La Vanguardia

Noala impunidad

- Pilar Rahola

La gran lección de Spotlight es que la impunidad del delito se alimentó del nutriente de la oscuridad. O dicho de otro modo, la indiferenc­ia social, el silencio institucio­nal y el desinterés informativ­o crearon una tupida red donde el verdugo estaba protegido, y la víctima se quedaba para siempre indefensa. La violencia sexual contra la infancia no ha merecido durante siglos el interés que exigía, y la lista de niños que han visto destruida su infancia en manos de estos depredador­es infectos es tan larga como la vergüenza del mundo.

Después, cuando los años han conseguido calmar la herida y estos niños se han alzado de adultos para denunciar los hechos, las leyes tampoco los han amparado. Le llaman prescripci­ón, y es el escudo protector de los violadores.

¿Cuántos niños víctimas de pederastia hay vivos en Catalunya? El día que Cuní empezó a tirar el hilo del caso de los Maristas, a raíz de la desgarrado­ra denuncia de un padre, no sabía qué se encontrarí­a. ¿Era un solo caso, dos, diez, cuántos? Aquella denuncia animó más denuncias, y el horror empezó a tomar forma. Después, en los micrófonos de Basté, uno tras otro, como los eslabones de una triste cadena, los casos

La lista de niños violentado­s por estos depredador­es infectos es tan larga como nuestra vergüenza

fueron destapándo­se y cuando Xavi Pérez –en un trabajo de cuidado delicado y constante– empezó a acompañar a las víctimas, la dimensión resultó aterradora. Si, como dicen los expertos, en la vida de cada pederasta hay más de cincuenta víctimas, ¿cuántos niños han sido violentado­s en los últimos años, en nuestro país? ¿Decenas, centenares, miles...?

¿Y a partir de aquí, ahora que ya hemos puesto el foco en esta tragedia silenciosa y silenciada, ¿qué tenemos que hacer? Desde la perspectiv­a informativ­a, denunciar cada caso, poniendo luz a la maldad que vivía impune. Desde la social, acompañar a las víctimas, oír su dolor, evitar su soledad. Pero la gran batalla está en la perspectiv­a penal, con una legislació­n obsoleta que permite que un crimen que marcará para siempre la vida de una persona disfrute del privilegio de la prescripci­ón. Los pederastas no sólo atacan a los niños, también les destruyen la seguridad, la confianza, la felicidad, el crecimient­o natural, la sexualidad. Es tal la herida, que décadas después todavía hay víctimas que no pueden recordar los hechos. Por eso mismo, muchas legislacio­nes consideran que este delito no puede prescribir, porque nunca se sabe cuándo tardará una víctima en poder enfrentars­e a su drama, pero siempre será mucho tiempo después. Aquí, en cambio, la legislació­n protege antes al pederasta que al niño violentado.

Ya sería hora de que los políticos, ahora que nos marearán con su campaña todo a cien, afrontaran esta lacra terrible que ataca a los más vulnerable­s y cambiaran la ley. Cada infancia destruida es una vida marcada para siempre. El dolor de las víctimas no prescribe. Que no prescriba tampoco el castigo a sus verdugos.

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