muerte del pintor, en 1932, pero el suyo fue un amor de puertas para adentro que dejó en penumbra a la inmensa mujer que se escondía detrás de la modelo. Hasta aquí, nada que objetar.

Pero ¿quién era Júlia Peraire? ¿Fue en realidad aquella chica pobre y desvalida que se nos ha hecho creer? ¿La mujer resentida

EL VOLUMEN DE LA MUESTRA que sufrió en silencio el desdén de la sociedad burguesa de la época, que le cerró las puertas de sus salones a no ser que fuera en pintura? Nada más lejos de la realidad. “Júlia fue ante todo una mujer libre; vivió la vida que quiso vivir”, asegura la historiado­ra Isabel Coll, comisaria de la exposición Júlia, el desig. Ramon Casas, una muestra organizada por el Cercle del Liceu que indaga, por primera vez, en la personalid­ad de una mujer “valiente que no estuvo ligada a los prejuicios de la época” y de la que hasta ahora apenas se sabía nada. “La sociedad la juzgó, pero a ella este rechazo nunca le importó”.

La exposición se enmarca dentro del año Casas, y no es casual que tenga como marco el Cercle del Liceu. Además de la célebre Rotonda, diseñada por el pintor para una de sus salas, de sus paredes cuelga La Sargantain (1907), un retrato cargado de erotismo, la pasión y el deseo confluyend­o en un único punto, el sexo, como los pliegues de su vestido amarillo; para mu- chos, el mejor retrato que Casas le hizo nunca. El Cercle del Liceu lo adquirió por 2.000 pesetas el mismo año en que fue pintado, tras ganar el premio de la 5.ª Exposició d’Art Internacio­nal de Barcelona. Ahora, en la exposición que cuenta con el patrocinio de Obra Social La Caixa, le acompañan otros 56 retratos de Júlia. La joven y de sensual desnudo en el único dibujo en la que el pintor nos permite ver el azul de sus ojos; la femme fatale; la musa inspirador­a, la mujer elegante y moderna, la sofisticad­a burguesa, la flamenca, la beata... Siempre mirando a los ojos del pintor hasta que, ya al final, la muestra en la habitación matrimonia­l pero aquí ya no lo mira a él, sino a su pequeño pequinés, que en otro cuadro se hará ya con el protagonis­mo de la escena, y recostado en la cama contempla y admira a Júlia “como tantas veces había hecho él”. “La pasión de los primeros años deja paso al conformism­o y a la aceptación de que el deseo ya no es el principal motivo de vida”, reflexiona Coll, una de las máximas expertas de Casas, autora del Catálogo Razonado.

Coll ha empleado meses y meses en intentar conocer a Júlia Peraire, cuya existencia fue ocultada tanto por la prensa como por los amigos del pintor. Vendía billetes de lotería, pero también podía vender flores, tal como explica en un dibujo el propio Casas a su amigo el filántropo norteameri­cano Charles Deering. La clave, intuyó, la tendría la familia. Y acertó. Nacida en Sant Martí de Provençals, el 30 de junio de 1888, era hija de Marcos Peraire, director del matadero de la localidad y un librepensa­dor –fue secretario del Comité de Republican­os Progresist­as– que educó a sus hijas en un ambiente nada religioso, donde poco importaban las normas y los convencion­alismos, y mucho más cultivado de lo que pudiera creerse para una vendedora ca-

“Júlia fue ante todo una mujer libre”, dice Isabel Coll, la comisaria de la exposición

Con patrocinio de la Obra Social La Caixa, la muestra reúne medio centenar de Júlias

llejera. Prueba del pensamient­o de padre son los nombres que les puso a sus hijas: Emília Lluciana (por el Emilio de Rousseau), Salut Florinda Lícia, Flora Perpétua, Purificaci­ó .... o Júnia Victoria, nombre con el que fue inscrita Júlia por haber nacido en el mes de junio.

“Eso explica que la relación entre Júlia y Casas fuera vista con naturalida­d por la madre y las hermanas”, que conviviero­n con la pareja. Y también, añade Coll, que a Júlia no le importase el hecho de no contraer matrimonio, cosa que no sucedería hasta veinte años después de que formalizas­en su relación. “Era algo que no le importaba, no querían estar casados... Si ella lo hubiese deseados, le habría bastado con una mirada. Al final celebraron una boda en la iglesia de la Bonanova, pero segura- mente él quería dejar sus situación arreglada, se encontraba enfermo y acababa de morir su hermana, a la que se encontraba muy unido”.

Pero lo cierto es que la familia de Casas se negó a aceptar a Júlia y sus amigos la miran con desprecio, segurament­e porque habría sido la culpable de que el pintor, rompiera con su novia, pero también porque ahora era ella la que captaba toda su atención. En el catálogo de la muestra, Isabel Coll cita una carta que Joaquim Folch i Torres envía a Miguel Utrillo como prueba del desprecio que sienten por ella: “Casas corria per aqui amb la Júlia. No’ls he vist, en primer lloc per que no corro gaire pels boulverads, i en segon lloc perque la troballa amb tal companya tampoco m’era interessan­t”. La relación con el adinerado pintor también horrorizab­a a la bienpensan­te sociedad barcelones­a, por pecaminosa y por ir contranatu­ra.

Y segurament­e es ese mismo desprecio, piensa Coll, el que le valió el apodo de La Sargantain, como tituló el retrato del Cercle del Liceu Miquel Utrillo. A primera vista parece un derivado del francés, sargantain, una palabra inexistent­e ya que en francés lagartija es lézard. “Mi sospecha es que el nombre podría venir de sargenta. Júlia dominaba a Casas con su carácter ardiente, pero eso, que se transmite tanto en los retratos, a él no le importaba”.

Tras viajar a París, la pareja abandonó su vivienda de Gràcia y se instaló en la calle Descartes, en Sant Gervasi, donde Júlia murió en 1941 por graves problemas pulmonares. Una mujer de carácter, sí, y libre, cuya pasión no se apagó con la muerte de Casas. El hallazgo de una postal fechada el 24 de julio de 1934 hace pensar que volvía a estar enamorada , que tenía una nueva relación. “Ayer fui a verte solo para decirte adiós, fue por eso que me esperé tanto. Pero al verte no pude resistir la tentación de que viniera a verme. Perdóname, pero yo sé que para ti es una pena y en el fondo, para mí también”. El mensaje acaba con “un poco creíble”, a juicio de Isabel Colll: “No nos veremos más, nunca más sabrás de mí. Adiós, Júlia”. Nunca envió aquella postal.

LAS RAÍCES Su padre, librepensa­dor republican­o, educó a sus hijas en un ambiente nada convencion­al

CASAS NO LA SACÓ DEL ARROYO

“La sociedad la juzgó, pero a ella este rechazo nunca le importó”, apunta Coll

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CERCLE DEL LICEU
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Júlias. A lo largo de su vida Casas pintó alrededor de 120 de retratos de su amante, de los que ahora se reúnen más de cincuenta. Abajo, imagen de la exposición en el Cercle del Liceu. De izquierda a derecha, Júlia en azul (1908), La...
CERCLE DEL LICEU Las mil y una Júlias. A lo largo de su vida Casas pintó alrededor de 120 de retratos de su amante, de los que ahora se reúnen más de cincuenta. Abajo, imagen de la exposición en el Cercle del Liceu. De izquierda a derecha, Júlia en azul (1908), La...
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MARC ARIAS
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CERCLE DEL LICEU

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