Demoscopia y democracia
La demoscopia, es decir, el estudio de las opiniones y comportamientos humanos mediante sondeos de opinión, desplaza la democracia. A 48 días de las elecciones del 26 de junio, la suerte ya está echada: las encuestas dibujan un escenario parecido al del 20-D. La situación de bloqueo es resultado de factores exógenos a la política, pero también endógenos. Entre los primeros, el peso de la democracia de opinión: la omnipresencia de los sondeos, la obsesión por la comunicación, el dictado de la emoción y de aquello que es instantáneo en detrimento del análisis. Entre los segundos, ligados al comportamiento de los distintos actores políticos, la falta de liderazgos y la sumisión de los candidatos a la estrategia que fijan los equipos de campaña.
Mariano Rajoy, en una entrevista en la Ser, verbalizó esta actitud. No quiso desvelar si sólo participaría en un cara a cara con Pedro Sánchez, como hizo antes del 20-D, o si aceptaría también debates a cuatro en vez de enviar a Soraya Sáenz de Santamaría, como en la anterior campaña: “No hemos tomado ninguna decisión sobre este asunto. No tengo una opinión. En campaña lo hago así: estoy a las órdenes de lo que me dice el equipo de campaña (…) A nadie le apetecen los debates, requiere un gran esfuerzo y no es algo cómodo”. El presidente en funciones y candidato del PP resumía así una pauta de conducta que, en uno grado u otro, es compartida por el resto de los candidatos.
La política española sólo saldrá del impasse en el que se encuentra si emerge un líder que no sea rehén de la opinión publicada y sea capaz de conectar con la opinión pública, es decir, que mire directamente a los ojos de los ciudadanos. Que haga pedagogía de la diversidad y pedagogía de la solidaridad, los
La política española sólo saldrá del ‘impasse’ si emerge un líder que no sea rehén de la opinión publicada
dos pilares para evitar la desintegración de España y salvaguardar el Estado de bienestar. Un líder que sea capaz de salir del actual círculo vicioso –inmovilismo o ruptura– para retomar el círculo virtuoso, es decir, la vía reformista consustancial a la naturaleza misma de la democracia parlamentaria.
La historia nos brinda múltiples ejemplos de dirigentes políticos que supieron situar las exigencias de la democracia por delante de la demoscopia, empezando por el proceso de construcción europea: los padres de Europa situaron los valores comunes por encima de las fracturas aún abiertas y los estereotipos mutuos. O el caso de François Mitterrand, arquetipo que no ejemplo de político, que en la campaña de las presidenciales de 1981 defendió la abolición de la pena de muerte en respuesta a la pregunta de un periodista que, en una entrevista televisiva, le recordó que una mayoría de los franceses era aún favorable a la pena capital: “En mi conciencia, estoy contra la pena de muerte. Y no necesito leer los sondeos que dicen lo contrario. Pues bien, soy candidato a la presidencia de la República y pido una mayoría de votos a los franceses, pero no lo hago desde el secreto de mi pensamiento. Yo digo lo que pienso, aquello con lo que creo, mi voluntad de civilización: no soy favorable a la pena de muerte”. Democracia frente a demoscopia, con el resultado de dos septenios de presidencia (1981-1995).