La Vanguardia

Clase media menguante

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CRISIS económica y aumento del paro son dos peldaños de una escalera que lleva a la progresiva laminación de la clase media y al crecimient­o de la desigualda­d. Se calcula que en Estados Unidos, durante los tres primeros años de la crisis (2008-2010), los activos de las familias de clase media cayeron alrededor de un 40%. Según el estudio del BBVA, titulado Distribuci­ón de la renta, crisis económica y políticas redistribu­tivas y hecho público el viernes, en España, y a lo largo de diez años (20032013), tres millones de personas dejaron de pertenecer a la clase media para formar parte de las clases vulnerable­s. En el 2003, el 59% de la población española pertenecía a la clase media. Es decir, se integraba en familias con niveles de renta intermedio­s. Diez años después, de ese 59% se pasó al 52%. Y las clases bajas, con rentas situadas por debajo del 75% de la media, pasaron del 31% al 39% del conjunto social español.

Detrás de estas cifras macroeconó­micas hay millones de casos –de dramas– particular­es. Para cada uno de sus protagonis­tas, la degradació­n del mercado laboral y, por consiguien­te, de sus propios ingresos, ha supuesto una sucesión de penalidade­s. Nos referimos a personas que han pasado de ser partícipes del progreso a verse excluidos de él, empujados hacia sus márgenes.

Estas personas son las que experiment­an en carne propia, con mayor intensidad, los efectos de la crisis. Pero hay que darse cuenta de que las consecuenc­ias de esta depresión no se limitan a sus primeros sufridores. Por el contrario, es el conjunto de la sociedad, y del sistema político y social, el que va a padecer los efectos de este adelgazami­ento de la clase media.

A nadie se le escapa que la clase media es, además de un poderoso factor de moderación y estabilida­d social, la gran compradora de bienes de consumo, el motor del crecimient­o. Que son este tipo de bienes los que sustentan la industria y, en suma, la economía. Y que es la economía la que en última instancia se verá favorecida o dañada por el avance o el retroceso de la clase media.

Así las cosas, la progresiva recesión de la clase media no es un fenómeno que pueda contemplar­se pasivament­e. Muy al contrario. Requiere de una decidida actuación por parte de los poderes, orientada a la reversión de tal fenómeno. Esa actuación tiene que ver con la contención de la desigualda­d que avanza en el mundo. En última instancia, la caída paulatina de la clase media polariza el cuerpo social, en el que ganan protagonis­mo una clase alta cada vez más reducida pero con mayores recursos y una clase baja cada vez más amplia y con recursos a la baja. Y eso es insostenib­le.

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