El crujido de Europa
EUROPA cruje, así que puede que se resquebraje. Como diría Gabriel Magalhães, no se trata de esos mareos que a veces les daban a las instituciones comunitarias en el pasado, cuando algún país echaba un pulso para decantar de su lado una medida específica. Ahora lo que cruje es toda la estructura, hasta el punto de que los cimientos se tambalean. Y algunas naciones dudan entre salir o quedarse. El caso que más angustia en estos momentos es el del Reino Unido, que en mes y medio deberá decidir si se va o no. Europa se ha quedado sin intelectuales que hayan ido al rescate de un relato y la crisis ha fomentado el discurso populista (de derechas o de izquierdas), que en el fondo es el alegato del miedo. No deja de sorprender que sea un papa argentino el único que en las últimas semanas se haya atrevido a definir Europa como un proyecto inclusivo, que necesita una economía social y un nuevo humanismo.
David Cameron salió ayer al rescate de Europa en un discurso en el Museo Británico de Londres. Su mensaje difiere del que lanzó el Pontífice, pero dio otros argumentos para que Gran Bretaña siga en Europa. En su caso, destacó que la salida de la UE pondría en peligro la paz y la estabilidad del continente. Si hace unas semanas utilizó las cartas de la economía y de la influencia del país en el mundo, Cameron ha jugado en las últimas horas la baza de la seguridad nacional. Desmontando la tesis de los partidarios del Brexit, según la cual la salida de Europa supondría devolver al país el control de sus fronteras, el premier –más portavoz de la Unión que nunca– ha defendido que el aislamiento nunca ha servido bien al Reino Unido y que la lucha contra el terrorismo necesita compartir inteligencia entre socios.
Cuando las encuestas se decantan por dejar la UE, Cameron está demostrando ser un estadista que, como dijo Churchill, es el político que no piensa en las próximas elecciones, sino en las próximas generaciones.