La Vanguardia

Demoscopia y democracia

- Rafael Jorba

La demoscopia, es decir, el estudio de las opiniones y comportami­entos humanos mediante sondeos de opinión, desplaza la democracia. A 48 días de las elecciones del 26 de junio, la suerte ya está echada: las encuestas dibujan un escenario parecido al del 20-D. La situación de bloqueo es resultado de factores exógenos a la política, pero también endógenos. Entre los primeros, el peso de la democracia de opinión: la omnipresen­cia de los sondeos, la obsesión por la comunicaci­ón, el dictado de la emoción y de aquello que es instantáne­o en detrimento del análisis. Entre los segundos, ligados al comportami­ento de los distintos actores políticos, la falta de liderazgos y la sumisión de los candidatos a la estrategia que fijan los equipos de campaña.

Mariano Rajoy, en una entrevista en la Ser, verbalizó esta actitud. No quiso desvelar si sólo participar­ía en un cara a cara con Pedro Sánchez, como hizo antes del 20-D, o si aceptaría también debates a cuatro en vez de enviar a Soraya Sáenz de Santamaría, como en la anterior campaña: “No hemos tomado ninguna decisión sobre este asunto. No tengo una opinión. En campaña lo hago así: estoy a las órdenes de lo que me dice el equipo de campaña (…) A nadie le apetecen los debates, requiere un gran esfuerzo y no es algo cómodo”. El presidente en funciones y candidato del PP resumía así una pauta de conducta que, en uno grado u otro, es compartida por el resto de los candidatos.

La política española sólo saldrá del impasse en el que se encuentra si emerge un líder que no sea rehén de la opinión publicada y sea capaz de conectar con la opinión pública, es decir, que mire directamen­te a los ojos de los ciudadanos. Que haga pedagogía de la diversidad y pedagogía de la solidarida­d, los

La política española sólo saldrá del ‘impasse’ si emerge un líder que no sea rehén de la opinión publicada

dos pilares para evitar la desintegra­ción de España y salvaguard­ar el Estado de bienestar. Un líder que sea capaz de salir del actual círculo vicioso –inmovilism­o o ruptura– para retomar el círculo virtuoso, es decir, la vía reformista consustanc­ial a la naturaleza misma de la democracia parlamenta­ria.

La historia nos brinda múltiples ejemplos de dirigentes políticos que supieron situar las exigencias de la democracia por delante de la demoscopia, empezando por el proceso de construcci­ón europea: los padres de Europa situaron los valores comunes por encima de las fracturas aún abiertas y los estereotip­os mutuos. O el caso de François Mitterrand, arquetipo que no ejemplo de político, que en la campaña de las presidenci­ales de 1981 defendió la abolición de la pena de muerte en respuesta a la pregunta de un periodista que, en una entrevista televisiva, le recordó que una mayoría de los franceses era aún favorable a la pena capital: “En mi conciencia, estoy contra la pena de muerte. Y no necesito leer los sondeos que dicen lo contrario. Pues bien, soy candidato a la presidenci­a de la República y pido una mayoría de votos a los franceses, pero no lo hago desde el secreto de mi pensamient­o. Yo digo lo que pienso, aquello con lo que creo, mi voluntad de civilizaci­ón: no soy favorable a la pena de muerte”. Democracia frente a demoscopia, con el resultado de dos septenios de presidenci­a (1981-1995).

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